lunes, 20 de octubre de 2008

Predecir el pasado

Muchos ciudadanos se preguntan cómo es posible que hayamos llegado a una crisis financiera como la que atraviesa el mundo actualmente, cuánto puede durar, quién tiene la culpa y, sobre todo, quién tiene la solución. Sería demasiado presuntuoso por mi parte intentar responder a alguna de estas cuestiones, aunque sí me gustaría dar algunas pinceladas grises para que cada lector se plantee nuevos interrogantes, que ya es mucho.

Respecto al origen de la crisis, todas las miradas apuntan al derrumbe del mercado inmobiliario estadounidense, aunque esta causa no es nueva, no es algo que constituya un hecho diferencial respecto a otras crisis que hemos padecido en el pasado. El hombre, los inversores, caemos con pasmosa tozudez en los mismos errores una y otra vez; en esta ocasión hemos vuelto a creer que los bienes pueden revalorizarse de forma indefinida; pasó con los tulipanes en el siglo XVII, en el crash del 29, con las puntocom…..y volverá a pasar; somos expertos en no aprender a protegernos del futuro prediciendo el pasado.

Para retratar a los culpables podríamos pensar en la novela "Diez negritos" de Agatha Christie; es un libro apasionante porque nadie sabe quién es el asesino; desconfías de todos los personajes a la vez que ellos desconfían entre sí. Todos tienen, por alguna razón, motivos para hacerse merecedores de un castigo. Es una novela que cuando llegas al final vuelves al principio. Pues algo parecido ha pasado en el sistema financiero.

Algunos apuntan como principal culpable del pánico alcista que experimentó el precio de la vivienda en EEUU al señor Alan Greenspan, presidente de la Fed entre 1987 y 2006, que mantuvo los tipos de interés en el 1% durante demasiado tiempo, empujando a los inversores a endeudarse compulsivamente, cegados por las constantes revalorizaciones del ladrillo, que parecían interminables.

Claro, que si las entidades bancarias hubieran ejercido con voluntad su sempiterna condición de polis malos, y no hubieran prestado de una manera tan licenciosa, probablemente la bola de nieve se habría parado. Pero, no sólo no cerraron el grifo a tiempo, sino que abrieron todas las llaves de paso, y se dedicaron a empaquetar y vender de manera envenenada sus hipotecas al resto del mundo, que quedó apestado como un gran campo de minas.

Los polis buenos, agencias de rating y supervisores financieros, también tienen protagonismo como sospechosos en esta novela, aunque la labor privada de unas y pública de otros, les coloca con diferente coartada en la escena del crimen.

Me queda demasiado grande el traje de adivino en la solución de la crisis, pero lo que tengo claro es que, cuanto más duren las amenazas bancarias, mayor será el daño de las economías reales, y más nos costará volver a la senda de crecimiento que tanta prosperidad ha traído a las clases medias en los últimos años.

Y aunque con la nariz tapada y con honda resignación confío en la efectividad de las medidas adoptadas, algo se me revuelve en los adentros cuando veo al cabecilla de la salvación, el laborista Gordon Brown, culpable en primera persona del garrafal agujero supervisor en Gran Bretaña durante los años de la gestación de la crisis, siendo elevado a las alturas de la historia económica, incluso codeándole con el también escocés Adam Smith, padre, madre y muy señor nuestro de lo que hoy entendemos como ciencia economía. Un respeto, por favor.

viernes, 17 de octubre de 2008

La hipoteca

Hoy satisfago casi una necesidad física escribiendo unas líneas para intentar aclarar el concepto de hipoteca, del préstamo con garantía hipotecaria para ser más exactos. Sí, ya sé que casi todos los lectores están a cabo de la calle de este asunto, y además de forma rabiosa, y que me arriesgo a que no sigan leyendo el artículo, pero es que como todo el cataclismo financiero se ha originado por las ya famosas hipotecas subprime, pues me gustaría matizar algunas cosas.

Para ello contaré una anécdota que me sucedió ya hace años, cuando participaba en un cursillo en el que se suponía que todos los asistentes éramos, más o menos, entendidos en temas financieros. Pues bien, para poner las cosas en su sitio, el profesor inició sus clases haciéndonos una sencilla pregunta, ¿podrían ustedes definirme brevemente en qué consiste un préstamo hipotecario? Hay truco, parece fácil, ¿no?........ninguno dio la respuesta correcta.

Casi todos respondimos de forma parecida: “hipoteca es un derecho real constituido en garantía de un crédito ó un préstamo, sobre un bien inmueble que permanece en poder de su propietario, pudiendo el acreedor (el banco), en caso de que la deuda no sea satisfecha en el plazo pactado, promover la venta del bien gravado, cualquiera que sea su titular en ese momento para, con su importe, hacerse pago de su crédito”. Vamos, que si usted no paga los recibos de la hipoteca, le ejecutan la casa.

Sí, pero no; me explico. Las hipotecas en EEUU funcionan de esta forma, es decir, si el deudor no paga, el banco ejecuta su garantía, se queda con la vivienda, y santas pascuas; la deuda se extingue, se le entregan las llaves y el banco pasa a ser nuevo propietario, incluso con derecho a piscina y a pista de paddle. ¿Qué harían ustedes si compraron una casa por 100 hace 6 meses y hoy vale 70? Pues entregarle la casita al banco con un lazo rosa, asumir los pagos anteriores y a otra cosa, o a otra casa.

En España no es tan sencillo desvincularse de la deuda contraída; si usted impaga su préstamo hipotecario, el banco puede emprender acciones legales de recobro contra todo su patrimonio legítimo, el actual y el futuro. Esto es, podría embargarle su salario, sus cuentas corrientes, sus acciones de Endesa, otras viviendas sin cargas, un décimo premiado de la lotería de navidad, …….. repito, usted responde con TODO SU PATRIMONIO ACTUAL y FUTURO, no sólo con la casa hipotecada.

Entonces, ¿cuál es la gracia de hipotecar la vivienda a favor del acreedor si respondo con todo? Pues únicamente que el banco se garantiza que, al menos, habrá un bien de su patrimonio en el que tendrá preferencia sobre todos los demás acreedores, y si usted incurre en cualquier impago de sus obligaciones, la vivienda es un bien intocable, cuyo primer beneficiario será el banco.

¿Entienden ahora por qué no se puede comparar el torrente de hipotecas impagadas en EEUU, con nuestras leoninas hipotecas?

jueves, 16 de octubre de 2008

De chiste

Incluso en las circunstancias más agonizantes, o quizá con más fuerza por eso mismo, el ser humano es proclive a desempolvar todo el humor negro del que es capaz; así se evade temporalmente de la realidad, a golpes de ironía y sarcasmo, aunque a veces el placer dure sólo unos minutos. La situación actual del mundo financiero se presta más que nunca a ello, y algunas de las bromas que he leído estos días, de verdad que hay que calificarlas como de insana terapia de grupo.

Vean, en el sector financiero circula un chascarrillo que explica con mucha gracia el concepto de dudosidad. Cuentan que el Conde de Romanones acudía una noche al Casino de Madrid acompañado por dos mujeres de vida alegre. En la puerta, fue avisado de que no convenía permitir la entrada a señoritas "de dudosa reputación", a lo que el Conde respondió: "Éstas son putas, sin ninguna duda. Las dudosas son todas las demás". En el caso de los clientes de las entidades financieras pasa lo mismo; se sabe quién es el moroso, dudosos son todos los demás. Tarde o temprano se levantarán todas las alfombras para que salga la pelusilla en ellas escondidas.

En esta línea, uno de los grandes economistas del siglo XX, Keynes, cuyas tesis fueron rebatidas aplastantemente en la segunda mitad del siglo, comentaba en los años 30 aquello que ‘si yo te debo un dólar, tengo un problema; si te debo un millón, el problema lo tienes tú’. Francamente, la frase encierra una de las explicaciones más sencillas de lo que está pasando en nuestros días.

También es extremadamente gracioso lo que defendió Gerardo Díaz Ferrán, el hombre fuerte de la CEOE, a cuenta de la famosa crisis; pues se atrevió a decir que “había que hacer un paréntesis en la economía de mercado para salir de la misma”. Tiene bemoles que el presidente de los empresarios opine así; En cuanto pase esta coyuntura inquietante para su patrimonio, volverá a ser liberal sin fisuras.

Yo, si este año me toca la lotería de Navidad, prometo ingresar mi premio en una entidad bancaria del país; el plan salvador de Zapatero me produce toda la credibilidad del mundo. A fin de cuentas el señor Solbes acabará sentado en el consejo de administración de un gran banco. Al tiempo.

Y El Roto publicaba en su viñeta de El País del pasado 3 de octubre que “A ver si vuelve la sensatez a los mercados y podemos continuar con esta locura”. Pues eso, que siga la fiesta; total, se está implantando un nuevo concepto de socialismo: roben a los pobres para dárselo a los muy ricos.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Sólo supongamos

Supongamos que usted fuera un valiente empresario de este país, de los que conforman más del 80% del tejido empresarial español. Sí, ya sé que preferiría ser miembro de un comité de empresa, o aún mejor, un liberado sindical con poca predisposición al trabajo, pero tomemos esta lectura sólo como un simple ejercicio teórico.

Lo que trato de explicar es algo que usted sabe de sobras, pero que a fuerza de oír hablar de las hipotecas subprime, la FED, el G7, igual lo hemos olvidado.

Sigamos con el supuesto; supongamos que mañana se levantara enfundado en la piel de ese empresario del que todos huimos horrorozados, ¿qué le preocuparía? Pues en líneas generales la evolución de su cifra de ventas, la financiación de sus aprovisionamientos, y recubierto de una capa dolorosa, las llamadas cargas sociales y las cargas impositivas. Vamos por partes.

La cifra de ventas se ve condicionada seriamente por la evolución de la economía general, salvo para unos pocos sectores que juegan a la contra. Lógicamente también influye la imaginación del empresario, su predisposición horaria, su visión del negocio, su especialización, y tantas otras variables que la literatura de la economía de la empresa ha dejado por escrito, aunque sin desvelar la fórmula mágica del éxito.

Las cargas sociales, desde este lado de la barrera, son la verdadera atadura de las empresas, la que más dolores de cabeza genera y la más rígida a la hora de amoldarse al nuevo entrono. Echar a la gente a la calle no es plato de buen gusto, aparte de ser angustiosamente costoso, socialmente denostado y, las más de las veces, psicológicamente frustrante.

Las cargas impositivas nos son familiares a todos, nos es más fácil empatizar con la raza empresarial, pues las padecemos involuntariamente en primera persona, aunque sólo nos revuelven el hígado una vez al año, y los más ingenuos hasta se alegran que les devuelvan una mínima parte de lo que antes les quitaron. El empresario las sufre por partida doble, las suyas propias, más las retenciones de sus trabajadores, y además echa la bilis cada mes.

Prueba superada, ya soy empresario. Fin del supuesto. ¡Ah!, se me olvidaba ¿Y la financiación? Pues si una vez llegados a este punto, usted considera que puede ser un empresario de éxito, un tipo aguerrido preparado para la lucha las 24 horas del día; si cree que su proyecto puede ser viable, eficiente, que puede generarle más riqueza que un trabajo por cuenta ajena de los de lunes a viernes, entonces es que no le han explicado bien que la actual crisis del sistema financiero internacional le iba a hacer fracasar en el intento, que todo ese esfuerzo anterior sería baldío, estéril, pues la guinda a su pastel, honradamente ganado, vagaba sin rumbo por las cañerías más ocultas de los balances bancarios en el país de sabe dios dónde.

martes, 14 de octubre de 2008

Salvados por la campana

Este fin de semana ha tenido lugar, por fin, mientras Rajoy soportaba estoicamente el coñazo del desfile del día de la hispanidad, un rescate coordinado mundial para intentar contener un monumental problema financiero internacional. Fondo monetario, G7 y líderes europeos han conseguido aunar fuerzas en la misma dirección. Todos nos damos la enhorabuena.

Curiosamente en Europa la voz cantante la ha llevado Reino Unido, un país que campa todavía a su libre albedrío a expensas del euro y cuyo primer ministro es un cadáver político, el laborista Gordon Brown, antieuropeísta para más señas.

Las cifras que se prevén inyectar en los balances bancarios son tan espectaculares que no sé si alguien habrá cometido la osadía de intentar ponerlas en valor. Por si les sirve de referencia, la vieja Europa ha sacado pecho poniendo a disposición de su sistema financiero algo así como el triple de la ingente ayuda aprobada por los EEUU. Sólo España pondrá en juego el 15% de nuestro PIB.

¿Y quién pagará la juerga? Pues no parece que ahora preocupe mucho este tema; la gente se aferra al salvavidas con independencia de quién lo tire. Es más, casi todas las partes han recibido con entusiasmo la socialización bancaria masiva; y no digo que no fuera necesaria, sino que, al menos algunos, por decoro, podíamos haber puesto cara de resignación. A fin de cuentas, la jugada maestra que tanto ha tardado en llegar, bien se podría resumir en que con el dinero que nos quitan del bolsillo derecho, nos intentan llenar el izquierdo, pero según un sabio criterio coordinado, que suena muy técnico y además muy global, ¡toma ya!

Honradamente opino que el diagnóstico de esta crisis financiera aún no se ha encontrado, sin embargo, no es momento de abroncar a nadie, sino simplemente aparcar la coherencia y las ideologías y apoyar este plan sin fisuras, sin voces discordantes; justos y pecadores en el mismo barco, hasta que el mercado nos separe.

Ahora, una vez evitado el pánico y colocada la red de seguridad, hay que intentar evadirnos de la profecía de la catástrofe, y eso sí, cumplir nuestro principal deber actual, el ser rigurosamente rigurosos con quienes han de asegurar que nuestro dinero acabe donde más y mejor pueda ayudar a nuestra maltrecha economía. Alguien tendrá que pedir cuentas a alguien en algún momento, ¿no?

jueves, 9 de octubre de 2008

Como girasoles ciegos

Estas últimas semanas no hay tertulia que se precie que no acometa sin rigor las causas de la revolución financiera que estamos padeciendo. Afortunadamente la jornada laboral me impide ver a la Campos en las mañanas de Tele5 que, según me cuentan, con su habitual desparpajo se afana en parar, templar y mandar al inclemente miura que nos cornea desde hace meses. Seguro que su experiencia en las peleas familiares de Belén Esteban le otorga un fino olfato para sacar conclusiones que ayuden a sus seguidores de siempre. Pensándolo bien, sólo ha pasado de la crónica rosa, a la crónica negra.

Y yo, aunque me las quiera dar de listo, dado que los economistas no sabremos explicar lo que nos está pasando hasta que la tormenta haya desaparecido por completo, quizá me una a la corriente que pasa el rato viendo las gansadas que nos cuentan los periodistas del corazón; puede que no sea mala receta. En definitiva, no me alejo mucho del planteamiento madein Campos si me aplico el dicho de que ningún economista en su sano juicio desobedece una orden de su esposa.

Para no entristecerles más de lo que seguro están, me conformo con comentar la reciente medida tomada por el señor Zapatero en socorro de la crisis. Pues bien, el mariscal del país se ha reunido con algunos de los altos ejecutivos de la banca cañí, y posteriormente consigo mismo, para poner a disposición de bancos y cajas españolas hasta 50.000 millones de euros, de forma que el Estado comprará activos sanos bancarios con la finalidad de que estas entidades, a su vez, consigan trasladar a los particulares y las empresas este dinero, y así reactivar el desaparecido crédito que nos tiene estrangulados.

La medida es un intento loable, pero atropellado, y aún así llega tarde. No ha tenido la decencia democrática, ni siquiera la picardía, de haberla debatido previamente con la oposición, como ha hecho la democracia americana, por ejemplo. Aunque sólo fuera por dar carnaza a la Campos con un debate acalorado en el que todos ganaran y nadie perdiera. Una lástima.

Tampoco se conoce ni cómo ni quién se va a encargar de asegurar que ese dinero llegue al demandante de crédito que lo necesita. La tarea no es sencilla, pues una vez ese dinero entre en los balances bancarios, será sumamente difícil separar el grano de la paja, el de antes y el de hoy.

Además, en su desatinada línea habitual, Zapatero solicita adhesión patria sin fisuras a la misma, sin antes explicar el cómo, el porqué y el cuándo, precisamente en el momento que su credibilidad está más que en entredicho. Y este no es un debate sólo filosófico, pues si se defiende ferozmente que nuestro sistema financiero está saludable, quizá ahora algunos puedan pensar que no es necesario curar al sano. Es el precio que hay que pagar por acostumbrase a decir lo contrario de lo que se sabe.

Para colmo, como un iluminado predicador, Zapatero se arroga de competencias divinas que sólo competen legalmente al Banco Central Europeo desde hace años; otro serio altercado contra el marco institucional; Y cuidado, ese maná monetario prometido, que nadie se equivoque, es nuestro, de todos los españoles; sale de nuestros impuestos y de nuestro trabajo, y para poner en marcha tal medida, sólo se conocen dos formas legales de conseguirlo; bien subiendo los impuestos, bien endeudando al país aún más, que es tanto como decir hipotecar y empobrecer a las generaciones siguientes.

En definitiva, en un momento de desorientación mundial como el que vivimos, quizá sea más recomendable hacer las cosas bien, en lugar de sólo hacerlas. Ahora toca que los demás nos crean, pero ya se sabe que el dinero solo vale para todo, pero nada mas.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Ideología 0, Bolsillo 1

Estaba a punto de releer el periódico de ayer, cuando me di cuenta que nada de lo que se decía ya interesaba. El mapa financiero mundial huye despavorido hacia delante, sin darnos tiempo a reflexionar correctamente.

Durante estas últimas semanas las dudas nos acechan fanáticamente a todos, e incluso los que se consideraban ayer liberales de cuna, de fuertes convicciones de la derecha, aquéllos que decían creer que la suma de las decisiones individuales son capaces por sí solas de lograr un mejor y más próspero bienestar social, hoy se levantan clamando, casi suplicando, a los desorientados responsables políticos para que salgan en auxilio de sus ahorros. ¡como si fuera tan fácil! La que nos está cayendo es algo parecido a la segunda caída del muro de Berlín, pero en este caso no hay fronteras a salvo.

La cuestión no es si la realidad ha fulminado a las ideas, sino algo más filosófico; lo que me pregunto es si en algún momento hubo ideas sólidas de corte liberal, y lo sucedido ahora simplemente ha estropeado una media mentira defendida como verdad.

Parece como si el carnaval económico haya terminado contundentemente, y se hubiera provocado una especie de salida del armario del socialismo durmiente en la mitad de medio mundo. Alguien me dirá que la situación actual requiere medidas extraordinarias, de calado histórico, y que no es tiempo para pensar y sí para actuar. Lo que ocurre es que ni las inciertas nacionalizaciones bancarias que estamos viviendo están consiguiendo frenar la fuerza del mercado, ése al que algunos empiezan ahora a temer como a una bestia.

Quizá el pánico reinante sea suficiente motivo para cambiarse de bando, o de médico de cabecera; O quizá esta tormenta nos obligue a elegir entre salvarnos de morir ahogados o esperar valientemente a que nos mate el miedo a morir. Quién sabe, para entender qué pasa puede que sea necesario perder la razón y el rigor.

Por otra parte, resulta grotesco el espectáculo circense que ha dado USA, país cuna y guía del capitalismo, en las últimas semanas, con esa especia de Gran Casino de quiebras que ha inaugurado y que según salga la bola negra o blanca, así actúa. Tampoco es demasiado reconfortante la esquizofrenia ante la crisis de un país supuestamente serio, como Alemania.

Confieso que no tengo ni la más remota idea de cómo se debería actuar ante una crisis tsunami como ésta, de dimensiones impredecibles, cuya nota predominante es la desconfianza, que poco tiene que ver con la solidez de una economía, de un sistema financiero o de una burbuja inmobiliaria al uso. La historia de la economía nos da armas para luchar, pero lo que tenemos encima de la mesa es un caso más de psicoanálisis que de teoría económica. A mi me queda una gran sombra de duda sobre la efectividad de las gigantescas medidas que se están tomando. Ojalá me equivoque.

Lo que sí tengo claro es que quien se quiera practicar el haraquiri ideológico y poner a salvo su patrimonio a costa de sus ideas, que se lo piense un poco, pues desgraciadamente tampoco tiene alternativa segura alguna.

Yo, sin embargo, antes que la ley del péndulo nos lleve a naufragar a islas desiertas, abogo por ser honesto con uno mismo, y continuar siendo libre para elegir. La llamada violencia de género no invalida el matrimonio como institución; de igual manera, los excesos cometidos por el mercado tampoco pueden decapitar la esperanza de millones de personas cuya única tabla de salvación es su esfuerzo, y su recompensa sólo se la brinda el mercado.