domingo, 22 de febrero de 2009

Perdone, ¿cuándo quiebran?

Ayer, mientras paseaba por un semidesierto centro comercial, el mismo que meses atrás era un hervidero de consumo compulsivo, brotaron en mi cabeza resortes de empresario frustrado, de analista económico inconsciente; les cuento; durante unos minutos tuve en mi mano aquel par de zapatos que hace meses se ponían a la venta a 100 euros y que ayer aparecían rebajados hasta los 65, y aún así mi cabeza me decía que mi decisión de consumo debía retrasarse; ¿hasta cuándo o hasta cuánto?; pues hasta que la empresa de calzado en cuestión se vea obligada a solicitar su declaración de quiebra y los productos caigan como fruta madura a mi ajuar casi a precio de coste.

¡Qué crueldad! Si no nos ayudamos los unos a los otros, ¿cómo vamos a salir adelante? Por un instante pensé en seguir las indicaciones del Ministro Sebastián e intentar revisar el sexo del producto para incorporarlo a mi cesta de la compra si superaba el test de nacionalidad, y eso siendo consciente de que como patriota estaría llevando a cabo una mala decisión como consumidor que, al fin y al cabo, es el único imperio que nadie nos podrá quitar nunca, nadie.

No caí en la tentación y preferí ser un agente económico libre, y no transferir parte de mi renta de manera bondadosa y caritativa a otro agente del mercado que imploraba mi esfuerzo. Algunos intentan hacernos ver que cada decisión económica posee un trasfondo cuasireligioso y moral mal entendido, y pretenden equilibrar no sé qué balanzas recubriéndonos con un manto de protección imposible de utilizar; ¡si hasta los monaguillos se ponen contentos cuando un Papa fallece porque corre el escalafón!

El tráfico mercantil ha de ser lo más privado y menos intervenido posible, pues depender de un benefactor, denominado Estado, sólo esconde todo tipo de ineficiencias de sobra conocidas. Ya sé que los consejos sin dinero no valen para nada, pero si me lo permiten, les animo a buscar sólo su máximo beneficio en cualquiera de las decisiones de corte económica que deban llevar a cabo; las benditas obras de caridad pertenecen a otro negociado.

Queramos o no, los consumidores somos los protagonistas de esta película para mayores de dieciocho que se titula Economía, y esta evidencia se nos presenta delante de los ojos cada día. No lo olviden.

martes, 17 de febrero de 2009

ERE que ERE

Este post tiene herméticamente abierto un libro de reclamaciones a disposición de los lectores, vengan de donde vengan, vayan adonde vayan, incluso si se encaminan a engrosar las listas del paro, incluso si vienen de abrazar el proteccionismo más egoísta, incluso si les trae al pairo todo esto.

Sólo exijo en compensación una pequeña defensa previa; antes de cargar contra mis muelas, quiero comunicarles que mi exposición de motivos es absolutamente desinteresada, y que sólo me gobiernan pensamientos de corte liberal, no narcisistas, guiados por convicciones confesas que, a mi juicio, iluminan el camino del bienestar común, del progreso bien entendido.

A lo que vamos; hoy los pájaros no han disparado a las escopetas, y me siento algo reconfortado al escuchar al presidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, personaje no santo de mi devoción, solicitar flexibilidad para que las empresas acometan sus EREs sin pasar por la taquilla de la Administración, en busca de una mayor agilidad y que dichos trámites no se eternicen.

Zapatero, desprovisto últimamente de su optimismo antropológico, ya ha anticipado que dirá a todo que ‘no’, y eso sólo les debe llevar a reflexionar sobre el particular. Algo no debe encajar bien en este puzzle cuando se nos intenta ayudar desde el Gobierno, ¿verdad? Es el juego de siempre, el mensaje del miedo a la libertad, miedo a tener miedo, pero confío en que algunos de nosotros no piquemos en ese vulgar anzuelo.

Los EREs no son plato de buen gusto; son dramáticos, supone seccionar de cuajo el presente y el futuro de las familias, y nadie en su sano juicio se puede atrever a defenderlos como si fuera un juego de rol, pero torpedear desde la burrocracia del Estado su tramitación constituye sólo una demora del reo condenado a muerte; la única ventaja que le veo consiste en firmar, a escala empresarial, un reality agonizante que alimente la atención mediática.

Sólo algunos datos; los desempleados por EREs en España sólo representan el 3,5% de los nuevos desempleados; el resto del moderno desempleado ‘creado’ proviene, en un 50% del asalariado temporal, y en un 35% del famoso despido llamado eufemísticamente improcedente.

Si aún no se han querellado contra mi, les voy a dar un arma blanca bien cargada para animarles; Díaz Ferrán también ha insistido en la necesidad de establecer un contrato de trabajo más moderno, que contemple un despido más barato con una indemnización de 20 días por año, en lugar de los actuales 45 días, para generar más confianza en los empresarios y así crear más empleo.

Estoy totalmente de acuerdo. Vamos a la lógica económica; los efectos de la temporalidad sobre el empleo dan pistas sobre posibles soluciones; Primero lo que se ve; la reducción de costes de despido aumenta la destrucción de puestos de trabajo, especialmente en recesiones. Y ahora lo que no se ve; la creación de empleo también aumenta al reducirse los costes del despido, pues se reduce el coste laboral de las futuras contrataciones; y aunque no se lo crean, hay abundante evidencia empírica de que el resultado neto de ambos efectos sobre el nivel de empleo es positivo.

miércoles, 11 de febrero de 2009

El futuro ya no es lo que era

La cita da para pensar, si es que aún le quedan a usted esperanzas. Desconozco su autor, ni el sentido en el que fue usada, pero yo, si me lo permiten, la voy a empequeñecer aplicándola a mi mismo y a mis escasas miras.

Ayer malgasté parte de mi tiempo aguantando, mientras tragaba saliva, parte del debate que mantuvieron nuestros representantes políticos en el Congreso de los diputados, al parecer para explicar, informar y proponer soluciones para atajar el deterioro de nuestra economía. No me enteré de nada, y por eso había pensado acabar aquí mi opinión sobre el mismo, pero algo se mueve en mi estómago que va a ser mejor que expulse de una manera ordenada y funcional.

Miento, de una cosa sí me enteré; la ley de memoria histórica hará que ciudadanos latinoamericanos que lo más cerca que habían estado de España es cuando tuvieron en sus manos una rancia foto de sus abuelos, emigrantes españoles alistados hacia la conquista del gran sueño americano hace casi un siglo, pronto serán también españoles, y les acogeremos en las listas del paro español con los brazos abiertos. A ellos, y a sus familias.

Ayer no se habló de medidas, ni de medios, ni de planes, ni de capacidades, ni de incapacidades, ni de responsabilidades, ni de irresponsabilidades, ni de alternativas, sino de ocurrencias, de ocurrencias estúpidas……. y de sostenibilidad medioambiental; ¿de qué? Sí, hombre, de sostenibilidad, y además medioambiental, que huele a compresa recién estrenada. Ah, bueno, pues me quedo más tranquilo.

Los 1.500 millones de euros anunciados de recorte de los gastos corrientes de las administraciones suenan a broma; es tan solo décima y media de nuestro PIB, y encima no es un ahorro, sino que se utilizará en más gasto ‘social’, aunque lo que no dijeron es que con ese dinero tan solo se pagan subsidios de desempleo de 2 meses.

La estructura del Estado español es un disparate, pero no en todas partes por igual; en Extremadura uno de cada tres trabajadores son funcionarios; en Cataluña tan solo el 13%. Tampoco es cierto que la crisis azote a todos los países por igual; en Holanda tan sólo hay un 2% de paro, en Lituania el 8%; en España, el 14%.

El equipo de gobierno está agotado; transita por el camino de la pasividad culpable, con retrasos, con parches torpes. No hemos tocado fondo, ni mucho menos y, además, cuando lo toquemos, aún habrá tiempo para escarbar y olfatear en el fondo del fondo.

Un cosa sí tengo claro, la tomadura de pelo puede ir a más; en esta España encanallada y embrutecida en la que a nadie le importa que nos mientan descaradamente, la cuota de tontos aún tiene recorrido; así lo dicen las encuestas. En el pasado se decía que en España ya no cabía ni un tonto más; ahora el futuro es diferente, en España caben muchos más, todos los que queramos; sólo hace falta que los que se apunten sean incompatibles con la verdad.

domingo, 1 de febrero de 2009

Tiro la toalla

De verdad que no es un tema de partidismos, ni siquiera un choque de ideologías, ojalá lo fuera. Lo malo, lo peor, es que se nos agotan las ganas de entender, de deducir, de teorizar, de reflexionar, y hasta de opinar y, mientras tanto, el discurso de Zapatero va calando, va llenando el saco de pedruscos, y ya me pregunto si de verdad vale la pena formarse, si vale la pena esforzarse, o si debemos reconocernos como perdedores y solicitar fichas para jugar al juego de la indigencia mental.

‘No es el momento de grandes beneficios’, viene comentando estos días en distintos foros el Presidente del Gobierno; vaya por dios. Si va a llevar usted razón, eso de conseguir grandes beneficios es una inmoralidad, un desatino, una ofensa para los trabajadores, para los clientes, para los proveedores, para los parados, para las amas de casa, para los inmigrantes, en definitiva, para el pueblo. ¡Qué lío! Pues yo que estudié que los problemas económicos vienen cuando las empresas obtienen pérdidas, y que lo bueno era conseguir beneficios, y cuantos más mejor.

Quizá Zapatero estaría henchido de gozo si el Banco Santander hubiera presentado, en lugar de cuantiosos beneficios, importantes pérdidas que hicieran que su subsistencia dependiera de inyectarle más fondos públicos del bolsillo de todos. Así se parecería más a Lehman Brothers, Fortis o a Royal Bank of Scotland, que suena guay, a camisa de puños blancos y gemelos de marca..

O quizá se esté refiriendo a un nuevo concepto de moral económica ciudadana, de ciudadanía moral, de economía cívica, un nuevo pensamiento que guíe un marco de convivencia hasta ahora desconocido. Me aterra la idea de que el Presidente esté diciendo algo inteligente y con sentido.

Lo mismo también está usted cabreado con los que piensa son los malditos capitalistas de siempre, que se forran incluso en periodos de crisis, en momentos como éste en los que usted lo pasa mal, y quizá lean mis palabras como una ofensa hacia su situación. No se dejen engañar por la mala conciencia que nos imparten; el empleo lo crean los empresarios con su iniciativa privada, no lo olviden; y cuantos más beneficios consigan gracias a su mayor actividad, a su especialización, a su ingenio o a su mejor productividad, mayores posibilidades tendrá usted de encontrar un empleo, mayores oportunidades tendrá usted de escalar puestos en una organización, y cuantas más empresas estén obteniendo grandes beneficios, más alternativas de mejora ‘social’ se le abrirán al trabajador. Y el detestable erario público, ése del que viven los políticos, no puede funcionar sin los impuestos que gravan los beneficios empresariales.

La economía no es un juego, es más, es dura, despiadada, cargada de épocas con violentos ajustes; nadie dijo que el mal llamado mercado laboral fuera un camino de rosas, pero en las facultades universitarias de ciencias económicas no enseñan a valorar los números con criterios morales, y menos aún, con criterios tan insultantemente demagógicos y casposos como suele hacer el Presidente Zapatero.