lunes, 21 de diciembre de 2009

Que viva usted cien años

Hay poco más de 3.500 españoles que sobrepasan los cien años. De cada 800.000, tan solo uno lo consigue. Por el contrario, la probabilidad de que le toque a usted el Gordo de Navidad es mucho más esperanzadora. En el bombo se meten 85.000 bolas, es decir, comprando un décimo tenemos una posibilidad entre 85.000.

Afortunadamente la cosa no acaba aquí. Y digo afortunadamente porque entonces nos perderíamos mucho del entretenimiento gratuito y de las absurdas supersticiones que nos deparan cada año los días previos al sorteo de la lotería de navidad: ‘Que si el número agraciado coincidirá con la fecha de la muerte de Michael Jackson. Que si caerá como maná en la costa de la muerte, por lo del prestige. Que si Doña Manolita o la Bruixa D’Ors volverán a cantar pleno’.

Y cada año los matemáticos responden de igual manera y con la misma contundente racionalidad a los tópicos que se les plantean: ‘Las posibilidades de conseguir el Gordo son exactamente las mismas sea cual sea el número con el que juegue, sin distinción alguna’. Da igual si usted vive en Madrid, Albacete o Teruel. Si lo compra en doña Manolita o en don Manolito. Si acaba en 96 o en 69.

Aunque sean fechas obligadamente entrañables, y aunque no sea estrictamente necesario, creo mi deber cerrar el año haciendo emerger unos datos no opinables, pero tremendamente alentadores: Tiene usted el 85% de probabilidades de perder todo el dinero que juegue en el sorteo de mañana; un 10% de que le toque la devolución de lo jugado, y un 5% de que le caiga algún premio. Visto así, no parece tan irracional el sorteo, ¿verdad? Haga como yo, juegue según le dicte el subconsciente.

Por cierto, sólo una leve maldad navideña: Los premios de la lotería no llevan gravamen fiscal, pero no descorche el cava todavía; previamente el Estado confisca el 30% del importe jugado, unos 945 millones de euros por estas fechas. ¡Vaya, o sea, que pagamos todos los jugadores, nos toque o no!

Y es que sigue siendo verdad la vieja máxima que advierte: ‘lo que a algunos les sale gratis, a otros les sale caro’. Pero, ¡qué grande es el estado del bienestar!, tanto más cuanto más desconocido nos es.

Mucha suerte para mañana, y que cumpla usted cien años.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Inseguridad social

‘No sabemos lo que nos pasa, y por eso nos pasa lo que nos pasa’. La frase no es mía, pero nos la podemos aplicar todos, y en muchas circunstancias. Hoy me vale para empezar a hablar del sistema sanitario público español.

El concepto de seguridad social es grandioso. Se refiere al bienestar social relacionado con la protección o la cobertura de las necesidades socialmente reconocidas, como la salud, la pobreza, la vejez, las discapacidades, el desempleo y otras. Suena a música celestial. Lo he sacado del Wikipedia. A mi no me salía.

El problema es que para que la máquina funcione en el largo plazo, hay que gestionarla bien. Con criterio, a ser posible económico. Y bajo el sistema vigente, el chiringuito no es sostenible en el futuro actual. Lo dice un concienzudo estudio elaborado por el profesor Luís Garicano, el economista español con más prestigio internacional. Por eso mismo nadie le conoce en España.

Pero pongamos las cosas en su sitio. El punto de partida del sistema sanitario español es fantástico. Nuestra sanidad es un referente internacional, por su universalidad y su nivel de acceso. En consecuencia, nuestra esperanza de vida es la más alta de Europa, 81,1 años, 1,3 años superior al promedio europeo. Los daneses, siempre admirados, cascan 3 años antes que nosotros.

Y ahora viene el primer desengaño: ‘Españoles, nuestro sistema sanitario no es gratuito’. No. Nos cuesta 1.300 euros por persona y año. Nada es gratis en la vida. Y la situación financiera por la que atraviesa es muy complicada. No se trata de vivir del cuento del lobo. Se trata de afrontar la realidad y de plantear soluciones.

Es verdad que las medidas propuestas son difíciles de asumir, pero es que la vida es un difícil ejercicio práctico y, desgraciadamente, el todo gratis para todo el mundo durante todo el tiempo, no sólo no vale, sino es que además es imposible. Y por eso genera debates entre los malvados economistas.

Supongo que nadie se sentirá agraviado si decimos que se abusa del sistema sanitario. Que somos medicodependientes. Que calibramos la labor del médico en función del número de recetas que nos llevamos firmadas a casa. Y esta vez tenemos que responsabilizarnos todos. No podemos comportarnos como si nuestros actos no tuvieran consecuencias.

El uso que los pacientes hacemos del sistema es un disparate. El españolito medio acude al médico más de 8 veces al año. Un 40% más que el promedio de la UE. Y el gasto per cápita es un 40% superior al de países de nuestro entorno.

Las fórmulas propuestas son conocidas. Debemos poner en marcha medidas económicas que disuadan el sobreuso. Ningún recurso es infinito, querido paciente. Y habrá que volver a debatir, sin nerviosismo, sobre la introducción de alguna tasa que haga más racional el consumo de medicina general. En definitiva, que exista un cierto coste de ir al médico.

Bastaría introducir un precio simbólico. Uno o dos euros por consulta, por ejemplo. Nos podríamos poner de acuerdo en rebajar o anular este coste en determinadas circunstancias: En función de la renta, para tratamientos crónicos, para pensionistas….. Se podría fijar un coste anual máximo….. En definitiva, es preciso desincentivar el malgasto de recursos, con la única finalidad de poder dedicarlos a las personas que más lo necesitan.

Y esto es sólo el principio. Los profesionales del sector también deben ser sometidos a la racionalidad eficiente del sistema. No se entienden determinadas diferencias entre regiones en el uso de pruebas diagnósticas; resonancias, mamografías, TACs,…. Y es preciso evaluar la gestión de los hospitales, y que ésta tenga consecuencias.

El debate está abierto aunque, por esta vez, todos estaremos de acuerdo en que nuestros botiquines caseros son la mejor prueba de que algo no funciona bien.

Por cierto, la cita del comienzo es de un tal Ortega y Gasset.

viernes, 6 de noviembre de 2009

El fútbol es ‘asín’

No sé si cuando hablamos genéricamente de los futbolistas es muy apropiado utilizar el término ‘talento’ para denominar al conjunto sobresaliente de habilidades o destrezas que desarrollan. Depende. Si pensamos en el talento como manifestación de la inteligencia, está claro que no.

Algunas mujeres -y no tan mujeres- ya han reflexionado sobre este particular, y han concluido que este talento se resume estupendamente bajo la máxima de ‘dar patadas a un balón en calzón corto’. Y es que, no nos engañemos, al futbolista se le percibe mayoritariamente como un individuo consentido y caprichoso, y cuya máxima aportación al mundo consiste en colapsar los telediarios con frases redundantes y vacías.

Comento esto en relación al debate que ocupa estos días páginas enteras en los diarios de máxima difusión nacional. Para que se me entienda, me refiero al Marca y al As, no a Expansión o Cinco Días. El asunto es el del porcentaje que pagan al fisco español los futbolistas extranjeros por ejercer su actividad en España.

Y es gracioso. Los mismos que comentan a diario si tal jugada fue penalti o aquella acción fue merecedora de tarjeta amarilla, hacen ahora análisis sobre la justicia o la moral de la fiscalidad que deben soportar los haberes de los futbolistas extranjeros enrolados en equipos españoles. El dedo acusador se dirige simbólicamente a los Cristiano Ronaldo, Messi y Kakás.

Si nos quedamos en el titular casi todo el mundo estará de acuerdo en que parece una injusticia social que las estrellas extranjeras del deporte tributen a un tipo del 24%, mientras sus compañeros y rivales españoles lo hagan al 43%.

La legislación que permite hasta ahora este trato desigual, conocida como Ley Beckham (por la coincidencia en el tiempo entre su promulgación y la llegada a España del ‘más entre los mases’), echó a andar con el objetivo de atraer talento del exterior. Se buscaba talento de profesionales de todo tipo, no sólo deportistas, de manera que su trabajo entre nosotros ejerciera de efecto multiplicador sobre la economía española; en definitiva, algo que a medio plazo nos beneficiara a todos. No suena mal, ¿verdad? -si alguien conoce un científico que cobre más de 600.000 euros anuales, que vaya a La Noria a contarlo. Le darán un pastón-.

Y digo yo. Al menos los campeones españoles de la última Eurocopa de fútbol deberían estar enfadados por el agravio. Me refiero a los Xavi, Villa y compañía. Y no lo están. O no lo parece.

También es cierto que quien de verdad sale perdiendo con este cambio serán los pagadores. Los clubes de fútbol, que deberán rascarse más el bolsillo para contratar lo mismo. Por eso amenazan con ir a la huelga. El futbolista extranjero seguirá haciendo su cuenta de la vieja antes de venir a jugar a España. La de cuánto va a cobrar ‘en neto’, y serán los clubes, perdón, los aficionados, los que deberemos rascarnos el bolsillo una vez más para atraer al talento musculado exterior.

Alguno se preguntará ahora si el futbolista de élite puede mejorar el PIB nacional con sus gambetas y filigranas. Mi opinión es que sí, que la suma de beneficios que reportan a la marca 'España' es superior al coste que soportan las arcas públicas por la rebaja fiscal. Y mi opinión es que sí no sólo por el huevo, que también, sino por el fuero. El montante de pérdida recaudatoria total es insignificante. Afecta a unos 1.960 contribuyentes, unos 100 millones de euros anuales. Demasiado ruido para tan pocas nueces.

Y que no les confundan. Ya he comentado en otras ocasiones que la subida de impuestos la soportará otra vez el mismo. El que compra el Marca y el As, y no el que sale en las portadas.

lunes, 26 de octubre de 2009

Nueva Rumasa. Viejos recuerdos

Me huele a aire turbio del pasado, a juegos de artificio con denominación de origen. De origen, sí, pero de dudosa naturaleza. O mejor dicho, de procedencia conocida pero olvidada por muchos.

Voy a recordar, a modo de introducción tendenciosa, que la antigua Rumasa fue expropiada por el Gobierno de González en 1983; el 23F para más morbo. Entonces 700 empresas formaban el grupo de la abeja, con una plantilla que alcanzaba las 65.000 personas y una facturación consolidada de más de 350.000 millones de las antiguas. Casi nada.

A estas alturas cada uno tendrá su opinión deformada sobre aquella situación y, seguramente, en el juicio personal y paralelo que cada uno hayamos hecho, el señor Ruiz Mateos ya estará absuelto o condenado a perpetuidad. Supongo que limbos y medias tintas queden pocas. No somos muy dados a los matices.

Las hemerotecas y el sumario del caso Rumasa hablan de la comisión de graves delitos -obstrucción a la actividad supervisora del Banco de España, ausencia de auditorías externas, fraude frente a la Hacienda Pública y la Seguridad Social-, así como una arriesgada espiral de adquisiciones e inversiones del grupo que llevó al entonces Ministro, Miguel Boyer, a utilizar la expropiación, en lugar de otras disposiciones de menor alcance -como la intervención a los bancos propiedad del grupo-, como ‘medida de política económica nacional’.

La lucha posterior mantenida en las diversas salas de nuestro ordenamiento jurídico acabó en 1991 con el pronunciamiento del Tribunal Constitucional a favor de la expropiación. Por el contrario, la Audiencia Nacional absolvió a Ruiz Mateos en 1997 de los delitos de estafa y falsedad, a pesar de considerar probadas diversas falsedades e impagos a la Hacienda Pública y la Seguridad Social, aunque por los cambios normativos del código penal no se encontró culpable a los acusados (son éstas las madejas legales tan difíciles de entender por los legos). Las teorías conspirativas que salpimentaron este caso me quedan demasiado lejanas en el tiempo y el espacio.

Y ahora vemos revolotear de nuevo a la abeja de la 'Nueva Rumasa'. Derecho tiene todo el del mundo. Coraje y espíritu emprendedor tampoco le faltan a la familia Ruiz Mateos. Y capacidad, flexibilidad, y resistencia empresarial, les sobra. Pero, pero y pero. ¿Por qué?

Pues porque la Nueva Rumasa anda colocando una emisión de pagarés entre el público a bombo y platillo, y promete un tipo de interés descabellado. Los anuncios en la prensa copan páginas completas, y me gustaría hacer alguna reflexión sobre esta oportunidad de inversión.

La inversión mínima en estos pagarés es de 50.000 euros -demasiado bocado para un pequeño ahorrador-. La rentabilidad prometida es del 8%, cuando los tipos de interés en la zona euro rondan el 1%. Y yo necesito altas dosis de ficción para creérmelo. Son duros a pesetas. Y ni siquiera tenemos las cuentas del Grupo para intentar analizar su solvencia (como no cotiza en bolsa, no está obligada a publicar sus resultados). Nadie paga un 8% para financiarse si pudiera hacerlo a un coste menor. Acuérdense de Forum, de Afinsa, de Madoff, … o si no quieren acordarse, váyanse a matar adrenalina al Casino de Torrelodones.

La CNMV ya ha advertido varias veces, hasta tres, que la única garantía de la devolución de su dinero, más la dádiva prometida, es el patrimonio de la entidad emisora de los pagarés; es decir, Nueva Rumasa no responde con el patrimonio del Grupo en su conjunto, sino únicamente con el de la sociedad anónima emisora. De hecho, ni siquiera no sé qué brandy de Jerez en el que se apoya la publicidad garantiza legalmente nada, pues no existe prenda constituida en ningún registro de Bienes Muebles a favor de los inversores. Y sin prenda no hay garantía.

Para más crónica negra del despropósito, el anuncio de los pagarés incluye expresamente el respaldo valorativo del profesor del IESE, Pablo Fernández, quien tras leerlo en la prensa ha salido horrorizado a los medios negando tal circunstancia. Parece que se ha utilizado un trabajo de valoración realizado con otra finalidad para intentar respaldar en la prensa la emisión. Y díganme ustedes a mi, ¿quién le va a pedir a este señor, por muy profesor que sea, que les devuelva su dinero si la Nueva Rumasa acaba como la Vieja?

Sólo espero que, si alguien invierte en estos pagarés al calor de un tipo de interés extraordinariamente fuera de mercado, y la cara les sale cruz, ahoguen sus penas con un chupito de brandy y no salgan a la calle a pedir responsabilidades públicas ni ayudas a ningún papá adoptivo. Esta vez no cuela.

lunes, 5 de octubre de 2009

Madrid 2016

Probablemente me esté metiendo donde no me llaman. Probablemente mi opinión sobre este tema carezca de la información suficiente para que se la considere razonable. Probablemente alguien piense que me pasa lo mismo con el resto de cosas sobre las que opino sin tanto ceremonial previo. Excusatio non petita, accusatio manifesta. Probablemente sea todo verdad.

Yo no pretendo tener razón en lo que escribo. Entre otras cosas porque la razón no siempre tiene razón. También es cierto que el corazón rara vez es razonable. Yo sólo intento argumentar lo que digo, y no para ser consecuente o creíble, sino porque no sé ser de otra forma.

Por eso mismo no entiendo el sistema de designación de las sedes olímpicas. Quede claro que el tema en cuestión me provoca una mínima reflexión cada cuatro años y que, desafortunadamente, no formo parte de ningún comité evaluador de nada; seguramente porque no lo merezco; por eso, si quiero ir a cenar al Txistu, me lo pago yo de mi bolsillo, y no se lo dejo a deber a mis vecinos de ayuntamiento.

A lo que voy. Según parece, una norma no escrita del decálogo del movimiento olímpico hace decantar la designación de la ciudad organizadora respetando un criterio de alternancia entre continentes, de manera que se pueda disfrutar del mayor espectáculo deportivo del mundo por los cuatro costados de la tierra. Así ha sido hasta ahora. Me parece bien, incluso razonable. La conclusión más directa de esta máxima etérea es que prima el reparto del pastel ante las valías objetivas. Repito, me parece bien. Lo que no sé es por qué no nos retiramos las caretas y todos jugamos al mismo juego.

Confieso que no sé si Madrid era la aspirante más preparada para celebrar los Juegos Olímpicos de 2016. No tengo ni pajolera idea de los méritos de las ciudades candidatas. Lo que sí sé es que se nos ha dicho que más del 70% de nuestras infraestructuras ya estaban terminadas. Y no he escuchado a nadie rebatir tal argumento en pos de la candidatura de Río de Janeiro, finalmente designada.

Lo que sí parece claro es que la candidatura española se ha gastado 600 millones de euros sin saber cuánto y cómo ha de gastarse en el futuro para prepararse mejor, para ser mejor candidata en 2020, salvo esperar que la rotación de la luna olímpica no nos eclipse de nuevo.

A mi juicio las infraestructuras no virtuales, las carreteras ya transitables, la red de ferrocarril ya vertebrada, la financiación concedida, las plazas hoteleras ya habitables, todo esto, debería ser evaluado y medido previamente por los técnicos, y así otorgar una puntuación previa objetiva y no opinable con la que presentarse al examen de emociones final.

De esta forma se reduciría el peso del antojo, la manía y la arbitrariedad a favor de los criterios técnicos demostrables. A partir de ahí, un poco de emoción, un poco de llanto y un mucho de fiesta son muy deseables, aunque haya que aguantar al bueno de Bisbal en concierto.

En este modelo propuesto, los miembros del COI podrían seguir prometiendo su voto a todas las ciudades candidatas a la vez, podrían seguir dando el pésame a todas las no agraciadas, como si fueran otros los que no les votaron, e incluso estarían en su derecho a emocionarse con las lágrimas de Lula o con la longevidad de Samaranch.

Pero lo que no me parece presentable es que cien señores, por iluminados que sean, no deban dar explicación alguna, ni previa ni posterior, de sus decisiones, sea quien sea la candidatura elegida. Los valores que impregnan el deporte son los que promovió en el siglo XIX el Barón de Coubertin, y nos pertenecen a todos. No es un coto privado de cien señoritos que se mueven a base de caprichos ocultos.

domingo, 4 de octubre de 2009

Pequeño esfuerzo moderado

Aún a riesgo de que parezca que mi actividad profesional es la jardinería, voy a intentar cuantificar la palabrería con la que se nos ha explicado en los últimos tiempos, mejor dicho, con la que nos ha intentado explicar, el cómo y el cuánto de la reforma impositiva.

Vaya por delante que no me creo que sea tan ignorante como nos hace ver. Al menos no tanto como lo que la literalidad de sus explicaciones desprende. Me refiero al de la Zeja. Tampoco tengo claro si algún empresario le contrataría para su firma, pero sí tengo una descorazonada, que las perspectivas económicas de España son aterradoras. También tengo una certeza, que Zapatero nos está conduciendo directamente a la ruina, y lo malo es que no contamos con demasiadas armas para contrarrestarle.

Y vaya por detrás que no pienso citar que una vez más se han roto todos los cimientos que inspiran nuestro ordenamiento fiscal, aquellos que cuando yo estudiaba versaban sobre los inmaculados principios de la capacidad contributiva, la igualdad, la progresividad y la no confiscatoriedad. En realidad los principios le importan a poca gente. Ni siquiera a los payos. Y sin principios se suele acabar mal.

Ahora al tajo de jardinero. Por no cansarles: la supresión de la deducción de los 400 euros del IRPF, el aumento del IVA y la subida en la fiscalidad del ahorro, les va a costar -de media- a cada uno de los 17 millones de hogares españoles más de 700 euros al año. Lo malo es que las medias son tremendamente injustas. Aquel viejo chiste en el que uno se come un bocata y el amigo ninguno, y la media le dice al hambriento que se ha comido medio bocata, es muy ilustrativo.

Pero si usted es de los que le gusta conocer la realidad, por amarga que ésta sea, le daré una regla para que calcule de forma aproximada cual será el importe de su factura solidaria fiscal. Súmele a los 400 euros, si es de los que tenía el derecho a deducírselos, el resultado de aplicar un 1% a su nómina neta anual (que será el sobreIVA que le corresponda soportar). Si el resultado le parece poco, mucho o sencillamente no se lo cree, es debate para otros blogs.

Y que no le confundan. El IVA se ha subido 1 y 2 puntos porcentuales, lo que significa un incremento del 14,2% para el tipo normal (el de la vivienda, el transporte o la hostelería) y un 12,5% para el tipo general (el de la luz o el teléfono). Es lo mismo, pero se entiende mejor.

Y sólo una rebeldía conceptual más. El IVA, como cualquier impuesto indirecto, es regresivo, es decir, le cuesta más a quien menos gana; es decir otra vez, cuanto menor es la renta, mayor es el porcentaje de impuestos que se pagan. Y no vuelvo a decir ‘es decir’ por tercera vez porque me cansa, pero los ricos pobres y los pobres pobres lo entienden mejor que nadie.

¡Vaya! Con lo bien que llevaba yo este artículo. Y ahora resulta que ya nadie habla de subida de impuestos. Ahora se llama esfuerzo solidario. Insignificante y banal. No importa que nos dejen tuertos de un ojo y ciegos del otro. Lo importante es la retórica. Pero es que yo no pago los impuestos ni por solidaridad ni porque suenen a música celestial. Los pago por obligación.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Cerco al fumador

Aunque a nadie le interese, y sólo a modo de introducción, me definiré como ciudadano pagaimpuestos no fumador. Afinaré algo más. Me molesta sobremanera sufrir el humo por la tiranía del fumador. Y ya puestos, también me molesta el bullicio de los vecinos, los insistentes ladridos de los perros desatendidos por sus dueños, incluso los llantos desconsolados de los niños ante la pasividad de sus progenitores. Y algunas otras cosas que me dejo deliberadamente en el tintero, pues mis filias y fobias no son el tema de hoy.

Dicho esto, me parece infumable la histérica campaña emprendida por el Gobierno de España contra los fumadores. Y es que Sanidad quiere endurecer la ley para prohibir el tabaco en todos los locales públicos cerrados.

Lo que más me molesta es el buenismo, las bienintencionadas nobles razones que se esgrimen para argumentar el antitabaquismo. A ver, que yo me entere. ¿Es que acaso un Gobierno, por legítimo que sea, tiene no sólo el derecho, sino también la obligación de teledirigir los comportamientos privados de los individuos? Yo creía que con los impuestos ya sobraba…..

¿Acaso los fumadores no pueden disfrutar de ningún espacio en este mundo donde puedan fumar sin que les molesten quejas ni persecuciones? Hablo, naturalmente, de lugares donde su humo no moleste a otros. Lugares donde los no fumadores sepan que allí se permite fumar y, por lo tanto, haciendo uso de su libertad, pueden dirigir sus pasos hacia alguno de los innumerables rincones del mundo sin humo. Pero, ¿y al revés?

Además, se confunde a la gente cuando se habla de lugares públicos. Una cosa es que un local esté abierto al público y otra que su propiedad sea pública. Si la inversión es privada, creo legítimo que sea el agente privado quien decida si está permitido fumar o no en él, que para eso lo ha pagado.

A usted quizá le pase como a mí, que le molesta el humo, y en el fondo le parezca bien la medida porque en esta ocasión está ubicado en la orilla correcta. Pero ése no es el debate. Yo critico el afán coercitivo del poder. El insaciable apetito del poder que nunca sabes a qué puerta va a llamar. Quizá mañana sea la suya, si es usted obeso o piensa serlo en el futuro. O bebedor ocasional. O bebedor por convicción. O quizá sea perseguido porque sufra halitosis por dejadez -dicen que más del 50% de la población europea la padece-. O por convicción.

¿Y qué decir cuando la nobleza de las causas deriva hacia el coste económico que supone para la sanidad pública el tratamiento de los apestados fumadores? Verdad a medias. Los fumadores pagan más impuestos que nadie, en concreto soportan con su humo el 6% de los ingresos públicos a través de la carga indirecta incluida en el precio del tabaco. Y, además, mueren antes que los no fumadores, la cual cosa además de cierta, alivia bastante las arcas de la seguridad social en lo que a pensiones se refiere.

¿Y qué me dicen de los impuestos que pagan los hosteleros a costa de los fumadores? No hay que enterrar la nariz en ningún dato oficial para entender que gran parte del ocio fumador es nocturno, y el sector hostelero ya se ha puesto en pie de guerra contra la medida. Máxime cuando hace menos de dos años les obligaron a invertir en acondicionamiento de sus locales para habilitar zonas de humo que hoy se pretenden cargar de un plumazo.

Supongo que las familias cuyos puestos de trabajo se pierdan por el cierre de determinados establecimientos afectados por las humanitarias medidas antitabaco, entenderán que lo hacen en beneficio de su salud.

La medida es un atropello a la libertad individual, y no coincido con los que esgrimen como argumento la salud con mayúsculas, ni siquiera los que defienden su salud como fumadores pasivos. Nadie habla de compartir humos amistosamente, sino de no constreñir libertades y, afortunadamente, hoy no tienen por qué verse enfrentadas ambas si uno no quiere. Este debate no gira en torno a la salud. El debate es sobre la libertad, y, en mi opinión, cada uno debe vivir conforme a las coordenadas que mejor le parezcan y no a gusto de los demás.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Insoportable

Ya sé que empiezo a correr el riesgo de convertirme en el vivo ejemplo del imbécil que tanto abunda y que, cuando no tiene ninguna responsabilidad, sabe y opina de todo, pero que si me cayera encima, la responsabilidad, me haría de vientre y echaría balones fuera en busca de culpables inocentes. Pero es que me pueden las ganas. Las de opinar y las otras.

16.000 millones de euros en impuestos. 2,6 billones de las antiguas pesetas. Eso es lo que nos pide (nos exige) Zapatero. El 1,5% de nuestro bien sudado PIB. Habrá división de opiniones. Supongo.

Y eso que gracias al euro, y tras casi 8 años entre nosotros, casi nadie se quiere enterar de la verdadera magnitud de las cosas. Afortunadamente. Y entretanto nos acercamos a una tasa de paro del 20% y a un déficit público del 12%.

Subir impuestos en plena recesión es un error imperdonable. Un mazazo para todos que va a obstaculizar aún más la recuperación. No hay que haber leído mucho para saber que si se quiere que un incremento fiscal tenga el objetivo de balancear las cuentas públicas, se ha de ‘decretar’ en el momento en que la senda de la recuperación se haya conseguido de forma clara. Nunca antes.

El problema se agrava si el dinero que se nos pretende ya está comprometido en nuevos gastos. Más si la nueva medida sólo se aprobará maltratando los presupuestos de 2010, concediendo nuevamente lo inconcedible a los colegas independentistas. Duro calvario el que nos espera. Insoportable.

El discurso del Presidente está lleno de inmensos vacíos. Sus brindis al sol son continuas trampas mortales. No queremos más primicias, ni más conejos de su chistera. No queremos más retórica gansa. No queremos más burlonas medidas desde el burladero. Ya no queremos que siga metiendo la pata.

Y me molesta sobremanera el perverso juego de palabras con el que se nos intenta bombardear. A ver. Para medir lo que nos cuesta contribuir al sostenimiento del Estado, en relación al PIB, se suman tres fuentes de ingresos públicos; los impuestos directos (IRPF y Sociedades), los indirectos (IVA, tabaco, hidrocarburos,…) y las cotizaciones a la seguridad social. Así medida nuestra presión fiscal, asciende actualmente al 33%, un tercio para cada tipo.

Pero es que el anunciado espasmódico y atolondrado incremento de la presión fiscal de 1,5 puntos, todavía tiene las cartas boca abajo. Que si recobro los 400 euros del IRPF. Que ahora incremento el IVA. Ahora las rentas de capital. Ahora el impuesto del tabaco. Ahora voy a por los ricos ricos. Ahora sólo a por los ricos pobres…... La ocurrencia como fuente del derecho tributario que diría el jurista.

Pues yo quiero saber quién va a pagar la cuenta, porque si puedo, tengan por seguro que intentaré no hacerlo. Lo malo es que mi nómina viene recortada en su origen.

domingo, 6 de septiembre de 2009

El PER

Este artículo puede que contenga algún juego de palabras, pero si alguien tiene el atrevimiento de leer de vez en cuando este blog, seguro que sabrá adivinar por dónde quiere discurrir mi reflexión de hoy.

Sólo puntualizar por adelantado que lo que conocemos familiarmente con las siglas PER (plan de empleo rural) cambió su nombre ya en 1996, y desde entonces se llama AEPSA (acuerdo económico para la protección social agraria). El mismo perro con distinto collar.

El PER es un subsidio agrario creado durante el mandato de Felipe González, y aplicado a la zonas rurales de Andalucía y Extremadura.

Los requisitos para tener derecho al cobro son, a grandes rasgos, ser jornalero o trabajador agrario sin tierras en propiedad, y justificar un número mínimo de 35 peonadas (me encanta esta palabra) trabajadas al año -pongamos que equivalgan a dos meses de trabajo de los urbanitas, sin entrar a valorar la penosidad de cada empleo-.

Cumplidos éstos el subsidio actual da derecho a cobrar 6 mensualidades, cuyo importe depende de la cuantía del salario mínimo interprofesional vigente en cada momento, 640 euros en 2009, y del número de peonadas realizadas; así, se cobra el 75% del interprofesional si se han trabajado el mínimo de 35 peonadas, y hasta el 100% si se han cotizado al menos 180 jornadas.

Actualmente son 158.458 personas –dato de junio de 2009- las beneficiarias del ‘paro agrario’, 137.092 de Andalucía y 21.456 de Extremadura. En total cada mes nos cuesta casi 70 millones de euros a las arcas de la Seguridad Social, el 2,6% del total de las prestaciones por desempleo.

Su existencia se justifica socialmente porque las faenas del campo sufren fuerte estacionalidad, concentrándose en determinados periodos y quedando largas temporadas en las que el campo no da ocupación alguna. También se arguyen razones de precariedad laboral rural de sobra conocidas, y razones históricas por no haber destinado fondos para acometer una profunda reconversión agraria del mismo calado que la del sector industrial –minería, siderurgia y metalurgia- .

No voy a caer en la tentación de comentar que con menos de 500 euros al mes es muy difícil vivir y cubrir dignamente las necesidades más esenciales, y menos aún si el perceptor tiene familia a cargo. Ése es un debate que comprende las dificultades de la propia existencia y de la jungla que guía el bonito reto que supone vivir.

Tampoco voy a hablar del innegable fraude en el cobro del subsidio. Entiendo la sabiduría aldeana -de jornaleros y empresarios- empleada para que luzcan tramposamente como trabajadas las 35 peonadas exigidas. También entiendo la connivencia de los alcaldes sensibles a esta delicada realidad, convertidos en grandes empleadores todopoderosos.

Mucho menos me voy a hacer eco de que no puedan acogerse a esta prestación los trabajadores de las mismas características que las señaladas, que vivan en municipios de Comunidades no Andaluzas o Extremeñas. Léase Murcia o Castilla la Mancha, por citar ejemplos fáciles de enfrentar.

Tampoco quiero mencionar que, en la práctica, el subsidio agrario funciona como un programa de lucha contra la pobreza, en lugar de como un programa de cobertura por desempleo, que es, a mi juicio, lo que debería ser.

Mucha gente, desconocedora de la realidad rural agraria, como yo mismo, seguro que ha osado tachar en ocasones a los jornaleros que sobreviven con el subsidio como vagos, además de acusar al partido socialista de abonar su campo electoral año tras año.

Pero antes de ponerme a criticar un sistema de subsidios permanente como el PER, en el que la racionalidad del gasto es irracional –y no por su cuantía-, en el que después de 30 años seguimos sin querer atacar el problema real del sector agrario andaluz y extremeño y que, en consecuencia, mantiene a los trabajadores agrarios apoltronados y pasando las horas muertas jugando al dominó, sin incentivos serios de reciclaje hacia sectores con mayor demanda de empleo, prefiero aguantarme las ganas y dejar velando las pinturas de guerra a la espera que algún otro tema me inspire algo más que éste.

martes, 1 de septiembre de 2009

Medida ‘limitada y temporal’

Aún a riesgo acumular -como trofeos- maldiciones ajenas, vuelvo a la carga con la dulce revisión impositiva que nos ha prometido zetapé en el arranque del nuevo curso político.

Digo dulce porque la 'desmedida' se lanza al ruedo con la vitola de ser limitada y temporal. En cristiano, la sufrirán los de siempre y sólo hasta que amaine el temporal. Será por aquello de que la felicidad eterna dura muy poco.

Lo que suena a broma pesada es intentar amedrentarnos durante semanas con subidas de impuestos sin precisar qué factores de la economía –el capital, el consumo, el trabajo- se verán finalmente afectados, ni cómo se hará el reparto de las nuevas cargas entre los ciudadanos. Se parece bastante al boxeo de salón, el que marca el golpe sin atizar.

No deja de ser curioso que los mismos que ahora hablan de subir impuestos a los ricos, eliminaran anteayer el gravamen sobre el patrimonio, o que pusieran en marcha en plena campaña electoral la devolución lineal del cheque de los 400 euros -entonces medida con vocación de permanencia que dos años después se piensa suprimir-.

Es cierto que no es el único Gobierno que hace del manejo de los impuestos una herramienta de marketing electoral. Falta seriedad y rigor en las modificaciones impositivas que, además de atender a los efectos sobre la renta de los sujetos pasivos, habrían de contemplar las eventuales distorsiones sobre el crecimiento.

Pero antes de entrar a los medios, que ya habrá tiempo, revisemos los fines. Si lo que queremos es equilibrar las cuentas públicas para seguir gastando como hasta ahora, nada nuevo que decir, salvo las maldiciones de siempre. La exigencia de nuevos sacrificios a una sociedad debería ir acompañada de una revisión por parte del Gobierno de la eficacia y la rentabilidad económica de su política de inversiones.

Si además empaquetamos la medida como una necesidad que se apellida solidaria, nada nuevo que decir, salvo las maldiciones de siempre. Hay quienes pensamos que los logros sociales se consiguen más eficientemente a través de la suma de las iniciativas y esfuerzos privados. Al fin y al cabo, lo que la gente quiere es trabajar y no un subsidio, ¿no?

Por donde no paso es porque se presente el aumento fiscal como una medida para combatir la recesión. Por ahí no quepo. Nuestro jefe de Gobierno explicó la medida basándose en una peculiar filosofía: ‘cuando las cosas van bien, hay que bajar los impuestos para estimular la actividad, y cuando las cosas van mal, el Ejecutivo tiene que aumentar la recaudación con una mayor presión fiscal’. Quizá el disparate atraiga a otros.

Y ni siquiera tenemos ya al profesor Jordi Sevilla como diputado raso del Congreso -tras su flamantísimo pase al sector privado- para que le refrescara en otra tarde las lecciones de economía que impartió hace años a su entonces bisoño Presidente. Ahora parece que Zapatero es quien se inventa las faltas de ortografía de la economía.

Sin ánimo de echar algún consuelo al vertedero y sin ninguna pretensión, pero con todas, me permito señalar que más impuestos significan menos renta disponible privada, menos capacidad de endeudamiento, menos consumo, menos ahorro, menos iniciativa emprendedora, menos competitividad y, mirando al purgatorio y al limbo, menos libertad, que ajustará a la baja las expectativas y el bolsillo de los ciudadanos. En definitiva, más paro, más subsidios por desempleo y más recesión. Es la cuenta de la vieja que en economía llamamos ‘estabilizadores automáticos’. Ése y no otro es el cuadro clínico económico.

Ahora queda por ver cómo se reparte finalmente el esfuerzo fiscal, aunque ya sabemos que el socialismo dicta normas que apuntan hacia dentro de nuestros bolsillos y, a buen seguro, nos echarán un cable al cuello. Será en el debate sobre los presupuestos del Estado para el 2010.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Cuestión de tamaño

El tamaño, también en este caso, sí importa, tal y como nos dice la señora experiencia y la señorita prudencia. Otra cosa distinta esa a quién le importa o a quién le debería importar. Ahí no me meto.

Me refiero, lógicamente, al tamaño del Estado. Al tamaño deseable, y no en términos eróticos amatorios, sino a cual debería ser la suma idónea de recursos monetarios a detraer del fondo de los bolsillos de los ciudadanos para ser gestionados públicamente por las cabezas de los políticos.

Puesto así el dilema sobre la mesa seguro que la mayoría desconfía del buen fin de su dinero, del porqué del esfuerzo entregado. Pero algo pasa, algo no funciona cuando en las conversaciones distendidas de verano el corrillo empieza estando de acuerdo, y al final siempre acaba apareciendo el socialista que llevamos dentro, el que reclama ayudas, el que reclama dineros a voz en grito; dineros que se considera ‘nos deben’ porque antes lo entregamos a la causa.

Y digo yo: Si se recibe porque antes se entregó, ¿para qué se entregó? Si no se recibe lo que antes se entregó, ¿para qué o quién se entregó? Si se recibe lo que antes no se entregó ¿quién es el pardillo que lo entregó?

Es verdad que los hay que creen que no es el tamaño del Estado lo que importa, sino la calidad de sus acciones. Medirlo es difícil, pero no imposible. Si no, miren algunos datos publicados sobre las economías y la participación del gasto público sobre su PIB. Llegaremos a conclusiones más que evidentes.

El denominado trasvase social de ricos a pobres ya sólo se lo creen en el mundo los españoles. Al menos los once millones de españoles que votan estoicamente en talante socialista. Quizá lo que pasa es que nuestra democracia está aún por hacer; o por deshacer, pero demos tiempo a que el Tribunal Constitucional vuelva de vacaciones y dicte sentencia sobre elestatut -el fallo más trascendental de los últimos años- y quizá nos hayan servido en bandeja la estocada definitiva a lo que hoy llamamos España.

El problema, a mi juicio, es que aún no entendemos que cuanto más Estado, cuanto más despilfarro agarrado al ancla social, más y más alegremente se dilapida lo nuestro. Y sin permiso ni venia. Y no digo que se malgaste nuestro esfuerzo -corren malos tiempos cuando hay que demostrar lo evidente-; lo que digo es que nos chulean. Pero nos debe gustar.

La guinda la ha puesto estos días Pepe Blanco arrogándose competencias de think tank nacional. Como las cuentas no salen a los manirrotos socialistas, y una vez exprimida la máquina del endeudamiento, sólo quedan dos opciones: o reducir gastos -como haría cualquier agente sensato- o aumentar impuestos.

Pepiño prefiere lo insensato, prefiere un Blanco fácil, prefiere que sufraguemos la chapuza y el derroche con nuestro dinero, pero la maniobra la ha disfrazado de medida de solidaridad, que siempre vende. Tendría más sentido, digo yo, aumentar el número de contribuyentes mediante la creación de empleo, pero para eso hay que hacer cosas. Y hacerlas bien. Hace unos meses también se ofreció al pueblo la subida del impuesto del tabaco y de la gasolina como ‘buena’ para la salud de los ciudadanos y para el ahorro de energía........en fin.

En esta ocasión le ha dado por advertir que les quitará a los ricos para dárselo en obras sociales a los pobres. Y claro, la risa se ha desbordado por los pasillos del Ministerio de Hacienda, ése que Él no regenta y que una tal Salgado tiene desatendido. Es verdad que a las 24 horas se tomó la píldora del día después y se desdijo, pero el globo sonda sin rigor ya había sido lanzado.

Los ricos, querido ilustrísimo Ministro de Fomento sin carrera, no pagan impuestos; al menos no los impuestos que usted quiere que paguen. A los ricos a los que quiere hacerles apretar el cinturón para engordar el Estado del malestar, a los que usted sondea indignamente, no les pescas con estúpidas palabras. Su dinero reposa en apuntes bancarios allende nuestras fronteras, en confortables sociedades anónimas amparadas por férreos secretos bancarios, y a poco que les asustes se esfumarán aún más lejos.

Los ‘ricos’ a los que se refiere Pepiño son los trabajadores asalariados con nómina, con space wagon, dos hijos, mes de vacaciones, atasco matinal y vespertino diario, de los del paquete de ducados en la playa de Benidorm, los que migran de orange a movistar para ahorrar un mísero céntimo por minuto en su tarifa y los que conocen de pegada tres decimales del euribor.

Y una cosa es que se nos tilde cariñosamente de ricos, y otra muy distinta que nos tomen por tontos.

sábado, 18 de julio de 2009

El malestar común

¿Sabe usted cuántos benévolos e indulgentes contribuyentes estamos obligados a sostener, con el pan de nuestro esfuerzo y a través de nuestra aportación al IRPF, este invento denominado Estado del Bienestar? Vaya por delante que a mi lo que me provoca es un estado de malestar, hablando educadamente. Pues miren, los que se retratan, según fuentes oficiales, son algo más de 18,7 millones de españoles.

¿Y sabe usted cuánto dinero aportamos al año entre todos? Son cifras de 2007, pero nos vale para hacernos una idea: algo más de 65.000 millones de euros.

Para intentar analizar estos datos juguemos a algo serio, pero en plan de broma. Para ello requiero su ayuda. Necesito hacer varios grupos.

Aquéllos que ganen menos de 21.000 euros al año no participan; son unos 12,5 millones de españoles; los consideraremos menores de edad para este juego y, en compensación, quedan exentos de seguir leyendo este artículo y les permitiremos que no hagan declaración de la renta. En su lugar que vengan a Madrid a entretenerse con las presentaciones de los nuevos galácticos del Real Madrid y, aunque les cueste sudores llegar a fin de mes, que aprovechen el viaje para comprar un par de camisetas de sus nuevos ídolos, de las de a 80 euros la tirada.

Aquéllos que ganen entre 21.000 y 60.000 euros al año, que según las cuentas y los cuentos de Hacienda deben ser unos 5,4 millones, que pongan cara de tontos; ya saben, de tontos de clase media. Entre todos aportan casi la mitad de lo recaudado, unos 31.000 millones.

Y aquéllos que ganen más de 60.000 euros, unas 747.000 personas, que pongan cara de muy tontos. Y seguro que lo serán, con perdón, porque mandahuevos que ganando esos sueldos nadie les asesore para no pagar casi el 40% del total recaudado por IRPF.

El resto del botín, con minúscula, un 10%, lo aportan los menores. ¿los menores también, hijos míos? Sí, los menores también, pero sin que se enteren, que ya tendrán tiempo de enterarse, si quieren y pueden. Se les dice que 'no necesitan’ hacer la declaración, nos quedamos con sus retenciones y santas pascuas.

La segunda parte del juego ya la conocen. El Estado se disfraza de padre protector, de defensor del pobre, de mano visible que corrige las imperfecciones del mercado, y se gasta su pasta como le viene en gana, y además nos intenta engañar. Y si gasta más de lo que le damos, pues nos sube los impuestos a los tontos y a callar.

Ya lo he comentado alguna vez, pero alguien debería decirles que eso que se reparten tan alegremente nuestros políticos -con el desdén de quien posee algo propio y en abundancia- es el producto de mi trabajo, de su trabajo amigo lector, del que hemos sido privados conforme a mecanismos coercitivos irresistibles. Lo diré de nuevo. Cada euro del que disponen nuestros gobernantes, es un euro que ha sido detraído del esfuerzo de los españoles. Nos pertenece a nosotros y nuestras familias. En consecuencia, deberíamos exigir el mayor de los respetos; deberíamos exigir que cada vez que se hable de cuestiones fiscales, se haga desde el más absoluto temor celestial y, por supuesto, que cada vez que haya de cercenarse nuestra libertad, se haga con motivos más que justificados.

martes, 23 de junio de 2009

Opinión, criterio y gobierno.

Para la Real Academia Española de la Lengua una opinión es un dictamen o un juicio que se forma de algo cuestionable.

Opinar podemos intentarlo todos, que para eso es gratis y la RAE no hace distinción para su ejercicio en atención a la raza, sexo o la religión del atrevido opinador. Pero estaremos razonablemente de acuerdo en que una cosa es tener opinión, y otra muy distinta tener criterio sobre determinado asunto.

Por ejemplo, sobre la célebre reforma del mercado de trabajo español hay opiniones que merece la pena escuchar; una ronda estos días el espacio económico común; es la del presidente del Banco Central Europeo, señor Trichet, que reclama para España una reforma laboral en serio y sin más dilación.

La opinión de Trichet es cualificada, es externa e independiente, y no arriesga su puesto de trabajo al expresarse. En razón de su cargo se presume que es una persona bien informada, que conoce en profundidad la dispar regulación sobre la materia en el seno de la Unión Europea, y que es consciente de las negativas repercusiones por las que caminará España si nos obcecamos en continuar con nuestro actual sistema de contratación, negociación y excesiva protección laboral.

La opinión de Trichet no es la única en este sentido; antes se pronunciaron en parecidos términos el Gobernador del Banco de España, el FMI, la OCDE, el comisario Joaquín Almunia…… el problema está ya suficientemente diagnosticado.

Hoy mismo el Presidente del Gobierno, acorralado entre tanta opinión de expertos y la espada de los sindicatos, como una pelota contra la pared ha manifestado que una cosa es opinar y otra gobernar. Bienvenidos a la arena política; no siempre lo necesario es compatible con la tarea de gobierno, entendida esta última como el fin último a perpetuar.

Parece ser que el 31 de julio es la fecha tope en la que el Gobierno, Patronal y Sindicatos esperan llegar a un acuerdo, tras más de un año de diálogo estéril, para tratar de introducir mejoras en el funcionamiento del mercado laboral. Desgraciadamente ya se sabe que ninguna de las necesarias transformaciones que necesitamos se van a acometer.

La fórmula perfecta para convertir un problema en una catástrofe es ignorarlo; el único alivio es que las pompas fúnebres son las únicas que están sorteando la crisis de empleo que nos azota; esperemos que llegado el día lo sigan haciendo; hasta el momento seguiremos opinando al tuntún y enarcando las cejas esperando pacientemente que las cosas empeoren.

Por cierto, esta noche de San Juan es la noche más larga del año para algunos; aunque para otros técnicos es la más corta. Cuestión de opiniones, ¿no?

lunes, 15 de junio de 2009

Puntos de vista

Me preguntaba pacíficamente la otra tarde un ex amigo sobre si yo consideraba más atinado, dada su situación de parado experto, cortarse las venas o colocarse en una cola del paro del INEM. ¡Hombre, difícil me lo pones!, pero antes de tomar una decisión tan drástica y encaminarse a una oficina de empleo público, siempre es mejor dejarse las venas crecer bravamente.

Además, yo soy sólo un observador sin ánimo de lucro, sumergido también en un bar de dudas y que, al hablar de estos temas, muchos consideran que tengo la gracia donde las avispas. El problema, mi problema, es que a veces me da por escribir lo que pienso, y otras prefiero dispararme un tiro en el pie para ver si duele tanto como dicen.

Antes de seguir engordando el blog con palabras sin fondo, me dan ganas de hablar de la respuesta realizada por cerca de 600 intelectuales de izquierdas al manifiesto de Los Cien del que yo hablaba hace unos días, más próximo éste al pensamiento de la patronal de empresarios.

He de reconocer que, a priori, el debate me gusta. Para empezar, seiscientos es seis veces cien, por lo que a poco que aporten en el campo ideológico, pensaba yo, malo será que no se decante la partida de su lado, aunque sólo sea como suma de cantidad.

El contramanifiesto lo promueve la 'Fundación Primero de Mayo', toda una declaración sindicalista de intenciones. Antes de entrar en harina y plantear soluciones, en su exposición de motivos se ocupan de buscar culpables, y desde allí se apunta al mundo financiero y a las autoridades económicas que nos han traído hasta aquí por su codicia e ineptitud; balones fuera y vía láctea propagandística de siempre.

¿Sus soluciones? Cojan papel y lápiz, y un pañuelo para secarse las lágrimas de la emoción. De primero me faciliten más créditos a las empresas y las familias. De segundo me amplíen el seguro de desempleo a los trabajadores, tanto la cuantía como el tiempo de la prestación. Y de tercero, más gasto público, que para eso somos muy listos y sabemos cómo, dónde y cuándo gastar el dinero que nos cedéis tan amablemente.

Ay, disculpen, me dejé su postre. Póngame una de cambio de modelo productivo nacional para llevar, que de camino a casa pienso innovar y generar valor añadido.

En fin, imagino que si usted es socialdemócrata seguirá a pie juntillas estas propuestas, aunque no las entienda, y si usted en antisocialista supongo que será porque entiende que esto es mitad disparate, cuarto y mitad de demagogia, y engañabobos el resto.

Mi querido ex amigo, como no puedo borrarme de la cara esta estúpida sonrisa, si sigues ahí, mi consejo para que vuelvas a ser mi amigo feliz de siempre es que te unas como liberado sindical a esta novedosa propuesta intelectual, para que las indecentes políticas de la derecha no caigan sobre ti y los tuyos, y puedas recibir tu sueldo nescafé directamente del bolsillo de los cuatro memos a los que aún les da por trabajar.

martes, 9 de junio de 2009

Ojo al dato

Quién no recuerda a SúperGarcía enfundarse su capa al filo de la medianoche y repetirse una y otra vez hasta la saciedad con esta coletilla que le hizo famoso; eran buenos tiempos para los jóvenes que le escuchábamos cada noche, y que le imitábamos repitiéndonos casi tanto como él. Recuerdo que finalmente sus peroratas cuasipolíticas le hicieron sucumbir después de varias décadas en lo más alto.

Pues estos días hemos conocido un dato, el del paro registrado en las oficinas del INEM durante el mes de mayo en España; en total, 24.471 personas menos. Evidentemente esto no es un espejismo, repito, es un dato real, y si no que se lo digan a los desempleados que han dejado de serlo en este periodo.

Pero antes de entrar a echarle un ojo y valorarlo, me apunto a los que piden un poco de respeto a la maquinaria del INEM, que viene funcionando con normalidad durante muchas legislaturas bajo el gobierno de distintos bandos. Hago este inciso porque de nada vale tildar de manipulador estadístico al Gobierno reinante sin presentar prueba alguna, y deja de lado lo realmente importante, que no es otra cosa que el análisis y la reflexión sobre lo que el ojo no ve.

La erosión del Gobierno se deja patente una vez más al interpretar como el principio del fin de la crisis una estadística parcial como ésta, sin duda con un fin claramente electoral; sin embargo, con ocasión de las elecciones al parlamento europeo, la realidad ha pesado algo más que el maquillaje.

Para poder atisbar los famosos brotes verdes del equipo económico del Gobierno, la cifra del paro publicada habría que depurarla de efectos aleatorios y estacionales; y dando un paso más, donde de verdad pasará su reválida es en la futura certificación de la EPA (Encuesta de Población Activa), estadística homologada con los países de nuestro entorno que permite una comparación más fiable entre ocupados y parados.

Es cierto que históricamente el paro estimado por la EPA y el registrado en los servicios públicos de empleo ha diferido de forma notable, debido a discrepancias básicamente metodológicas; la EPA es una encuesta del INE realizada a un censo de personas en edad de trabajar, mientras que el paro registrado es una estadística del INEM, confeccionada a partir del registro de demandantes de empleo en los registros públicos.

La población parada que calcula la EPA es más certera, pues comprende a las personas de 16 a 74 años que no están ocupadas, que están dispuestas a trabajar y que buscan activamente un empleo, mientras que el paro registrado por el INEM incorpora únicamente a las personas inscritas en las oficinas públicas de empleo. No hace falta abundar mucho más para que quede claro que no todos los parados que buscan empleo lo hacen a través de las oficinas públicas.

Pero si nos queremos ceñir únicamente al dato publicado por el INEM correspondiente al mes de mayo, debemos separar el grano de la paja y depurar el efecto estacional de la serie; en este caso, la pérdida mensual de empleos alcanza las 88.000 personas, cifra que en ningún caso puede calificarse como positiva. Es verdad que es un dato parecido al de mayo de 2008, y algo mejor que los meses precedentes de 2009 pero, desgraciadamente, la tierra verde prometida aún queda lejos, y a la EPA pongo por testigo.

jueves, 4 de junio de 2009

Las propuestas del grupo de los Cien

Podían haber sido 200, ó sólo 50, pero han sido 100; un centenar de economistas de universidades españolas y extranjeras, entre los que se encuentra el actual Secretario de Estado de Economía ó el Presidente de la CNMV, han propuesto una reforma del mercado laboral cuya medida estelar consiste en la creación de un único contrato indefinido, en el que las indemnizaciones por despido sean progresivas y las coberturas por desempleo decrecientes, y con ello se incentive al parado a la búsqueda activa de empleo y se pongo coto al reparto de raciones ingentes de sopa boba.

Se pretende acabar con la absurda dualidad de nuestro mercado laboral, en el que conviven desairadamente la sobreprotección del trabajador con contrato indefinido, y la infraprotección para el contratado temporal; la consecuencia de este sistema es que, a la hora de crear nuevos empleo, el empresario opta forzosamente por realizar contrataciones que no lastren administrativamente la supervivencia de su negocio.

Para este nuevo contrato proponen indemnizaciones por despido que aumentarían desde los 10 días por año trabajado, hasta cerca de los 36 días por año de servicio en un período laboral de diez años.

Nuestro mercado laboral actual constituye un problema, hasta ahí estaremos todos de acuerdo; sin embargo, los hay que siguen pensando que el trabajador es la parte esencial del proceso productivo, y no entienden que si los costes salariales aumentan sin un incremento paralelo de la productividad, el empresario tenderá a utilizarlos menos, a cerrar determinadas líneas de su negocio, o a echar la persiana de su negocio definitivamente; es decir, quienes acaban sufriendo las consecuencias de las ansias de dignidad social son aquéllos a los que supuestamente se quiere beneficiar.

Los Cien también proponen modernizar el sistema de negociación colectiva, para que los acuerdos laborales que se alcancen entre empresarios y trabajadores puedan prevalecer sobre los convenios de ámbito superior; es un sinsentido que, en el ámbito de una empresa, determinados acuerdos no puedan llevarse a cabo porque intereses diferentes negociados en otras mesas, planteen restricciones que pongan en peligro la viabilidad de un proyecto concreto.

El actual sistema supone un freno a la productividad de los trabajadores, y con esta medida se aboga porque los acuerdos de empresa prevalezcan como norma, y no como excepción, sobre los convenios de ámbito superior.

Todo esto que parece de sentido común, choca con los intereses creados por unos sindicatos encanallados y por un Gobierno especialmente dañino que nos conduce a una especie de autogenocidio laboral, donde nos destruimos a nosotros mismos.

Si pudiera volver a empezar este artículo intentaría ser más optimista, pero como no me apetece y cada vez quedan menos obreros a los que despedir, lo más probable es que, aunque se nos acaben los buenos modales, la propuesta quedará como un intento en vano de acabar con la sangría de desempleados del mercado nacional.

Tendremos preparadas toallas limpias y agua caliente aunque, como en el caso de los partos, no sé muy bien si servirán para algo. Una lástima porque ya hemos agotado las maneras de bajarnos los pantalones; lo digo por si no se habían dado cuenta.

miércoles, 27 de mayo de 2009

¿Europa?

En los mítines convocados con vistas a las elecciones europeas no se habla de Europa; ¿por qué?, pues sencillamente porque a la gente le importa un bledo eso que se llama Europa; porque nadie se siente europeo, aunque a algunos les guste la idea; porque pocos sabrían citar de carrerilla los países que conforman la alianza europea, y mucho menos hacerlos coincidir correctamente con sus capitales; porque casi nadie sabría responder con seguridad si Estrasburgo es ciudad francesa o alemana; porque casi todos creen que Bruselas es simplemente el cementerio de elefantes de los diputados acabados y, sobre todo, porque nadie se cree que la Unión Europea sea algo más que una unión monetaria.

Pues estando así el patio, mejor hablar de la propuesta del Gobierno de eliminación de la deducción por adquisición de vivienda; haga un esfuerzo y siga leyendo el artículo que esto sí le afecta al bolsillo directamente.

¿Y a quién afecta esta nueva regulación? Hasta donde sabemos la supresión afectará a aquellos ciudadanos que declaren ingresos superiores a 24.000 euros anuales, aunque este importe puede verse modificado al alza finalmente; por tanto, acotando por la cantidad, algo más del 60% de los nuevos hipotecados pueden respirar tranquilos, si es que ganar menos de este importe les deja respirar; acotando en el tiempo, la medida se aplicará sólo a quienes adquieran una vivienda a partir del 1 de enero del 2011.

Una de las razones del anuncio de esta medida a dos años vista es advertir que viene el lobo, y con ello intentar poner freno al batacazo del sector de la construcción, espoleando la demanda para dar salida durante este tiempo a los cerca del millón de pisos en stock de los que cuelga ahora el cartel de ‘se vende’. Otra razón es el intento de mitigar el retroceso de los precios que se viene produciendo en los últimos meses.

Algo se conseguirá, no cabe duda, pero yo me pregunto; ¿incentivar la reducción del stock de viviendas soluciona el problema, o simplemente lo pospone hasta 2011? A mí me suena a medida electoralista, a huída hacia adelante, a abrigo largo para tapar el fracaso, y a distorsión artificial del mercado.

Es cierto que son muchos los expertos que aplauden la eliminación de esta deducción, pues opinan que es un mecanismo perverso que encarece artificialmente el precio de los pisos, tal y como viene advirtiendo la OCDE y el FMI, y que finalmente los más beneficiados de la bonificación son los promotores y los vendedores, y no tanto el comprador.

En mi opinión, la supresión de la desgravación debió acordarse en los años de la burbuja, cuando podría haber frenado el alza de los precios, pero ahora ¿no sería lo correcto precisamente aumentar el incentivo fiscal hasta que el mercado se recupere del coma que padece?

En cualquier caso, no olvidemos que la adquisición de una vivienda para el español medio implica la canalización de su ahorro a largo plazo; es más, para algunas familias constituye su única fuente de ahorro; entonces, ¿no sería lo más justo que el Gobierno devolviera a los contribuyentes los cerca de 4.000 millones de euros que se van a liberar para, de esta forma, incentivar otros sistemas de ahorro? De lo contrario, estaríamos ante una subida de impuestos en toda regla, de esas que propina un severo castigo a las clases medias.

lunes, 18 de mayo de 2009

Desahucio intelectual

Ponga usted la hache del desahucio donde quiera, incluso no la ponga si con eso siente un vientecillo de libertad, pero tenga cuidado porque si le da por ubicarla en el sitio supuestamente correcto, seguramente se dará cuenta de que nos están quitando toda esperanza de conseguir lo que se desea, y será como admitir que el enfermo no tiene posibilidad de curación.

Hoy mi sonrojo viene por el mal arreglo de una de las medidas pergeñadas por Zapatero para atajar la situación económica que atravesamos; me refiero a la de los 2.000 euros del ala para la compra de un coche. ¿Qué si estoy en contra? Pues a ratos.

La intención es buena, y no voy a valorar si 2.000 euros son muchos, pocos, suficientes, bastantes o bastantes pocos, que para eso los adverbios de cantidad son muy socorridos y cada uno los utiliza como le viene en gana.

Tampoco le pienso quitar a zetapé las ganas de intervenir en ayuda de un sector clave de nuestra economía, que para eso es un tío social como Dios manda, y para quejarse ya están los de los otros sectores no tan estratégicos. Total, si yo vuelvo a decir que a mi no me gusta que con mi dinero otro se lleve un passat más barato, me van a volver a llamar de todo; para eso aplaudo como el que más la medida y santas pascuas.

Ahora me pregunto a mi mismo si se merece ayuda pública el sector del automóvil en España; podría contestar que socialmente sí, pues algunos de mis grandes amigos trabajan en él, y muy duro por cierto; pero para eso no haría falta escribir nada, con tomarnos unas copas a la luz de una barra de un bar bastaría.

Cuando digo si merece ayuda, no me refiero a otra cosa que si es legítimo planteárselo cuando otros muchos sectores están sufriendo dificultades similares y no reciben maná público. También es cierto que el maná es limitado, aunque no se lo crean, y aparte de mis amistades algo más sí se puede decir.

Ahí van unas pocas razones a favor; la industria del auto está arrastrando a un gran número sectores industriales en su caída –aceros, cristales, plásticos, equipos de música, mecánicos, concesionarios, financieras, seguros, petroleras,…….etc.

Y ahí van unas pocas salvedades; cuidado con las ayudas directas a las empresas, porque podemos estar enmascarando problemas de eficiencia y competitividad, y ya sabemos cómo se resuelven a la larga estas cuestiones, con reconversiones brutales, y en última instancia con quiebras (Saab y Opel andan seriamente amenazadas).

Pero disculpen, yo quería hablar de los 2.000, a ver si me he enterado bien; la nueva idea la van a costear a escote entre el Gobierno Central, 500 euros, las Comunidades Autonómicas, otros 500, y los fabricantes, otros 1.000. ¡Qué grande, Zapatero, todos a una!

Pero siempre hay aguafiestas, y para empezar las Comunidades han dicho que tururú, o que según, cómo y cuándo, que para eso viven en sus taifas. Vale, sólo es un pequeño descuido.

Pero, ¿y los 1.000 de los fabricantes? Me lo expliquen: ¿es que no había comenzado la guerra de descuentos ya hace meses? ¿es que había balas en la recámara sin usar por el sector? ¿es que podían haber bajado más los precios y no lo han hecho hasta ahora? ¿es que sólo los bajarán si se les da dinero público por otro lado?

Ojalá la medida surta efecto a pesar de lo improvisada y lo antieconómica que es; ojalá, porque al final, de forma directa o indirecta, en España unos 700.000 puestos de trabajo dependen del ello.

domingo, 10 de mayo de 2009

De la Vogue

Algunos piensan que es la única cabeza lúcida del gobierno Zapatero; otros piensan que esto no es ningún mérito. Yo pienso igual que usted, que es intolerable que la Vicepresidenta se haga valer, ante su tropa de correligionarios ministros, para aprobar una nueva regulación que algún tribunal de justicia forzosamente declarará ilegal cuando de esta señora no se acuerden ni los que pensaban que era lúcida.

Como el criterio del Gobierno es no tener criterio, ni siquiera el de su ideario social, el turno del atropello, del intervencionismo más rastrero, le ha llegado a las empresas de telecomunicaciones que operan en España. Sí, ya saben, las Telefónica, Vodafone, Orange, Yoigo, Tele2 y demás familia, ésas que le despiertan a usted de la siesta cada día para ofrecerles descuentos imposibles en su factura de Internet.

La enésima ocurrencia de la vogue es que estas empresas, privadas para más señas, tendrán que abonar una tasa del 0,9% de sus ingresos para financiar parte de la eliminación de la publicidad en la televisión pública, la RTVE, la del ‘Cuéntame cómo pasó’. Toma ya. Se lo cuento si me aclaro.

El ente público RTVE, ese saco roto sin fondo capaz de acumular pérdidas recurrentes en aras del servicio público, ¿público?, dejará de ingresar unos 500 millones de euros anuales en concepto de publicidad; El Ariel ya no lavará más blanco en TVE, ni pagará por aparecer en el intermedio del ‘Mira quién baila’. Parecía razonable atender la sempiterna demanda de las televisiones privadas que competían en desigualdad ante el ‘saco roto’, pero de esta forma tan chusquera no lo entiendo.

¿Y por qué no cerramos el chiringuito y nos dejamos de mantener una televisión pública que sólo se dedica a sacar el lado bueno del gobernante de turno, y cuya parrilla de programación es parecida a la del resto de sus competidoras privadas? Pues porque ese muerto de millones de euros lo van a soportar las empresas de telefonía; no me dirán que no es brillante la idea; Me disculpo de antemano y acudo por segunda vez en pocas semanas al castizo y malsonante, ¡que se jodan, que bastante dinero ganan; bien hecho, Vice Vogue!

Una vez aliviado y satisfecha mi venganza por la factura mensual que pago a mi operador de móvil, es inevitable pensar en las consecuencias directas e indirectas de la majadería aprobada.

Hasta que un tribunal competente les devuelva lo que es suyo a las operadoras privadas, sus gestores contrarrestarán la medida aumentando las tarifas que cobran a sus clientes, a todos nosotros, con el fin de salvaguardar sus márgenes ilegalmente menguados. Ya lo ha advertido el señor Alierta.

También podrían dejarlas como están, y que fueran los accionistas de cada empresa los que soportaran la arbitrariedad vogue, pero entonces quizá sus dineros volverían la espalda al sector teleco e irían a buscar otros sectores menos intervenidos y de mayor rentabilidad. ¿La consecuencia?, menores posibilidades de inversión de aquéllas, y en definitiva, peor servicio para todos.
Espero que, por lo menos, sea usted un español como Dios nada y a partir de ahora vea los documentales de La 2; al fin y al cabo, cuando llame a su pareja por teléfono para ver cómo anda su niño, estará contribuyendo al bien común.

En este caso y como tantas otras veces, si me han entendido bien es que me he explicado mal.

viernes, 8 de mayo de 2009

Lady Thatcher

Dicen que ‘la dama de hierro’ está perdiendo la memoria; es triste, pero mucho más triste es que esta parte del mundo se olvide de ella. Esta semana se cumplió el treinta aniversario de su llegada al poder, a downing street, y su legado al frente de la pérfida Albión es tan importante que bien merece un repaso en su honor; de hecho, muchos son los ciudadanos británicos que recuerdan dónde estaban y qué estaban haciendo cuando escucharon que Margaret Thatcher dimitía de su cargo.

Es cierto que corren malos tiempos para ensalzar su capitalismo democrático, quizá por eso ha preferido ‘ausentarse’ a su manera de entre los vivos, pero la rocosa lucha que libró durante once años a favor de la liberación de los mercados, bien merece el reconocimiento de quienes seguimos pensando que el Estado no es la solución, sino el problema.

Nadie dijo que la tarea fuera fácil; nadie dijo que todo fuera a ser perfecto; nadie dijo que la imprudencia no nos fuera a acompañar; al menos no creo que haya que entenderlo así, sin embargo, ahora parece que toda la culpa, toda, de nuestra situación actual la tiene el sistema financiero privado, su codicia y sus perpetuas ansias de becerros de oro.

A poco que se reflexione sobre las causas del aquí y el ahora, los dedos habrán de apuntar a otros sospechosos, muchos de ellos gestores de lo ajeno, llamados a corregir lagunas desde el otro lado del ser humano. Y las más de las veces sus intentos de corrección lastran aún más las llamadas imperfecciones del mercado. No olvidemos que el financiero es el sector más regulado, sometido a supervisión pública a este y al otro lado del mundo. ¿será entonces la solución más supervisión, más intervención? Cuanto menos el debate debe estar abierto, pero aún hoy es difícil olvidar ‘la mano invisible’ de Adam Smith, a pesar de los más de doscientos años transcurridos. Por algo será.

Hoy, el socialista que dicen que todos los españoles llevamos dentro solicita protección, solicita alargamiento de las raciones de sopa boba, y a pesar del evidente deterioro político de nuestros ilustres memos, las encuestas siguen poniendo de manifiesto que es más difícil cambiar el rumbo político que el económico. Ayudar a los desfavorecidos suena a música celestial, pero un gobernante debería luchar porque no haya desfavorecidos, y una sociedad inmadura no distingue entre ambos modelos.

Volviendo a Margaret, en el terreno estrictamente económico, su gestión está acreditada por las profundas reformas con las que rescató a la economía británica del estancamiento de los años 1970, las mismas que ahora necesita esta España de las desastrosas autonomías.

sábado, 25 de abril de 2009

Más domingos al sol

En su calendario todos los días son festivos, pero en todos hay motivo para la desesperación. Ésta es la historia que narra la película ‘Los lunes al sol’, la de aquéllos que viven la vida en domingo.

Hoy en España conviven 4.010.700 ciudadanos vestidos de chándal, parados, inmóviles, estancados, quietos, estáticos, paralizados, deprimidos, abatidos, decaídos, desanimados; y estar parado significa estar sin empleo, mirar a las musarañas y apuntarse al deporte de contarlas a diario. Y esto era hasta final de marzo, porque a razón de 10.000 trabajadores al día, hoy habrá unos 200.000 más en esta fascinadora situación.

Es verdad que la Ministra Elena Salgado salió ayer a dar la cara, pero ya apesta a difunto el tono de su discurso, y no lleva ni cuatro días en su puesto; no entiende el problema, está esperando a que escampe, y no se quiere dar cuenta que nadie va a venir a pagar nuestras deudas. Vuelve a errar, sin hache, cuando pretende aplicar nuestro nulo margen de maniobra ampliando el periodo de cobertura a los parados ¡Más madera, más sopa boba!

Seguro que estos dineros bien reinvertidos en ánimos a la pequeña empresa traerían mejores réditos al empleo, pero es mejor seguir haciendo de necios samaritanos, es mejor seguir garantizando que nunca se acordarán recortes sociales. A pesar de sumir al país en un estado de emergencia, de vergüenza internacional, de catástrofe demoledora, falta talante para asumir la ineptitud; estamos ante un Gobierno ingobernable, y sólo nos quedan motivos para la desesperanza, para la desilusión compartida.

La cobertura al parado ha de ser forzosamente seductora hacia la búsqueda de un nuevo empleo; su importe debería ser decreciente a medida que pasen los meses; quizá mayor de lo que es hoy al principio, y considerablemente inferior a medida que se prolongue la agonía. Lo gratis no funciona, ni siquiera en épocas de degeneración como las que vivimos.

Los más de cuatro millones de parados no son una cifra, es un drama, y abróchense los cinturones porque del cuatro al cinco sólo resta el tiempo en que un memo tarda en hacerse notar.

jueves, 23 de abril de 2009

Lo mejor de lo peor

Lo mejor es que hay quienes quieren debate sobre el sistema de pensiones público español; lo peor es que hay quienes no quieren.

Lo mejor es que el problema es fácil de entender; lo peor es que algunos no lo entienden.

Lo mejor es que la mecha la ha encendido el Gobernador del Banco de España, socialista para más señas; lo peor es que el Ministro de Trabajo y el Presidente de Gobierno le han querido acallar.

Lo peor es que Fernández Ordóñez no ha propuesto el fin del sistema piramidal fraudulento de nuestras pensiones; lo mejor es que a nadie le importa realmente lo que pase en el futuro.

Lo peor es que las medidas propuestas por Mafo sólo implican un retraso en la segura quiebra del sistema de pensiones; lo mejor es que igual no estamos vivos para verlo.

Lo mejor sería un cambio total, un giro hacia lo que es justo, un cambio para que a nadie le roben sin su consentimiento; lo peor es intentar explicarlo y que nadie entienda que nuestro sistema de reparto no redistribuye riqueza de ricos a pobres, sino de jóvenes a viejos.

Lo peor es que un viejo pobre se puede quedar sin pensión, aunque antes fuera rico; lo peor es que un joven pobre debe pagar la pensión a viejos ricos, aunque se apelliden Botín.

Lo peor es que es falso que el sistema actual sea solidario; lo mejor es que casi todos se lo creen.

Lo peor es mentar a Marx para explicarlo; lo mejor es que hay que ser un osado para intentar entender 'El Capital 'de Marx.

Lo peor es que un joven no puede elegir cómo asegurar su futuro; lo peor es que un viejo puede haber destinado su esfuerzo a la nada.

Lo mejor sería que cada uno pudiera optar por cubrir su jubilación libremente; sería lo mejor para todos los pensionistas, que viven peor que otros países donde ya son libres.

Lo mejor es no ponerse en lo peor; lo peor es que todo irá a peor.

Lo mejor es que la cosa podía ser peor.

jueves, 16 de abril de 2009

Apaga luz, Mari Luz

El título del artículo es una gansada como la copa de un pino, una de tantas, una de tontos. Yo quería hablar sobre la tarifa eléctrica que pagamos los españoles, pero antes de entrar en faena me he acordado de una de esas canciones que solíamos cantar en los sanfermines, sólo eso.

Antes de hacer demagogia y ponerme a hablar de demagogia, de asociaciones protectoras de consumidores, de sindicatos y demás fuerzas vivas del panorama cañí, creo que es justo exponer dónde estamos y dónde nos gustaría estar, al menos a algunos; usted dirá.

Al grano; lo que conocemos como ‘déficit de la tarifa eléctrica’ es la diferencia entre lo que de verdad cuesta producir la luz a las empresas eléctricas, y lo que pagamos los consumidores en el recibo; es decir, en román paladino, pagamos por la luz menos de lo que, en circunstancias normales de mercado, nos correspondería; ¿sorprendido, alegrado, preocupado, indiferente, insensible? ¿ninguna de las anteriores?

Al menos por curiosidad, se preguntará; y la diferencia, ¿quién la paga?, porque estaremos de acuerdo que ninguna empresa se pone en marcha todos los días para ‘alumbrarnos’ a costa de perder recurrentemente dinero de una forma tan majadera; de hecho, con echar un vistazo a los beneficios publicados por Endesa, Iberdrola ó Unión Fenosa de los últimos años, el planteamiento se quedaría en cueros vivos. Se lo intentaré aclarar más tarde.

Evidentemente toda esta situación tan anormal es consecuencia de una radiante idea de algún dirigente del pasado, que para eso son los dueños del chiringuito nacional, y por eso son tan fuertes, tan altos, tan rubios, tan listos, tan todo.

¡Ah!, entonces imagino que ya sabrá quién paga la diferencia; la pagaremos todos, mejor dicho, nos la harán pagar a todos pero sin enterarnos, con cargo a la ficción de los presupuestos, y enarbolando la bandera del bienestar común. Pues no, esta vez no es así; siento liarles.

En realidad todo el déficit tarifario que se lleva acumulando en España desde el año 2000 lo pagarán los consumidores del futuro en su tarifa; es decir, los que cometan el atrevimiento de encender la luz una vez resuelto este entuerto, pagarán la electricidad a un precio superior a lo que el mercado les conduciría. ¡que se jodan y que hubieran consumido antes!

El tema lo explica primorosamente el profesor Barea cuando diserta para sordos que tratándose de un bien privado, como es la electricidad, no es admisible, desde el punto de vista de la equidad, que el coste de consumir la misma se traslade en parte a otra persona que no la ha consumido; es un principio general de una economía de mercado donde el que consume paga su coste. Por tanto, se daría una falta de equidad intergeneracional, ya que los nuevos consumidores pagarían una luz más cara que su coste, para compensar la rebaja que ellos no disfrutaron; ¿acaso cuando usted pide un café deja a deber el 30% para que lo pague el cliente siguiente?

Y dicho esto, cada cual que piense como quiera, que para eso estamos en una economía sabiamente intervenida y, queramos o no, siempre volverá a salir el sol para iluminarnos.

lunes, 6 de abril de 2009

Los últimos días del hombre entre la multitud

Con la vista puesta en las vacaciones de Semana Santa me han dado ganas de escribir un cuento, aunque depende del color del lugar desde el que se lea, las conclusiones no diferirán demasiado de la realidad.

El relato comienza en una agencia de viajes rumbo al paraíso del 2x1, no sin antes luchar a brazo partido en las garitas de detectores de colonias y otros líquidos homicidas de la T4 del aeropuerto de madridalcielo.

El comandante del vuelo se disculpó de antemano por el escaso espacio entre asientos de la clase turista, al parecer a causa de la dichosa crisis; nadie en su sano juicio solicitaría el libro de reclamaciones al comienzo de unas vacaciones, así que todos aplaudimos atronadoramente su sinceridad. A veces es mejor resultar herido por la verdad que consolarse con un hatajo de mentiras.

Como estaba muy incómodo notando la rodilla del pasajero de atrás clavarse en mi espalda, decidí leer algo de la prensa gratuita del día anterior, ésa que reparten como somnífero la compañías aéreas que aún no han quebrado, y una vez me venció el sueño mi mente me trasladó sin más esperas ni retrasos a destino, hacia una playa de aguas turquesas donde la realidad nada importa y donde el disfrute de estos días constituye la autenticidad de la vida.

Allí rodeado de otros seres en cuyas caras se dibujaba la felicidad, me traicionó mi subconsciente y me dio por acordarme de él, del hombre que camina sólo entre la multitud y que consume sus últimos días al frente del papel salmón nacional tras 30 años de servicio. Me dirán que buenas ganas tengo yo de amargarme los sueños de mi propio cuento; es cierto, pero es que uno de los problemas de las vacaciones es el tiempo que tienes para leer sobre los cuentos de otros.

Además, yo reconozco que dilapido mi crédito ante la multitud, y quizá por eso ahora sueño con él, un tipo aparentemente tranquilo al que parece que nada le asusta, que convive entre los bravos como si nada le importara, sabedor que tarde o temprano saltará al vacío y se apretará doble ración de carretera y manta. El caso es que, en mi cuento o en mi sueño, parece un mortal que pertenece a la categoría de los llamados decentes, aunque de aquéllos a los que cuesta seguirles con claridad sus principales coordenadas.

Mientras me creía feliz y me apretaba unos whiskys en el último chiringuito legal de la costa española, y ya con el bañador enfundado como segunda piel, creí escuchar a otro tropel de turistas comentar que nuestro avión, el mismo en el que yo viajaba durmiente, había sufrido un terrible accidente cayendo fatalmente en picado al mar....... una multitud anónima de unos 3.605.402 pasajeros había quedado sepultada en lo más recóndito del fondo del mar; afortunadamente, y siempre según cifras oficiales, no se produjeron daños irreparables, ni tampoco víctimas realmente mortales.

Sin embargo, algunos miraban desde el fondo con aire de imploración, como si buscaran un consuelo casual o alguna esperanza perdida; la megafonía del avión había quedado seriamente dañada, tanto como la hoja de servicios de su comandante; desde las asociaciones humanitarias más lejanas reclamaban más diálogo y más conciliación laboral y familiar, y desde la torre de control sólo llegaban sonrisas cómplices en blanco y negro.

Pero todo cuento que se precie ha de acabar bien así que, a pesar del leve malestar reinante entre el colectivo accidentado, alguien llamado bienestar salió en su ayuda y, mediante técnicas de respiración asistida, prometió remesas de 2.610 millones de euros mensuales procedentes de aportaciones involuntarias de potenciales accidentados que no quisieron o no pudieron tomarse este año vacaciones de Semana Santa.

Menos mal que mi cuento lo escribo a mi antojo y conseguí saltar del avión a tiempo al enterarme de la fatal noticia.
Camarero, otro whisky, que sea nacional si puede ser, que quiero echar una mano.

sábado, 28 de marzo de 2009

Que cada uno suelte el animal que lleva dentro

Parece, o eso parece, que Gerardo Díaz Ferrán, presidente de la CEOE, empieza a cogerle gustillo al papel institucional que le toca, por suerte o por desgracia para él. No está mal eso de mantener en el tiempo una línea de actuación coherente; al menos los del otro lado del río pueden apuntar siempre en la misma dirección, sin leer el contenido y casi sin esfuerzo, y al menos los de este lado del río podemos escribir alguna vez en positivo, para variar y para no cansar al lector, que bastante tiene con lo suyo.

El señor Ferrán acaba de instar al Gobierno central a ‘promover una reforma laboral para conseguir un mercado de trabajo "coherente", en el que se supriman los contratos temporales a cambio de abaratar el despido de 45 a 16 días de indemnización por año trabajado’.

Ya he comentado varias veces que estoy de acuerdo con la medida, y no tarareando un son personal, sino porque pienso decentemente que es una de las grandes reformas que no pueden dilatarse más si queremos que España deje de ser una fábrica de asentar parados de larga duración de una manera tan cruel.

Por otro lado, o desde el otro lado, mejor dicho, vuelve a la arena del circo Cándido Méndez, el anestesista sindical, el padre prodigio, el anticuado pródigo, el visionario que ya lleva ciego al frente de la UGT camino de 20 años, y se presenta ante los medios proponiendo una semana laboral para los españoles de cuatro días, y lo defiende como todo un avance en la conciliación de la vida familiar y laboral……. supongo que para los pocos que queden con vida si se lleva a término esta incalificable majadería.

El problema, a mi juicio, es de mensaje, y precisa soluciones de telemarketing y mercadotecnia. Bien es cierto que no corren buenos tiempos para sesudas reflexiones pero, sin algo de esfuerzo por nuestra parte, es complicado transmitir lo que la verdad esconde. Quizá bastaría con incluir alguna reforma educativa integral en la que se valore de forma positiva la figura del empresario, tan denostada en algunos libros de texto.

No pretendo poner al señor Cándido en caza y captura, pero si alguien en su sano juicio cree que esta propuesta es un avance para la clase trabajadora y no una fechoría contra el derecho de los individuos a progresar, es que aún nos creemos aquella cantinela de los derechos adquiridos de la clase trabajadora, y entonces, el triunfo perverso del candoroso Cándido, si lo logra, será nuestro fracaso.

jueves, 19 de marzo de 2009

Mentecatos

Me refiero al sustantivo, no al adjetivo, y no, no pretendo faltar el respeto a nadie, sólo es un inocente juego de palabras para no aburrirme demasiado y para bautizarles a ellos, a la asociación de trabajadores presuntamente constituida para la defensa y promoción de los intereses económicos y sociales de sus miembros, y también de sus miembras, en su caso.

Prometo no rayarme demasiado y no volver a nombrarlos en un tiempo prudencial, ni siquiera a renombrarlos, ni a ellos y menos a sus miembros, por lo menos hasta unos minutos después de acabar este post del día del padre.

Pero es que con el salto del tigre de Cándido Méndez ya estamos todos, al menos a los que se esperaba desde hace tiempo; lo malo, para unos, es que el discurso flema con el que ha despertado de su plácido sueño Cándido, el de UGT, no el de los cochinillos, ha sido el de siempre, aunque destaca ese tono desafiante, esa amenaza de salir con el 7º de caballería a la calle, como si el que debiera arreglar todo esto no quisiera y hubiera que rejonearle un poco para que espabilara al ver un poco de sangre derramada.

Comenta Méndez, haciendo deshonor a su nombre, que ‘los recortes salariales que pretende la patronal no van a facilitar el crecimiento y el empleo. Por el contrario pueden generar una contracción económica aún mayor, empeorando una situación que ya es difícil’. Como me produce jaqueca y náuseas, voy a hacer un pis y ahora vuelvo.

Ya estoy aquí; bastante mejor; lógicamente, el de antes no comenta nada sobre el mercado de trabajo, nada sobre cómo potenciar el contrato a tiempo parcial, nada sobre políticas de reeducación y de recolocación de los trabajadores, nada sobre la reducción de las cotizaciones a la seguridad social, nada sobre incentivos a las empresas de aquellos sectores que se pretenda potenciar, nada sobre políticas de reducción de impuestos, nada sobre cómo paliar nuestra endémica falta de competitividad, nada sobre posibles acuerdos en el seno de las empresas para reducir salarios en momentos bajos, a cambio de ciertos acuerdos para conservar los puestos de trabajo. Nada de nada.

A mi tampoco se me ocurre ninguna solución; bueno sí, o mejor dicho, no se me ocurre pero estoy de acuerdo con lo que se le ha ocurrido a Ansón; creo que el movimiento sindical funcionaría de manera más eficiente si se suprimieran todas las subvenciones y las ayudas presupuestarias que van a parar obligatoriamente desde nuestros bolsillos hasta los bolsillos de estos cándidos, pero para no dejarles desamparados, se podría articular un sistema parecido al de la financiación de la iglesia católica (por cierto, el éxito ha sido mayúsculo), y bastaría con poner una casilla en la declaración de la renta para que los simpatizantes de los camaradas dedicaran un porcentaje de sus impuestos a sufragar la dolce vita de UGT, CCOO, USO, …… seguro que se forrarían, ¿verdad?

miércoles, 18 de marzo de 2009

Chinchín, Klaus

Creo que no descubro nada a nadie si afirmo que a la clase política, en general, bien le vendría una buena ración de formación (separado), tanto de carácter técnico como propiamente política, entendida esta última como el arte de gestionar los (escasos) recursos públicos de manera eficiente, que no eficaz, cara a maximizar los servicios al ciudadano.

Me estoy refiriendo a algo tan elemental como es la preparación previa que se exige a todo trabajador para el desempeño de una función, ni más ni menos. También es cierto que ‘a capar se aprende capando’, y no me quiero meter con los defensores a ultranza de la bendita experiencia, pero claro, aprender las funciones propias de un puesto de esta trascendencia sobre la marcha y con la única ayuda de la profesora vida, es un escupitajo al aire que las más de las veces acaba cayendo en lo más profundo del iris del ciudadano.

Quizá les esté dando una idea de negocio a los empresarios del famoso CCC, aunque confesada ya muchas veces mi frustración como animal empresarial, seguro que ningún registro de patentes serio pagaría un euro por este vulgar I+D propuesto.

Sobre la otra, la capacitación técnica de los políticos, surge siempre el debate sobre si éstos deben ser reputados conocedores de la materia a cuya responsabilidad se encomiendan, o si basta con un poco de arte para llevar a cabo su misión. Desechando los extremos químicamente imposibles, uno se decanta por un poco más de conocimiento técnico y un poco menos de artista, aunque quede claro que las discrepancias siempre son sanas.

¿Y a qué viene este rollo? Pues al maravilloso asombro que me ha producido oír (mejor dicho, leer) al presidente de turno de la Unión Europea, el checo Klaus, mentar en el parlamento europeo al afamado economista liberal francés del siglo XIX, Frédéric Bastiat, defendiendo, ante el embotamiento general, supongo, nada menos que el concepto de libertad versus intervencionismo, ironizando sobre aquellos fabricantes de velas, de las de alumbrar, que se quejaban ante el Rey de la competencia desleal de un competidor extranjero, el Sol, solicitando un arancel protector ya que, al iluminar gratuitamente, reducía drásticamente su cifra de ventas, incidiendo gravemente sobre la industria nacional.

Esperanzador discurso de Klaus, aunque mucho me temo que quedará en una simple gimnasia pedagógica que será súbitamente enterrada por los durmientes eurodiputados.

lunes, 16 de marzo de 2009

El pasado ya nunca será lo que era

¿Se acuerdan de aquellos tiempos en los que nuestros padres nos daban la paga y, sin saber cómo, la estirábamos durante toda la semana con ingenio y agudeza? Sí, eran buenos tiempos; en ocasiones nos bastaba una agradable velada donde el nivel de la botella que nos acompañaba iba acercándose lentamente hasta el fondo, y ni siquiera había que saberse el nombre de los ministros de la época, ni siquiera importaba si las organizaciones sindicales pasaban lista a su cabeza antes de proponer alguna medida ‘social’. Hoy todo es diferente; tanto que a veces me da por escribir.

Y hoy es uno de esos días, y me apetece cavilar sobre las sesudas reflexiones de Ignacio Fernández Toxo, secretario general de Comisiones Obreras; para no perdernos nada de sus manifestaciones y no me tilden de manipulador, voy a valerme del doctor Google y de la agencia EFE para transcribírselas literalmente: "El país necesita del entendimiento entre las organizaciones empresariales y los sindicatos, pero no se puede hacer a costa de la calidad de vida de las personas, de la erosión permanente de los salarios y de las condiciones de trabajo", y añadió que "hay otras cuestiones mucho más importantes que podemos hacer juntos".

Bonitas palabras, Toxo, dignas de un aspirante a memo ilustre nacional. Puede que por fin tengamos ante nosotros al hombre que nos va a sacar de la crisis y quizá no haga falta encomendarse al color de la piel del mago Obama, a pesar de la carga simbólica que tiene. O quizá sea sólo su particular homenaje a Pinocho, ahora que se cumplen 70 años de su nacimiento.

El país marcha con paso ligero y firme hacia el 20% de desempleo, y el hombre que ha de velar por el bienestar de los trabajadores habla de erosión permanente de los salarios. Pues bien, cuanto más ambicioso sea el discurso de Toxo, cuantos más trabajadores pretenda proteger y en mayor proporción aspire al incremento de sus salarios, tanto más probable será el perjuicio que nos causará.

Conviene recordarle al dirigente sindical que su única misión en defensa de los trabajadores debería ser la protección de aquéllos cuyos salarios estén efectivamente por debajo de su valor en el mercado en cada momento, y éste no es un momento de incrementos de nada; salarios en aumento obligan a las empresas a elevar los precios de los productos finales, de tal suerte que el incremento pasa a gravitar sobre los consumidores; y ya sabemos cómo funciona la maquinaria económica de los consumidores ante subidas de precios, bien buscando productos sustitutivos más baratos, bien consumiendo los mismos pero en menor cantidad; ¿la consecuencia? Otra empresa con problemas y aquellos trabajadores a los que se pretendía proteger viajando en limusinas hacia el camposanto del INEM.

Mientras continúe vigente el imperio de lo absurdo veremos a mucha gente ir a parar con sus huesos al cementerio de la esperanza. Por favor, que el último en salir cierre la puerta y tire de la cadena.

domingo, 22 de febrero de 2009

Perdone, ¿cuándo quiebran?

Ayer, mientras paseaba por un semidesierto centro comercial, el mismo que meses atrás era un hervidero de consumo compulsivo, brotaron en mi cabeza resortes de empresario frustrado, de analista económico inconsciente; les cuento; durante unos minutos tuve en mi mano aquel par de zapatos que hace meses se ponían a la venta a 100 euros y que ayer aparecían rebajados hasta los 65, y aún así mi cabeza me decía que mi decisión de consumo debía retrasarse; ¿hasta cuándo o hasta cuánto?; pues hasta que la empresa de calzado en cuestión se vea obligada a solicitar su declaración de quiebra y los productos caigan como fruta madura a mi ajuar casi a precio de coste.

¡Qué crueldad! Si no nos ayudamos los unos a los otros, ¿cómo vamos a salir adelante? Por un instante pensé en seguir las indicaciones del Ministro Sebastián e intentar revisar el sexo del producto para incorporarlo a mi cesta de la compra si superaba el test de nacionalidad, y eso siendo consciente de que como patriota estaría llevando a cabo una mala decisión como consumidor que, al fin y al cabo, es el único imperio que nadie nos podrá quitar nunca, nadie.

No caí en la tentación y preferí ser un agente económico libre, y no transferir parte de mi renta de manera bondadosa y caritativa a otro agente del mercado que imploraba mi esfuerzo. Algunos intentan hacernos ver que cada decisión económica posee un trasfondo cuasireligioso y moral mal entendido, y pretenden equilibrar no sé qué balanzas recubriéndonos con un manto de protección imposible de utilizar; ¡si hasta los monaguillos se ponen contentos cuando un Papa fallece porque corre el escalafón!

El tráfico mercantil ha de ser lo más privado y menos intervenido posible, pues depender de un benefactor, denominado Estado, sólo esconde todo tipo de ineficiencias de sobra conocidas. Ya sé que los consejos sin dinero no valen para nada, pero si me lo permiten, les animo a buscar sólo su máximo beneficio en cualquiera de las decisiones de corte económica que deban llevar a cabo; las benditas obras de caridad pertenecen a otro negociado.

Queramos o no, los consumidores somos los protagonistas de esta película para mayores de dieciocho que se titula Economía, y esta evidencia se nos presenta delante de los ojos cada día. No lo olviden.

martes, 17 de febrero de 2009

ERE que ERE

Este post tiene herméticamente abierto un libro de reclamaciones a disposición de los lectores, vengan de donde vengan, vayan adonde vayan, incluso si se encaminan a engrosar las listas del paro, incluso si vienen de abrazar el proteccionismo más egoísta, incluso si les trae al pairo todo esto.

Sólo exijo en compensación una pequeña defensa previa; antes de cargar contra mis muelas, quiero comunicarles que mi exposición de motivos es absolutamente desinteresada, y que sólo me gobiernan pensamientos de corte liberal, no narcisistas, guiados por convicciones confesas que, a mi juicio, iluminan el camino del bienestar común, del progreso bien entendido.

A lo que vamos; hoy los pájaros no han disparado a las escopetas, y me siento algo reconfortado al escuchar al presidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, personaje no santo de mi devoción, solicitar flexibilidad para que las empresas acometan sus EREs sin pasar por la taquilla de la Administración, en busca de una mayor agilidad y que dichos trámites no se eternicen.

Zapatero, desprovisto últimamente de su optimismo antropológico, ya ha anticipado que dirá a todo que ‘no’, y eso sólo les debe llevar a reflexionar sobre el particular. Algo no debe encajar bien en este puzzle cuando se nos intenta ayudar desde el Gobierno, ¿verdad? Es el juego de siempre, el mensaje del miedo a la libertad, miedo a tener miedo, pero confío en que algunos de nosotros no piquemos en ese vulgar anzuelo.

Los EREs no son plato de buen gusto; son dramáticos, supone seccionar de cuajo el presente y el futuro de las familias, y nadie en su sano juicio se puede atrever a defenderlos como si fuera un juego de rol, pero torpedear desde la burrocracia del Estado su tramitación constituye sólo una demora del reo condenado a muerte; la única ventaja que le veo consiste en firmar, a escala empresarial, un reality agonizante que alimente la atención mediática.

Sólo algunos datos; los desempleados por EREs en España sólo representan el 3,5% de los nuevos desempleados; el resto del moderno desempleado ‘creado’ proviene, en un 50% del asalariado temporal, y en un 35% del famoso despido llamado eufemísticamente improcedente.

Si aún no se han querellado contra mi, les voy a dar un arma blanca bien cargada para animarles; Díaz Ferrán también ha insistido en la necesidad de establecer un contrato de trabajo más moderno, que contemple un despido más barato con una indemnización de 20 días por año, en lugar de los actuales 45 días, para generar más confianza en los empresarios y así crear más empleo.

Estoy totalmente de acuerdo. Vamos a la lógica económica; los efectos de la temporalidad sobre el empleo dan pistas sobre posibles soluciones; Primero lo que se ve; la reducción de costes de despido aumenta la destrucción de puestos de trabajo, especialmente en recesiones. Y ahora lo que no se ve; la creación de empleo también aumenta al reducirse los costes del despido, pues se reduce el coste laboral de las futuras contrataciones; y aunque no se lo crean, hay abundante evidencia empírica de que el resultado neto de ambos efectos sobre el nivel de empleo es positivo.