martes, 23 de junio de 2009

Opinión, criterio y gobierno.

Para la Real Academia Española de la Lengua una opinión es un dictamen o un juicio que se forma de algo cuestionable.

Opinar podemos intentarlo todos, que para eso es gratis y la RAE no hace distinción para su ejercicio en atención a la raza, sexo o la religión del atrevido opinador. Pero estaremos razonablemente de acuerdo en que una cosa es tener opinión, y otra muy distinta tener criterio sobre determinado asunto.

Por ejemplo, sobre la célebre reforma del mercado de trabajo español hay opiniones que merece la pena escuchar; una ronda estos días el espacio económico común; es la del presidente del Banco Central Europeo, señor Trichet, que reclama para España una reforma laboral en serio y sin más dilación.

La opinión de Trichet es cualificada, es externa e independiente, y no arriesga su puesto de trabajo al expresarse. En razón de su cargo se presume que es una persona bien informada, que conoce en profundidad la dispar regulación sobre la materia en el seno de la Unión Europea, y que es consciente de las negativas repercusiones por las que caminará España si nos obcecamos en continuar con nuestro actual sistema de contratación, negociación y excesiva protección laboral.

La opinión de Trichet no es la única en este sentido; antes se pronunciaron en parecidos términos el Gobernador del Banco de España, el FMI, la OCDE, el comisario Joaquín Almunia…… el problema está ya suficientemente diagnosticado.

Hoy mismo el Presidente del Gobierno, acorralado entre tanta opinión de expertos y la espada de los sindicatos, como una pelota contra la pared ha manifestado que una cosa es opinar y otra gobernar. Bienvenidos a la arena política; no siempre lo necesario es compatible con la tarea de gobierno, entendida esta última como el fin último a perpetuar.

Parece ser que el 31 de julio es la fecha tope en la que el Gobierno, Patronal y Sindicatos esperan llegar a un acuerdo, tras más de un año de diálogo estéril, para tratar de introducir mejoras en el funcionamiento del mercado laboral. Desgraciadamente ya se sabe que ninguna de las necesarias transformaciones que necesitamos se van a acometer.

La fórmula perfecta para convertir un problema en una catástrofe es ignorarlo; el único alivio es que las pompas fúnebres son las únicas que están sorteando la crisis de empleo que nos azota; esperemos que llegado el día lo sigan haciendo; hasta el momento seguiremos opinando al tuntún y enarcando las cejas esperando pacientemente que las cosas empeoren.

Por cierto, esta noche de San Juan es la noche más larga del año para algunos; aunque para otros técnicos es la más corta. Cuestión de opiniones, ¿no?

lunes, 15 de junio de 2009

Puntos de vista

Me preguntaba pacíficamente la otra tarde un ex amigo sobre si yo consideraba más atinado, dada su situación de parado experto, cortarse las venas o colocarse en una cola del paro del INEM. ¡Hombre, difícil me lo pones!, pero antes de tomar una decisión tan drástica y encaminarse a una oficina de empleo público, siempre es mejor dejarse las venas crecer bravamente.

Además, yo soy sólo un observador sin ánimo de lucro, sumergido también en un bar de dudas y que, al hablar de estos temas, muchos consideran que tengo la gracia donde las avispas. El problema, mi problema, es que a veces me da por escribir lo que pienso, y otras prefiero dispararme un tiro en el pie para ver si duele tanto como dicen.

Antes de seguir engordando el blog con palabras sin fondo, me dan ganas de hablar de la respuesta realizada por cerca de 600 intelectuales de izquierdas al manifiesto de Los Cien del que yo hablaba hace unos días, más próximo éste al pensamiento de la patronal de empresarios.

He de reconocer que, a priori, el debate me gusta. Para empezar, seiscientos es seis veces cien, por lo que a poco que aporten en el campo ideológico, pensaba yo, malo será que no se decante la partida de su lado, aunque sólo sea como suma de cantidad.

El contramanifiesto lo promueve la 'Fundación Primero de Mayo', toda una declaración sindicalista de intenciones. Antes de entrar en harina y plantear soluciones, en su exposición de motivos se ocupan de buscar culpables, y desde allí se apunta al mundo financiero y a las autoridades económicas que nos han traído hasta aquí por su codicia e ineptitud; balones fuera y vía láctea propagandística de siempre.

¿Sus soluciones? Cojan papel y lápiz, y un pañuelo para secarse las lágrimas de la emoción. De primero me faciliten más créditos a las empresas y las familias. De segundo me amplíen el seguro de desempleo a los trabajadores, tanto la cuantía como el tiempo de la prestación. Y de tercero, más gasto público, que para eso somos muy listos y sabemos cómo, dónde y cuándo gastar el dinero que nos cedéis tan amablemente.

Ay, disculpen, me dejé su postre. Póngame una de cambio de modelo productivo nacional para llevar, que de camino a casa pienso innovar y generar valor añadido.

En fin, imagino que si usted es socialdemócrata seguirá a pie juntillas estas propuestas, aunque no las entienda, y si usted en antisocialista supongo que será porque entiende que esto es mitad disparate, cuarto y mitad de demagogia, y engañabobos el resto.

Mi querido ex amigo, como no puedo borrarme de la cara esta estúpida sonrisa, si sigues ahí, mi consejo para que vuelvas a ser mi amigo feliz de siempre es que te unas como liberado sindical a esta novedosa propuesta intelectual, para que las indecentes políticas de la derecha no caigan sobre ti y los tuyos, y puedas recibir tu sueldo nescafé directamente del bolsillo de los cuatro memos a los que aún les da por trabajar.

martes, 9 de junio de 2009

Ojo al dato

Quién no recuerda a SúperGarcía enfundarse su capa al filo de la medianoche y repetirse una y otra vez hasta la saciedad con esta coletilla que le hizo famoso; eran buenos tiempos para los jóvenes que le escuchábamos cada noche, y que le imitábamos repitiéndonos casi tanto como él. Recuerdo que finalmente sus peroratas cuasipolíticas le hicieron sucumbir después de varias décadas en lo más alto.

Pues estos días hemos conocido un dato, el del paro registrado en las oficinas del INEM durante el mes de mayo en España; en total, 24.471 personas menos. Evidentemente esto no es un espejismo, repito, es un dato real, y si no que se lo digan a los desempleados que han dejado de serlo en este periodo.

Pero antes de entrar a echarle un ojo y valorarlo, me apunto a los que piden un poco de respeto a la maquinaria del INEM, que viene funcionando con normalidad durante muchas legislaturas bajo el gobierno de distintos bandos. Hago este inciso porque de nada vale tildar de manipulador estadístico al Gobierno reinante sin presentar prueba alguna, y deja de lado lo realmente importante, que no es otra cosa que el análisis y la reflexión sobre lo que el ojo no ve.

La erosión del Gobierno se deja patente una vez más al interpretar como el principio del fin de la crisis una estadística parcial como ésta, sin duda con un fin claramente electoral; sin embargo, con ocasión de las elecciones al parlamento europeo, la realidad ha pesado algo más que el maquillaje.

Para poder atisbar los famosos brotes verdes del equipo económico del Gobierno, la cifra del paro publicada habría que depurarla de efectos aleatorios y estacionales; y dando un paso más, donde de verdad pasará su reválida es en la futura certificación de la EPA (Encuesta de Población Activa), estadística homologada con los países de nuestro entorno que permite una comparación más fiable entre ocupados y parados.

Es cierto que históricamente el paro estimado por la EPA y el registrado en los servicios públicos de empleo ha diferido de forma notable, debido a discrepancias básicamente metodológicas; la EPA es una encuesta del INE realizada a un censo de personas en edad de trabajar, mientras que el paro registrado es una estadística del INEM, confeccionada a partir del registro de demandantes de empleo en los registros públicos.

La población parada que calcula la EPA es más certera, pues comprende a las personas de 16 a 74 años que no están ocupadas, que están dispuestas a trabajar y que buscan activamente un empleo, mientras que el paro registrado por el INEM incorpora únicamente a las personas inscritas en las oficinas públicas de empleo. No hace falta abundar mucho más para que quede claro que no todos los parados que buscan empleo lo hacen a través de las oficinas públicas.

Pero si nos queremos ceñir únicamente al dato publicado por el INEM correspondiente al mes de mayo, debemos separar el grano de la paja y depurar el efecto estacional de la serie; en este caso, la pérdida mensual de empleos alcanza las 88.000 personas, cifra que en ningún caso puede calificarse como positiva. Es verdad que es un dato parecido al de mayo de 2008, y algo mejor que los meses precedentes de 2009 pero, desgraciadamente, la tierra verde prometida aún queda lejos, y a la EPA pongo por testigo.

jueves, 4 de junio de 2009

Las propuestas del grupo de los Cien

Podían haber sido 200, ó sólo 50, pero han sido 100; un centenar de economistas de universidades españolas y extranjeras, entre los que se encuentra el actual Secretario de Estado de Economía ó el Presidente de la CNMV, han propuesto una reforma del mercado laboral cuya medida estelar consiste en la creación de un único contrato indefinido, en el que las indemnizaciones por despido sean progresivas y las coberturas por desempleo decrecientes, y con ello se incentive al parado a la búsqueda activa de empleo y se pongo coto al reparto de raciones ingentes de sopa boba.

Se pretende acabar con la absurda dualidad de nuestro mercado laboral, en el que conviven desairadamente la sobreprotección del trabajador con contrato indefinido, y la infraprotección para el contratado temporal; la consecuencia de este sistema es que, a la hora de crear nuevos empleo, el empresario opta forzosamente por realizar contrataciones que no lastren administrativamente la supervivencia de su negocio.

Para este nuevo contrato proponen indemnizaciones por despido que aumentarían desde los 10 días por año trabajado, hasta cerca de los 36 días por año de servicio en un período laboral de diez años.

Nuestro mercado laboral actual constituye un problema, hasta ahí estaremos todos de acuerdo; sin embargo, los hay que siguen pensando que el trabajador es la parte esencial del proceso productivo, y no entienden que si los costes salariales aumentan sin un incremento paralelo de la productividad, el empresario tenderá a utilizarlos menos, a cerrar determinadas líneas de su negocio, o a echar la persiana de su negocio definitivamente; es decir, quienes acaban sufriendo las consecuencias de las ansias de dignidad social son aquéllos a los que supuestamente se quiere beneficiar.

Los Cien también proponen modernizar el sistema de negociación colectiva, para que los acuerdos laborales que se alcancen entre empresarios y trabajadores puedan prevalecer sobre los convenios de ámbito superior; es un sinsentido que, en el ámbito de una empresa, determinados acuerdos no puedan llevarse a cabo porque intereses diferentes negociados en otras mesas, planteen restricciones que pongan en peligro la viabilidad de un proyecto concreto.

El actual sistema supone un freno a la productividad de los trabajadores, y con esta medida se aboga porque los acuerdos de empresa prevalezcan como norma, y no como excepción, sobre los convenios de ámbito superior.

Todo esto que parece de sentido común, choca con los intereses creados por unos sindicatos encanallados y por un Gobierno especialmente dañino que nos conduce a una especie de autogenocidio laboral, donde nos destruimos a nosotros mismos.

Si pudiera volver a empezar este artículo intentaría ser más optimista, pero como no me apetece y cada vez quedan menos obreros a los que despedir, lo más probable es que, aunque se nos acaben los buenos modales, la propuesta quedará como un intento en vano de acabar con la sangría de desempleados del mercado nacional.

Tendremos preparadas toallas limpias y agua caliente aunque, como en el caso de los partos, no sé muy bien si servirán para algo. Una lástima porque ya hemos agotado las maneras de bajarnos los pantalones; lo digo por si no se habían dado cuenta.