viernes, 24 de septiembre de 2010

Dos nuevos tramos

La potestad tributaria de la Administración ha hablado y, de su creativa mente y de su bienhechora actitud han nacido, casi de la nada, dos nuevos tramos en el IRPF. Seguro que a los menos tarambanas de la clase estos nuevos tramos les sonarán a viejos y, a lo mejor, a poco.

Ya lo decía Sancho Panza, ‘Dos linajes solos hay en el mundo, como decía una agüela mía, que son el tener y el no tener’. Pues a los ilustres caballeros del tener ya saben lo que les toca a partir de 2011: Un punto porcentual más de presión fiscal, hasta el 44%, si ganan más de 120.000 euros al año, y 2 puntos más para los que ganen más de 175.000 euros, hasta el 45%.

Como usted, supongo, no pertenece al 1,5% de contribuyentes que declara más de 120.000 euros como rendimiento de trabajo de alta cualificación, el artículo de hoy lo considerará tan salado como un dulce insulso.

O quizá venga a su mente el tópico español del fuero y el huevo y entonces opte, en defensa propia, por la renuncia a sus principios más secretos en lugar de enfrascarse en una batalla, perdida de antemano, y de escaso rendimiento contante y sonante.

Los más leguleyos preferirán sacar a flote sus conocimientos jurídicos, recordando de paso a las conciencias adineradas que debemos financiar los gastos públicos ‘por ley’ y, como buenos acatadores y miembros de esta grey solidaria y equitativa, no ha lugar reclamación alguna.

A ellos les aporto, sin querer afearles la causa, un argumento rimbombante y pomposo: La subida no es más que una exacción pecuniaria forzosa para los que están en el hecho imponible en las capas altas. Sin más sermones.

Pero como yo aspiro, legítimamente, a verme asediado fiscalmente en un futuro con el adjetivo de ‘rico, muy rico’, pues me opongo.

Y no sólo me opongo porque lo recaudado con esta subida se vaya a utilizar para compensar piadosamente los favores del pueblo vasco peneuvista. No sólo me opongo porque suponga un nuevo guiño populista a la izquierda sindical del 29 de septiembre.

No sólo me opongo por el luminoso cartel progresista de la inoportuna medida. No sólo me opongo porque se retuerza, otra vez, la yugular y el pescuezo de las rentas del trabajo. No sólo me opongo por las continuas contradicciones en materia fiscal.

Me opongo, además, y sobre todas las cosas, porque si no lo hago, tendría que cerrar este blog que tantas vidas y venidas me reporta.

martes, 14 de septiembre de 2010

La formación, el trabajo y el paro

A veces pienso que no merece la pena volver a caer como rapiñas sobre las reflexiones que hace en voz alta el Presidente del Gobierno español. Aunque sean irreflexivas. Aunque a muchos nos sonrojen. Aunque a muchos nos de vergüenza propia…... Pues yo vuelvo a caer una y otra vez en su trampa.

La última ya la conocerán: ‘Hemos descubierto con la crisis –dijo en la inauguración de La Conferencia sobre el Empleo de Oslo-, que una persona, cuando está formándose, está trabajando, trabajando para un país’.

Y, por lo tanto, queremos entender -aunque no lo entendamos-, que los parados inmersos en cursillos de formación, no son tales, sino simples asalariados públicos al servicio del PIB español. Funcionarios improductivos del hoy, sin oficio, pero trabajadores de un mañana más formado.

La tragedia que vive España, en forma y número de parados, no tiene parangón en el resto del planeta. No hay analogía posible con ningún otro país del mundo. Por eso ya no pedimos culpables. No pedimos soluciones milagrosas. No pedimos, si quiera, elecciones generales. Ni siquiera anhelamos convertirnos en liberados sindicales o subsidiados eternos. Pedimos, al menos, respeto al drama nacional.

Y también respeto al sacrificio que supone el proceso de formación intelectual. De nuestra educación. De nuestra etapa de preescolar, de educación primaria y educación secundaria; de formación profesional o de formación universitaria, media o superior.

Pedimos respeto a las renuncias que supone cualquier proceso de formación de los individuos, ese periodo en el que se desarrollan nuestras habilidades y nuestras competencias básicas de cara al futuro.

Un futuro en el que hemos de seguir formándonos, por supuesto, pero siendo conscientes que, mientras se es estudiante, mientras invertimos dinero y tiempo en cualquier proceso formativo, no somos más que cargas: Para nuestros padres; para el Estado; para las empresas; para la familia, ó para uno mismo.

Y sólo al llevar a la práctica lo que se intentó aprender, desarrollando una labor, un empleo, un oficio, remunerado a ser posible, cuya finalidad sea producir algún bien o prestar algún servicio, se transforma, el uno en trabajador, y lo otro en trabajo.

Es la causa y el efecto. El antes y el después. El pre y el post. El prólogo y el epílogo. Y ni tanto monta, ni monta tanto.

Será que el Presidente, de tanto hacer trampas con el numerador de la tasa de paro, restando del mismo a los desempleados que acuden a cursos de formación, se ha acabado de confundir.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

La nueva tasa bancaria

Ya estamos todos de acuerdo: El ECOFIN, Reino Unido y Estados Unidos han identificado el origen del mal. Ya remamos todos en la misma dirección. Contra el mismo rompeolas. Ahora sólo falta que alguien sepa hacia dónde vamos.

Me refiero al diseño de la nueva tasa bancaria, al que le queda sólo el último retoque. Y lo de menos es cómo y sobre qué va a girar el nuevo impuesto que sufrirán las cuentas de resultados de los bancos. Lo de menos es si el mismo hecho imponible puede estar dos veces gravado. Eso son temas técnicos. De técnicos y para técnicos. Y a poca gente más le interesan.

Lo de menos también es si usted piensa que el impuesto campeador lo sufrirán Botín y tres más. Los ricos de siempre que casi caben en un mini. Y que a usted no le influye y, por tanto, no le interesa. Salvo que sea pequeño accionista bancario.

Y mucho menos importa que yo le diga ahora desde este insignificante blog que, aunque no se lo crea, el impuesto lo volveremos a pagar entre todos. Pero de manera indirecta, que duele menos. A base de muchos pocos.

Porque la tasa saldrá, otra vez, de nuestro bolsillo. La pagaremos a la fuerza. Porque las entidades bancarias nos la repercutirán en los viejos productos y servicios financieros que utilizamos, que se encarecerán un tanto por ciento. O un ciento por tontos. Y tan contentos, puesto que -según nos dicen- se ha cogido por fin a los malos.

Si se siente mejor creyéndolo así, no seré yo quien insista más y le baje de la nube de los pobres. Porque la mayoría, que no tiene tiempo ni para mirar los extractos bancarios, se olvidará pronto. Y, si le da por mirarlos, con suerte no los entienda.

Así que no se preocupe. Son los políticos europeos y sus técnicos quienes trabajan estos días para nosotros, para nuestro futuro. Y por eso barajan cuatro posibles conceptos sobre los que aplicar la tasa.

Pero no merece la pena comentarlos. Seguramente elegirán la mejor opción para el bien común. Si no, recuerden aquella vieja máxima: ‘Si se mueve, ponle un impuesto. Si se sigue moviendo, súbele el impuesto. Y si deja de moverse, dale una subvención’.

Además, si la feliz idea llega en una época de descensos de márgenes bancarios y pueda afectar, un poco más, al cierre del grifo del crédito, ¡qué más da! O si recae sobre entidades que no han recibido dinero público, pero que pagan los platos rotos de otros, también ¡qué más da!

Y mucho menos importa que el dinero recaudado sirva sólo para maquillar las cuentas públicas de cara a las elecciones que vienen o, mejor aún, para seguir dilapidando de extranjis y a espuertas.

……..Y si, al menos, la bondadosa medida sirviera para crear un verdadero ‘fondo de liquidación’ por si en el futuro hubiera que rescatar a nuestras entidades financieras y, de paso, salvar nuestros ahorros y la confianza perdida. ¡Vaya, sin darme cuenta casi me convencen!

martes, 7 de septiembre de 2010

Absentismo vocacional

Pongámonos por un momento al otro lado. En la acera del empresario. Del patrón. Del emprendedor. Sí, ya sé que es un traje que nos viene incómodo. Ya sé que nosotros no somos tan desalmados como ellos. Que nosotros no somos tan sanguinarios. Que lo haríamos de otra forma. Más humana.

Además, lo nuestro con el trabajo es profesionalidad intachable, actitud heroica y compromiso castrense con la función que desempeñamos. Ya sé que nuestra hoja de servicio es irreprochable e inmaculada. Y que nunca dejaríamos de acudir a solventar la faena diaria si no sobreviniera una fuerza mayor. Es sólo una figuración teórica para poder seguir con el artículo.

Ocurre que hay profesionales del absentismo. Del abandono regular del puesto de trabajo. Peritos de la imaginaria enfermedad común. Diestros calculadores de la incapacidad laboral transitoria. Seguro que conoce a más de uno. A esos me refiero; nunca a nosotros.

Pues resulta que, para el empresario -y para las arcas de la Seguridad Social-, este absentismo voluntario no es un pecado venial. Es un delito de difícil prevención. De muy difícil detección. Es un problema, en ocasiones mortal, que acaba con las empresas como el descabello en la lidia, y que esquilma el trabajo de unos, cotizantes obligados, hacia el bolsillo de otros, absentistas deliberados.

El coste directo para el empresario se soporta por anticipado. Como un seguro. Se paga por si acaso. A través de las costosas cotizaciones a la Seguridad Social.

Una vez se produce la baja transitoria, el rebajado de servicio se convierte en funcionario temporal, apareciendo el pagador Estado. La prestación pública que cobra el ausentado absentista se corresponde con el 75% de su base reguladora los primeros 3 días de su baja. Durante los días 4 al 20 la prestación se reduce al 60% de la misma base. Hay trabajadores que se saben esto al dedillo. Y lo gestionan.

Pero el perjuicio para el empresario no termina cuando empieza la baja, pues habrá de acometer nuevas contrataciones ‘necesarias’ para cubrir las temporalmente destruidas. Y habrá de asumir, sobre todo, el perjuicio empresarial provocado por el trabajo demorado, por el proyecto inacabado, por el pedido mal atendido.

Y no menciono, a más a más, los múltiples Convenios Colectivos que establecen condiciones en el sentido de que al trabajador, durante el período de baja por enfermedad, la empresa debe completarle la prestación económica de la Seguridad Social hasta alcanzar el importe del 100% del salario. Taza y media de incentivo.

Todo ello, bien sumado, y seguramente mal promediado, asciende a una cuenta cercana a los 2.200 euros de coste para el empleador español por cada ocupado.

No sé cómo lo verá usted. Como no le habré convencido de algo que usted no quisiera, ni era mi intención, volvamos ahora a ver la vida laboral tras las gafas del empleado por cuenta ajena.

Los hay que se pondrán enfermos de uno a tres días, porque no se precisa baja médica hasta el cuarto día. Los hay que arremeterán contra las empresas y se tomarán la justicia por su mano y, de paso, un permiso ilegalmente remunerado. Los hay que seguirán pensando que, como lo que es de todos no es de nadie, para que se lo lleve otro, me lo llevo yo.

Y también los hay que cuando llega una recesión y ven sus puestos de trabajo en peligro, recobran la salud de hierro.

lunes, 6 de septiembre de 2010

La caja única vasca

Sólo hay dos tipos de Comunidades Autónomas en España. Aquéllas cuya caja de la Seguridad Social ya ha quebrado, y aquéllas cuya misma caja quebrará en el futuro. Como a mí no me gustan las historias de vencedores, ni creo en ellas, hoy me detengo para hablarles de las primeras, las ya quebradas. Para el resto ya habrá tiempo.

Según datos recién publicados por el Ministerio de Trabajo, referidos a diciembre de 2008; he dicho bien, 2008, Aragón, Extremadura, Cantabria, País vasco, Castilla y León, Galicia y Asturias están ya, a esta fecha, y si hiciéramos las cuentas por partes, en números rojos. Es decir, que han pagado a sus pasivos más de lo que ingresaron de sus activos.

Esto significa, para que se me entienda clarito, que las cotizaciones que realizan los empresarios y trabajadores que residen en estas Comunidades son insuficientes para pagar las pensiones de sus conciudadanos ya jubilados. De sus paisanos. De sus compatriotas. De sus lugareños. De sus mayores. O como los queramos llamar.

Es decir otra vez, que si los pensionistas de estas Comunidades pueden cobrar hoy sus merecidas pensiones, es sólo gracias a la solidaridad obligatoria de otras Comunidades Autónomas, para más señas, españolas, que presentan todavía unas cuentas sociales con superávit. Las principales, Madrid y Cataluña. Faltaría más. ¡Vaya sorpresa!

Pues, hete aquí y gózate allá, que los vascos, los muy vascos, los más vascos del peneuve, aprovechando las taifas que navegan por el Nervión, quieren condicionar su voto positivo a los presupuestos generales del 2011, a que se les entregue su caja de pensiones. Su caja quebrada, digo yo.

¿Cómo? Pues eso. ¡Aibalaleche, Iñaki! Que quieren, para ellos y para siempre, llevar sus cuentas en materia de pensiones. Que dicen que lo nuestro es suyo.

No sé si habrá alguien en el Gobierno Central capaz de hacerles ver que, si quieren lo nuestro y quedarse con lo suyo a partir de ahora, antes tienen que pagar lo que deben a esta facción. Lo que se les ha financiado desde otras Comunidades españolas, principalmente Madrid y Cataluña. Y que sumaba, a diciembre de 2008, casi 750 millones de euros.

Yo sólo espero que no tengan suerte en su petición. Porque ahora la palabra suerte significa lo peor.