sábado, 9 de abril de 2011

Günter Oettinger

No tengo el gusto de conocerle. Ni sé cómo es físicamente. Ni siquiera he buscado su rostro acudiendo a las imágenes del doctor Google. Ni me interesa. Sólo sé que es el Comisario Europeo de la Energía. Y que es alemán. Democristiano, del pepé europeo. El resto de sus valores ocultos, se le suponen.

Y ya hace algunas semanas que tengo ganas de escribir algo sobre él. ¿Que por qué? Pues porque cuando la falla sobre la que se asienta Japón sacudió la tierra de manera brutal, el comisario Günter se subió al estrado del Parlamento de Bruselas, sin perder un minuto, para empequeñecer su persona y, más aún, el cargo que representa.

Porque mientras el mundo contemplaba escenas que se guardan en lo más remoto de nuestra alucinación, Günter utilizó su tribuna para lanzar un discurso francamente descorazonador, calificando lo que estaba ocurriendo en Japón con los reactores de la central nuclear de Fukushima, como de desastre con consecuencias apocalípticas.

Es cierto que no se puede exigir a los políticos que saquen brillo a su vestimenta sólo a cambio de dar buenas noticias. Ni siquiera se les puede exigir que, ante siniestros como el de Fukushima, saquen la varita mágica para solucionar el problema.

Pero lo menos que se le puede exigir a un responsable europeo de tan alta jerarquía es que esté bien informado y, cuando tenga que comunicar malas noticias y utilice como coartada su traje de comisario, lo haga con el mayor rigor posible, con firmeza y, sobre todo, con causa conocida.

De lo contrario, a algunos nos sigue pareciendo más adecuada la olvidada escuela política que practica el heroico valor del hermetismo.

Y sí, ya sé que el sufrimiento europeo por el terremoto de Japón ahora es sólo un ronroneo escondido en alguna parte del cerebro; ya sé que, salvo a los hipotecados en yenes, a ningún europeo le importa realmente el impacto económico de la tragedia nipona; ya sé que la teoría de la relatividad llama a nuestra puerta cada día; y ya sé que a la tercera copa de güisqui te sobran las miserias ajenas y pierdes incluso el miedo a la muerte.

También sé que las noticias que llegan últimamente desde Japón no son nada alentadoras. Y que las continuas réplicas del terremoto pueden acabar haciendo que se convierta en realidad el aventurado pronóstico de Günter.

Pero, en mi opinión, lo que se esconde detrás de sus manifestaciones no es un vaticinio acertado o fallido; no se trata de una simple apuesta en una carrera de caballos, sino algo mucho más importante, como es la  ignorancia de la pedagogía de las masas, y la pérdida de valores intangibles fundamentales como son la confianza, la seguridad y la credibilidad en la clase política.

Desgraciadamente aquel día Günter desplegó el plan perfecto para pegarse un tiro en cada pie y, sobre todo, demostró una estupidez concienzuda.