viernes, 19 de marzo de 2010

PIGS

Nosotros llamamos despectivamente a los sudamericanos, ‘sudacas’. A los musulmanes-árabes-magrebíes-islamistas, ‘moros’. Y a los extranjeros que enrojecen sus pieles en nuestras costas a base de birra y sol, ‘guiris’.

Seguro que muchos de ustedes no utilizan estos términos para referirse a estas personas. Pero seguro también que estarán de acuerdo conmigo en que, cuando se lo oyen decir a ‘otros’, el sentido de los vocablos es claramente despectivo, peyorativo.

Supongamos que ninguno de los que están leyendo este artículo son los presuntamente racistas, para no llevarnos del todo mal. Tampoco es este sitio ningún lugar para dar lecciones de nada.

Pues bien, a nosotros se nos ha bautizado con el acrónimo ‘PIGS’. ¿Quiénes y a quiénes? Pues lo inventaron los europeos de cuna, de rancio abolengo, de estirpe, los que ya estaban mejor que la media antes de llegar nosotros. Es una expresión utilizada fundamentalmente en el juego financiero, ideada bajo el manto del humor anglosajón.

¿Y quiénes somos los ‘cerdos’?, peyorativamente hablando. Pues Portugal, Italia, Grecia y España (Spain). A veces se añade Irlanda, pero entonces nos fastidia el juego de acrónimos.

Algunos futboleros seguramente recuerdan una expresión que utilizó John Toshack en su etapa de entrenador en España. Fue algo así: ‘Hay más posibilidades de ver a un cerdo volando por encima del Bernabéu, de que yo rectifique’. ¿Lo recuerdan? Pues sucedió. España, junto con Portugal, Italia y Grecia, pudimos volar. Hubo un tiempo, hace años, en que los cerdos volaron, al menos en los ambientes económicos.

Pero los cerdos han vuelto a sus baños de barro. Grecia ha sido el primero, y además sus dirigentes se han comportado como auténticos cerdos, falseando las cuentas públicas, engañando durante un tiempo a todos. Lo malo es que su ejemplo puede arrastrar a toda la piara. Y lo peor es que las cifras de España son verdaderas.

El sueño europeo empieza a tambalearse. Y no es una broma pesada. Pero no me extraña del todo. ¿De verdad usted piensa que España, Europa, Hacienda,…. somos todos? ¿Tan lejos ha llegado el poder hipnotizador ‘social’?

Este concepto tergiversado de solidaridad se ha vuelto seriamente peligroso. Este juego en el que yo trabajo hasta los 67 años, por ejemplo, en vez de hasta los 65, para pagar, también, los desmanes de mis ‘hermanos’ los griegos, ya es exagerado. Lo siguiente es la ruleta rusa.

Y Angela Merkel ha dicho que tururú. Que no está dispuesta a sacrificar las vidas de los alemanes, a apretarles más el cinturón para que los PIGS sigamos tomando baños de barro al sol del mar mediterráneo. Y oiga, yo estoy de acuerdo con la canciller alemana. Seré un cerdo, un gorrino, o como quieran llamarme, pero no porque quiera.

martes, 16 de marzo de 2010

Que viva el IVA

Se abre el telón y el Congreso de los Diputados rechaza la moción. Pues que viva el IVA. Y gracias al voto de canarios y vascos. Mejor dicho, gracias al voto comprado a los partidos políticos que rigen las vidas de ambos pueblos. Todo un ejemplo de solidaridad interterritorial. Todo un ejemplo de imbéciles es lo que somos. Y ya empezamos a estar hartos de dar ejemplo de ello.

Se cierra el telón.

Se vuelve a abrir y Canarias no sufre el IVA, sino IGIC, el impuesto general indirecto canario, al que se suele considerar un impuesto gemelo del primero. Por sus similitudes cualitativas y conceptuales. Y es cierto. Menos en lo principal.

Se parecen como dos gotas de agua en el hecho imponible, en la fecha de devengo, en las liquidaciones... pero la gran diferencia entre ambos es que castigan el hígado del consumidor con unos tipos impositivos muy diferentes.

El tipo general del IGIC es el 5%. El reducido el 2%. El de los ‘godos’ ya lo saben; 18% y 8% respectivamente, a partir de julio de este año. Además los canarios aplican para determinados bienes y servicios un IGIC del 0%; por ejemplo, para la telefonía. Pues llámame, chacho, que no tengo saldo.

Es verdad que los productos que llegan al archipiélago procedentes de la otra España ya vienen cargados del IVA peninsular en sus fases de producción y comercialización; las previas al consumo. Sí, pero la estocada final del Cabildo al comprador final no es mortal. Y se nota.

Se cierra el telón.

Se vuelve a abrir y aparece el País Vasco con un concierto foral, como territorio histórico, que le hace navegar a su gusto. Y ejercen sus fueros, ¡vaya si lo hacen!, sobre todo en materia impositiva. Pero a gusto del contribuyente.

Se cierra el telón.

Se vuelve a abrir y al empresario común le quedan dos opciones. Una; rebajar sus márgenes para compensar la subida administrativa del IVA y así poder seguir ofreciendo sus productos a los mismos precios que antes de abrirse el telón. Es decir, comerse ellos el marrón.

Otra, ‘sostenella y no enmendalla’; o sea, dejar sus márgenes intactos, ver cómo sube el p.v.p. de sus productos en beneficio de otros, y sentarse a disfrutar de cómo descienden sus ventas y cómo les insultan sus ex empleados. Es decir, comerse ellos el marrón.

Y antes de que alguien se atreva a abrir de nuevo el telón, se abrirá en facebook un nuevo grupo que lleve por nombre ‘yo también me arrepiento de haber activado cierto día mi espíritu emprendedor’. Hazte fan.

lunes, 15 de marzo de 2010

Eficacia y eficiencia

Parecen primos hermanos, pero son más bien números primos, de ésos a los que sólo les separa un número par para ser completamente felices. O completamente infelices. Como el 11 y el 13. O como el 17 y el 19. O el 41 y el 43. Hay muchos más.

El problema es que mucha gente los utiliza como sinónimos; como tanto monta, monta tanto; y nada más lejos de la realidad. Y también nada más lejos de la novela de ficción; acuérdese lo que nos contaron en ‘la soledad de los números primos’.

Supongo que dependiendo del ámbito científico al que se apliquen; la medicina, el mundo empresarial, la ingeniería, etc., variará el significado de las mismas. Yo, como casi siempre, me centraré en el ámbito económico.

Pues bien. Como comparten raíz y linaje, portan los mismos genes familiares. Me explico. Siguiendo con nuestro ejemplo matemático, el número par imaginario que les intenta unir es la capacidad. Ambos conceptos miden capacidades, pero una es más femenina que la otra. O visto al revés, la otra es menos masculina que la una.

En economía entendemos por eficacia la capacidad para lograr el efecto que se desea o se espera, pero sin reparar para ello en los recursos o los medios empleados. Suena a prepotencia; a poderío del pájaro gordo. Es una versión moderna del viejo ‘el fin justifica los medios’. Es como la conquista del General al que no le importan las bajas en combate.

La eficiencia es un concepto más elegante. Más distinguido. Más racional. La podríamos definir como la capacidad para lograr el efecto en cuestión utilizando el mínimo de recursos posibles viables. Es la mano izquierda de la eficacia.

La eficiencia es un cociente, una ratio, una relación entre resultados obtenidos (ganancias, objetivos cumplidos, etc.) y recursos utilizados (horas-hombre, capital invertido, materias primas, etc.). Estos últimos también importan, y mucho. Hasta el punto de poder aniquilar el éxito del resultado obtenido.

El secreto está en poner numerador y denominador en justa relación; en óptima armonía, de tal forma que se eviten los dispendios y las malversaciones. Mucho más si los recursos utilizados son públicos.

Lo malo es que corren tiempos en los que está de moda la eficacia. El culto al numerador. Pero la nueva eficacia de nuestras modernas Repúblicas sólo busca tapar agujeros para decir que se han tapado. Y más tarde quiere destaparlos para decir que se han destapado. Y nadie se para a pensar en las inevitables consecuencias del fin. Y, aún más grave, a nadie le importa un bledo el denominador. O sea, usted y nosotros.

sábado, 13 de marzo de 2010

Es preciso presentar el ticket de compra

Todo quisqui entiende y acata esta vieja máxima como uso reglamentado del comercio moderno. No es más que el requisito esencial previo para el retorno al consumidor del dinero -o el consabido ‘vale’- tras una compra realizada.

Claro está que toda devolución tiene unas reglas de juego previamente marcadas. Señalemos como principales el plazo y el estado del bien. Las enuncio sólo a título de ejemplo.

Y por supuesto, se ha de comprobar la veracidad de la operación mediante la presentación del ticket de compra. No es una prueba del delito. Es una garantía que cubre tanto al vendedor como al comprador.

Con las devoluciones de Hacienda las reglas son otras. Las cartas están marcadas, y quien hace las veces de consumidor desasistido en este comprometido juego, en el adulterado sudoku de la Agencia Tributaria, es el contribuyente.

No quiero chafarles la alegría que les supone recibir dinero de Hacienda en concepto de devolución tras la declaración por IRPF, pero tantas veces he oído aquello de ‘fulanito cobra un pastón, en 14 pagas, y encima Hacienda le devuelve’, que me apetece hoy desarrollarlo en voz alta.

Aquello que algunas personas reciben como si fuera un regalo no es más que la restitución, por parte de la Hacienda Pública, de las cantidades indebidamente ingresadas. Utilizo la palabra ‘indebida’ no en su acepción de ilícita, sino como sinónimo de ‘no obligatorio’ o ‘no exigible’.

En cristiano. Ese dinero que nos devuelven nunca hubo de salir de nuestro bolsillo, porque no se lo debíamos a nadie. Es, por lo tanto, un error. Una injusticia. Un producto defectuoso. En consecuencia, se debería restituir el desliz de forma casi automática, y a la mayor velocidad de la que fuera capaz de articular su sistema de comprobaciones la Agencia Tributaria.

Pero corren malos tiempos para las arcas del recaudador. Y en tiempos de precariedad se inauguran callejuelas oscuras y algunos pájaros disparan a las escopetas.

La última ocurrencia parece que consiste en demorar los plazos de las devoluciones, con el consiguiente oxígeno financiero para el Estado, que se queda con nuestro dinero y con sus frutos financieros. Jugada redonda.

Cierto es que a partir del primero de año tras la declaración presentada, el contribuyente tiene derecho a ser compensado por el aplazamiento, aplicando la tasa del interés legal del dinero. Pero cualquier acción de comprobación por parte de la Agencia Tributaria, por innecesaria que sea, interrumpe el periodo de cómputo y deja sin efecto el derecho de remuneración.

La maquinaria inspectora se ampara en espinosas comprobaciones en aras de evitar el fraude fiscal, pero no sorprendo a nadie si digo que la mayoría de las declaraciones de la renta se solventan de forma inmediata, con ayuda de la informática, con simples cruces de información entre pagador y asalariado; entre entidad financiera y contribuyente. En estos casos la demora es injustificada. Es arbitraria. Es improcedente. Y es ilegal.

Lo malo es que no tenemos ticket de compra. Lo malo es que es mentira que Hacienda seamos todos.

jueves, 11 de marzo de 2010

Rebelión

La palabra no suele gustar a todos, porque es signo de mala educación, impropia de ciudadanos a los que se enseñó de mozos el respetable voto de la obediencia. Además, a los animosos que participan en una rebelión se les suele llamar peyorativamente rebeldes. El matiz de después, con o sin causa, sólo dulcifica o agrava el problema.

El caso es que hoy la presidenta de la Comunidad de Madrid ha llamado a las tropas de reemplazo de Hacienda, a los contribuyentes, a la rebelión contra la próxima subida del IVA. Recuerdo a los desmemoriados que la Administración central subirá a partir de julio el IVA general del 16% al 18%, y el reducido del 7% al 8%.

A mi las palabras de Aguirre me han sonado a insurrección, a toque de ‘generala’, y, por un momento, me ha recorrido un airecillo de libertad por la cara. Será la crisis de los cuarenta. O será la crisis de los más de cuatro millones.

De mi periplo militar recuerdo cómo nos aleccionaban contra la sedición; una especie de rebelión descafeinada. Algo parecido a lo que, a mi juicio, nos ocurre hoy a los españoles; al menos a unos cuantos a los que nos gustaría planear un motín contra los que dirigen nuestras vidas; ya saben que en este blog siempre me refiero sólo a los que gobiernan nuestras vidas -y venidas- en sentido económico.

Pero, desgraciadamente, en este terreno no nos solemos sublevar, y si lo hacemos, suele ser en la intimidad, ejerciendo nuestro ardiente deseo de forma pasionalmente muda.

Ortega se refirió a los rebeldes ‘en masa’, a los que tachó de personas incapaces de realizar esfuerzo alguno, ingratos, niños mimados, y cuyo modus operandi consistía en vivir sin sujetarse a norma moral alguna.

Ochenta años después de la publicación de la obra social cumbre del siglo XX, estamos peor. Mucho peor. Igual de mimados, pero además nos hemos aprendido de carrerilla cómo se vive de manera dependiente y con anestesia intelectual, y encima ya nos creemos demasiado mayores para irnos de revuelta.

Quizá la palabras de Esperanza sean sólo un canto a su nombre, un simple juego de palabras biensonantes, pero yo, por un momento, he querido alistarme voluntario a esa guerra perdida y desfilar por anticipado en honor a la memoria de los trabajadores y empresarios que, con la subida de impuestos, se verán obligados a redoblar su esfuerzo por la patria. Y a cambio de nada. Y a cambio de todo.

Y ni siquiera sonará un emotivo himno militar al final como distinción a su pacífica lucha.

sábado, 6 de marzo de 2010

Ahorrar o gastar

Thas’s not the question. No. Tanto da que me da lo mismo; son patatas con carne o carne con patatas. Luego me explico.

Aclaro que no me estoy refiriendo a la esfera personal; donde es muy valioso decidir atinadamente entre gasto o ahorro (entendido éste como un gasto diferido). Lo que voy a intentar explicar se refiere a las consecuencias directas de las decisiones de ahorro o de gasto para el resto de una economía dada; ya saben, esa parcela que le debería importar a un dirigente político de un país cualquiera.

Y no quiero entrar en consideraciones morales que separan a las personas agrupándolas en buenos y malos, en tacaños ahorradores y en generosos o pródigos consumistas. Ya saben. Ésas que por un lado ensalzan la figura del ahorrador intachable, del ejemplar sujeto comedido que sabe poner freno al dislate consumista en previsión de tiempos peores y, por otro lado, le acusan de egoísta, de mezquino, de ruin, de roñoso. Ahí que cada cual busque su postura y que se cambie de blog.

La cuestión que planteo es si las decisiones de ahorro de los agentes económicos suponen un freno para el resto de la economía, para su crecimiento medido como un todo.

Lo que quiero preguntarme, y no sólo retóricamente, es si, como parece, las decisiones de consumo hacen crecer la economía y, por el contrario, las de ahorro la frenan por desplazarla al futuro.

Según esta teoría, ampliamente aceptada, en épocas de crisis, como la actual, la propensión al ahorro de las familias y las empresas empeora aún más la situación global.

Pues algunos opinamos que no. Algunos opinamos que da igual, que es lo mismo; que por distintos caminos llegas al mismo destino. Algunos preferimos quitarnos las gafas empañadas para intentar ver lo que la realidad económica esconde, por achuchada que sea.

Veamos un ejemplo sencillo. Imaginemos una familia cuya renta disponible mensual fuera de 100 unidades. Supongamos también que su posición económica le permite cierta capacidad de ahorro. Pongamos que un 20%.

Según la teoría del consumo como fuente de riqueza, al gastar las 100 unidades, nuestra familia beneficiará a las industrias a las que haya destinado su dinero y, por ende, al conjunto de su economía. Correcto. Nadie dijo lo contrario.

Según la teoría del ahorro como freno de la economía, las 20 unidades sabiamente atesoradas, quedarían fuera del sistema, propinando un gancho mortal al bienestar común. Incorrecto. Desempañemos las gafas.

Estas 20 unidades, salvo que se escondan detrás de un ladrillo o en la caseta del perro del jardín, serán depositadas, por ejemplo, en una entidad bancaria, se invertirán en la compra de acciones de una empresa, se suscribirán participaciones en fondos de inversión o en planes de pensiones.

En definitiva, los agentes financieros se encargarán de hacer llegar el excedente de 20 unidades a aquellos agentes económicos que hayan tomado una decisión de gasto presente.

Simplemente habremos sustituido su decisión de consumo diferido por la decisión de consumo actual de otro agente económico. Por lo tanto, las consecuencias para la economía en su conjunto son iguales.

Como queríamos demostrar.