miércoles, 27 de mayo de 2009

¿Europa?

En los mítines convocados con vistas a las elecciones europeas no se habla de Europa; ¿por qué?, pues sencillamente porque a la gente le importa un bledo eso que se llama Europa; porque nadie se siente europeo, aunque a algunos les guste la idea; porque pocos sabrían citar de carrerilla los países que conforman la alianza europea, y mucho menos hacerlos coincidir correctamente con sus capitales; porque casi nadie sabría responder con seguridad si Estrasburgo es ciudad francesa o alemana; porque casi todos creen que Bruselas es simplemente el cementerio de elefantes de los diputados acabados y, sobre todo, porque nadie se cree que la Unión Europea sea algo más que una unión monetaria.

Pues estando así el patio, mejor hablar de la propuesta del Gobierno de eliminación de la deducción por adquisición de vivienda; haga un esfuerzo y siga leyendo el artículo que esto sí le afecta al bolsillo directamente.

¿Y a quién afecta esta nueva regulación? Hasta donde sabemos la supresión afectará a aquellos ciudadanos que declaren ingresos superiores a 24.000 euros anuales, aunque este importe puede verse modificado al alza finalmente; por tanto, acotando por la cantidad, algo más del 60% de los nuevos hipotecados pueden respirar tranquilos, si es que ganar menos de este importe les deja respirar; acotando en el tiempo, la medida se aplicará sólo a quienes adquieran una vivienda a partir del 1 de enero del 2011.

Una de las razones del anuncio de esta medida a dos años vista es advertir que viene el lobo, y con ello intentar poner freno al batacazo del sector de la construcción, espoleando la demanda para dar salida durante este tiempo a los cerca del millón de pisos en stock de los que cuelga ahora el cartel de ‘se vende’. Otra razón es el intento de mitigar el retroceso de los precios que se viene produciendo en los últimos meses.

Algo se conseguirá, no cabe duda, pero yo me pregunto; ¿incentivar la reducción del stock de viviendas soluciona el problema, o simplemente lo pospone hasta 2011? A mí me suena a medida electoralista, a huída hacia adelante, a abrigo largo para tapar el fracaso, y a distorsión artificial del mercado.

Es cierto que son muchos los expertos que aplauden la eliminación de esta deducción, pues opinan que es un mecanismo perverso que encarece artificialmente el precio de los pisos, tal y como viene advirtiendo la OCDE y el FMI, y que finalmente los más beneficiados de la bonificación son los promotores y los vendedores, y no tanto el comprador.

En mi opinión, la supresión de la desgravación debió acordarse en los años de la burbuja, cuando podría haber frenado el alza de los precios, pero ahora ¿no sería lo correcto precisamente aumentar el incentivo fiscal hasta que el mercado se recupere del coma que padece?

En cualquier caso, no olvidemos que la adquisición de una vivienda para el español medio implica la canalización de su ahorro a largo plazo; es más, para algunas familias constituye su única fuente de ahorro; entonces, ¿no sería lo más justo que el Gobierno devolviera a los contribuyentes los cerca de 4.000 millones de euros que se van a liberar para, de esta forma, incentivar otros sistemas de ahorro? De lo contrario, estaríamos ante una subida de impuestos en toda regla, de esas que propina un severo castigo a las clases medias.

lunes, 18 de mayo de 2009

Desahucio intelectual

Ponga usted la hache del desahucio donde quiera, incluso no la ponga si con eso siente un vientecillo de libertad, pero tenga cuidado porque si le da por ubicarla en el sitio supuestamente correcto, seguramente se dará cuenta de que nos están quitando toda esperanza de conseguir lo que se desea, y será como admitir que el enfermo no tiene posibilidad de curación.

Hoy mi sonrojo viene por el mal arreglo de una de las medidas pergeñadas por Zapatero para atajar la situación económica que atravesamos; me refiero a la de los 2.000 euros del ala para la compra de un coche. ¿Qué si estoy en contra? Pues a ratos.

La intención es buena, y no voy a valorar si 2.000 euros son muchos, pocos, suficientes, bastantes o bastantes pocos, que para eso los adverbios de cantidad son muy socorridos y cada uno los utiliza como le viene en gana.

Tampoco le pienso quitar a zetapé las ganas de intervenir en ayuda de un sector clave de nuestra economía, que para eso es un tío social como Dios manda, y para quejarse ya están los de los otros sectores no tan estratégicos. Total, si yo vuelvo a decir que a mi no me gusta que con mi dinero otro se lleve un passat más barato, me van a volver a llamar de todo; para eso aplaudo como el que más la medida y santas pascuas.

Ahora me pregunto a mi mismo si se merece ayuda pública el sector del automóvil en España; podría contestar que socialmente sí, pues algunos de mis grandes amigos trabajan en él, y muy duro por cierto; pero para eso no haría falta escribir nada, con tomarnos unas copas a la luz de una barra de un bar bastaría.

Cuando digo si merece ayuda, no me refiero a otra cosa que si es legítimo planteárselo cuando otros muchos sectores están sufriendo dificultades similares y no reciben maná público. También es cierto que el maná es limitado, aunque no se lo crean, y aparte de mis amistades algo más sí se puede decir.

Ahí van unas pocas razones a favor; la industria del auto está arrastrando a un gran número sectores industriales en su caída –aceros, cristales, plásticos, equipos de música, mecánicos, concesionarios, financieras, seguros, petroleras,…….etc.

Y ahí van unas pocas salvedades; cuidado con las ayudas directas a las empresas, porque podemos estar enmascarando problemas de eficiencia y competitividad, y ya sabemos cómo se resuelven a la larga estas cuestiones, con reconversiones brutales, y en última instancia con quiebras (Saab y Opel andan seriamente amenazadas).

Pero disculpen, yo quería hablar de los 2.000, a ver si me he enterado bien; la nueva idea la van a costear a escote entre el Gobierno Central, 500 euros, las Comunidades Autonómicas, otros 500, y los fabricantes, otros 1.000. ¡Qué grande, Zapatero, todos a una!

Pero siempre hay aguafiestas, y para empezar las Comunidades han dicho que tururú, o que según, cómo y cuándo, que para eso viven en sus taifas. Vale, sólo es un pequeño descuido.

Pero, ¿y los 1.000 de los fabricantes? Me lo expliquen: ¿es que no había comenzado la guerra de descuentos ya hace meses? ¿es que había balas en la recámara sin usar por el sector? ¿es que podían haber bajado más los precios y no lo han hecho hasta ahora? ¿es que sólo los bajarán si se les da dinero público por otro lado?

Ojalá la medida surta efecto a pesar de lo improvisada y lo antieconómica que es; ojalá, porque al final, de forma directa o indirecta, en España unos 700.000 puestos de trabajo dependen del ello.

domingo, 10 de mayo de 2009

De la Vogue

Algunos piensan que es la única cabeza lúcida del gobierno Zapatero; otros piensan que esto no es ningún mérito. Yo pienso igual que usted, que es intolerable que la Vicepresidenta se haga valer, ante su tropa de correligionarios ministros, para aprobar una nueva regulación que algún tribunal de justicia forzosamente declarará ilegal cuando de esta señora no se acuerden ni los que pensaban que era lúcida.

Como el criterio del Gobierno es no tener criterio, ni siquiera el de su ideario social, el turno del atropello, del intervencionismo más rastrero, le ha llegado a las empresas de telecomunicaciones que operan en España. Sí, ya saben, las Telefónica, Vodafone, Orange, Yoigo, Tele2 y demás familia, ésas que le despiertan a usted de la siesta cada día para ofrecerles descuentos imposibles en su factura de Internet.

La enésima ocurrencia de la vogue es que estas empresas, privadas para más señas, tendrán que abonar una tasa del 0,9% de sus ingresos para financiar parte de la eliminación de la publicidad en la televisión pública, la RTVE, la del ‘Cuéntame cómo pasó’. Toma ya. Se lo cuento si me aclaro.

El ente público RTVE, ese saco roto sin fondo capaz de acumular pérdidas recurrentes en aras del servicio público, ¿público?, dejará de ingresar unos 500 millones de euros anuales en concepto de publicidad; El Ariel ya no lavará más blanco en TVE, ni pagará por aparecer en el intermedio del ‘Mira quién baila’. Parecía razonable atender la sempiterna demanda de las televisiones privadas que competían en desigualdad ante el ‘saco roto’, pero de esta forma tan chusquera no lo entiendo.

¿Y por qué no cerramos el chiringuito y nos dejamos de mantener una televisión pública que sólo se dedica a sacar el lado bueno del gobernante de turno, y cuya parrilla de programación es parecida a la del resto de sus competidoras privadas? Pues porque ese muerto de millones de euros lo van a soportar las empresas de telefonía; no me dirán que no es brillante la idea; Me disculpo de antemano y acudo por segunda vez en pocas semanas al castizo y malsonante, ¡que se jodan, que bastante dinero ganan; bien hecho, Vice Vogue!

Una vez aliviado y satisfecha mi venganza por la factura mensual que pago a mi operador de móvil, es inevitable pensar en las consecuencias directas e indirectas de la majadería aprobada.

Hasta que un tribunal competente les devuelva lo que es suyo a las operadoras privadas, sus gestores contrarrestarán la medida aumentando las tarifas que cobran a sus clientes, a todos nosotros, con el fin de salvaguardar sus márgenes ilegalmente menguados. Ya lo ha advertido el señor Alierta.

También podrían dejarlas como están, y que fueran los accionistas de cada empresa los que soportaran la arbitrariedad vogue, pero entonces quizá sus dineros volverían la espalda al sector teleco e irían a buscar otros sectores menos intervenidos y de mayor rentabilidad. ¿La consecuencia?, menores posibilidades de inversión de aquéllas, y en definitiva, peor servicio para todos.
Espero que, por lo menos, sea usted un español como Dios nada y a partir de ahora vea los documentales de La 2; al fin y al cabo, cuando llame a su pareja por teléfono para ver cómo anda su niño, estará contribuyendo al bien común.

En este caso y como tantas otras veces, si me han entendido bien es que me he explicado mal.

viernes, 8 de mayo de 2009

Lady Thatcher

Dicen que ‘la dama de hierro’ está perdiendo la memoria; es triste, pero mucho más triste es que esta parte del mundo se olvide de ella. Esta semana se cumplió el treinta aniversario de su llegada al poder, a downing street, y su legado al frente de la pérfida Albión es tan importante que bien merece un repaso en su honor; de hecho, muchos son los ciudadanos británicos que recuerdan dónde estaban y qué estaban haciendo cuando escucharon que Margaret Thatcher dimitía de su cargo.

Es cierto que corren malos tiempos para ensalzar su capitalismo democrático, quizá por eso ha preferido ‘ausentarse’ a su manera de entre los vivos, pero la rocosa lucha que libró durante once años a favor de la liberación de los mercados, bien merece el reconocimiento de quienes seguimos pensando que el Estado no es la solución, sino el problema.

Nadie dijo que la tarea fuera fácil; nadie dijo que todo fuera a ser perfecto; nadie dijo que la imprudencia no nos fuera a acompañar; al menos no creo que haya que entenderlo así, sin embargo, ahora parece que toda la culpa, toda, de nuestra situación actual la tiene el sistema financiero privado, su codicia y sus perpetuas ansias de becerros de oro.

A poco que se reflexione sobre las causas del aquí y el ahora, los dedos habrán de apuntar a otros sospechosos, muchos de ellos gestores de lo ajeno, llamados a corregir lagunas desde el otro lado del ser humano. Y las más de las veces sus intentos de corrección lastran aún más las llamadas imperfecciones del mercado. No olvidemos que el financiero es el sector más regulado, sometido a supervisión pública a este y al otro lado del mundo. ¿será entonces la solución más supervisión, más intervención? Cuanto menos el debate debe estar abierto, pero aún hoy es difícil olvidar ‘la mano invisible’ de Adam Smith, a pesar de los más de doscientos años transcurridos. Por algo será.

Hoy, el socialista que dicen que todos los españoles llevamos dentro solicita protección, solicita alargamiento de las raciones de sopa boba, y a pesar del evidente deterioro político de nuestros ilustres memos, las encuestas siguen poniendo de manifiesto que es más difícil cambiar el rumbo político que el económico. Ayudar a los desfavorecidos suena a música celestial, pero un gobernante debería luchar porque no haya desfavorecidos, y una sociedad inmadura no distingue entre ambos modelos.

Volviendo a Margaret, en el terreno estrictamente económico, su gestión está acreditada por las profundas reformas con las que rescató a la economía británica del estancamiento de los años 1970, las mismas que ahora necesita esta España de las desastrosas autonomías.