domingo, 28 de noviembre de 2010

Los rescates en la zona euro (y Parte 2)

Quedan varias preguntas todavía por responder para completar el puzle del ‘eurorescate’.

Siguiendo con la instrumentación de la operación de salvamento, y aunque ya lo he desvelado en la parte 1, ahora nos preguntamos si la ayuda financiera es un préstamo, que se habrá de devolver junto con sus intereses, o es una regalo adelantado de Navidad.

Pues como ya saben, se trata de un préstamo, con un plazo de 9 años y un tipo de interés, del que hablaré luego. Pero no es un préstamo cualquiera; es una financiación que acude en auxilio de un país en suspensión de pagos y, por lo tanto, de difícil reembolso.

Y la única garantía de recobro para los países de la zona euro, que son los que asumen el riesgo final, es el compromiso del país rescatado de acometer un plan radical de recorte del gasto público (entre ellas, guillotine de 25.000 empleos públicos), y una subida de impuestos.

Pero también hay un cambio importante en las reglas del juego, y es que, a partir de ese momento, la soberanía irlandesa ya no recae en su pueblo, sino en el gabinete político que rige la eurozona, o mejor dicho, en el bloque alemán y francés.

En el caso irlandés existe un agravante más y es que, gran parte de la financiación recibida se utilizará para respaldar su maltrecho sistema financiero, de tal forma que las pérdidas de los acreedores bancarios se trasladarán, de nuevo, desde la esfera privada al contribuyente, haciendo que se eleve la deuda pública irlandesa por encima del 120%.

El tipo de interés de los préstamos concedidos es elevado, al ser una operación de alto riesgo. En el caso irlandés se cifra en torno al 6% o 7%, por encima del 4,5% al que, de media, se ha financiado el Tesoro irlandés durante los dos últimos años, y superior al 5,2% del rescate griego -aunque en el caso heleno el plazo de reembolso se fijó en 3 años-.

El de Irlanda es un coste mayor del esperado, incluso hay voces que lo tachan de inaceptable. En cualquier caso, es una cifra más ‘manejable’ que el 9% que pagaría ahora Irlanda si intentara refinanciarse por sí sola en el mercado.

Lo difícil de creer es que, en los próximos años, asumida esta elefantiásica deuda, Irlanda pueda devolver lo acordado. En el mejor de los casos los nuevos impuestos lastrarán su crecimiento y, en gran medida, se destinarán a pagar los enormes costes financieros de la deuda asumida.

Por eso mismo hay quienes piensan que este nuevo ‘euroinvento’, llamado fondo de rescate, más que un rescate es una huída hacia delante, y que actúa sólo como cortafuegos a la desconfianza en la que se encuentra sumida Irlanda.

El verdadero problema es que sólo funcionará si el problema irlandés responde exclusivamente a un sentimiento de pánico en los mercados, es decir, a un problema de liquidez, y no a la insostenibilidad de su estrategia de austeridad y repago de su deuda, es decir, a un problema real de solvencia.

Para los ‘euroavalistas’ la operación puede también ser ruinosa, porque ya me dirán ustedes quién es el guapo que piensa en la rentabilidad de una inversión cuando el prestatario huele a muerto.

Y en caso de producirse el impago irlandés, los avalistas deberán recorrer el mismo camino de Irlanda para abonar lo acordado a los inversores del fondo de rescate, es decir, se deberá reducir el gasto público, incrementar los impuestos o endeudarse aún más; en definitiva, no habrá más remedio que empobrecernos todos juntos e hipotecar a las generaciones venideras.

Por eso mismo Alemania, por voz de su Ministro de Economía, acaba de decir aquello de nunca más……. pero ya saben aquello otro de ‘nunca digas nunca’.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Los rescates en la zona euro (Parte 1)

Las ayudas a los países de la zona euro en problemas, como el caso irlandés, se instrumentan a través del fondo de rescate, un dispositivo creado el pasado mes de mayo de 2010 para garantizar la estabilidad del euro.

Y muchas son las preguntas que nos hacemos a cuenta del funcionamiento de este fondo. ¿De dónde sale el dinero?, ¿quién o cómo se lo hacen llegar a los países en problemas?, ¿es un rescate a fondo perdido o son préstamos que se han de devolver?, ¿quién lo debe devolver en este caso?, ¿quién lo tiene que devolver si no lo devuelve el país rescatado?, ¿cuánto nos cuesta a los socios europeos?, ¿nos cuesta más a unos que a otros?, los socios de la UE que no están en el club del euro, ¿también aportan fondos?

Vamos a tratar de responder a estas y a otras preguntas por partes, como se hacía con las integrales en el colegio.

Ya he apuntado que el nuevo mecanismo de ayuda se instrumenta a través del fondo de rescate. Es éste, por tanto, el encargado de hacer llegar las ayudas financieras a los países que lo precisen.

La dotación máxima aprobada para el fondo alcanza los 750.000 millones de euros, importe que se obtiene de 3 fuentes distintas:

• De los países de la eurozona, hasta 440.000 millones de euros, vía préstamos o garantías.

• Del presupuesto de la Comisión Europea, hasta 60.000 millones de euros.

• Del Fondo Monetario Internacional, hasta 250.000 millones de euros.

La mayoría de sus inquietudes, supongo, porque afecta directamente a nuestro bolsillo, vendrán por los 440.000 millones a financiar por los estados miembros del euro, entre los que estamos nosotros, España.

Como es lógico, el reparto de este importe entre los socios del euro es proporcional a la contribución al PIB europeo. Y en este ranking, España, aunque no lo crean, todavía ocupa la 4ª posición, por detrás de Alemania, Francia e Italia. Así que, por prorrateo, nos corresponden unos 52.000 millones.

Lo que pasa es que, como casi siempre que hay finanzas de por medio, la cosa no es tan sencilla como parece. Porque lo lógico, lo que supondría cualquier lector interesado, es que cada país del euro satisficiera su asignación al Fondo, y éste simplemente se encargara de hacer llegar el dinero allá donde se necesite.

Pero, claro, si España, con una deuda pública de unos 600.000 millones, tuviese que endeudarse ahora en otros 52.000 millones para aportarlos al fondo de rescate, lo más probable es que el siguiente país en solicitar el rescate fuésemos nosotros.

Por esa razón la operación se hace de otra manera. ¿Y cómo? Pues apelando a los mercados financieros. Es decir, convenciendo a los inversores internacionales para que aporten el dinero con destino a Irlanda, en lugar hacerlo nosotros.

¿Y cómo se convence a los inversores, que no quieren financiar a Irlanda, para que financien? Pues aportando garantías adicionales. Es decir, asegurándoles que, si Irlanda finalmente no hace frente a sus compromisos, los países miembros del euro lo harán en su lugar.

La instrumentación de la operación es lo de menos. Se realiza mediante la emisión, por parte del fondo de rescate, de bonos garantizados por los países de la zona euro; de esta forma los bonos cuentan con la máxima nota crediticia posible, la triple A.

A la sazón, los bonos son suscritos por los inversores en los mercados financieros, y el fondo le hace llegar al país rescatado el importe pactado mediante la concesión de préstamos.

Es decir, en la fase de financiación inicial, los gobiernos de la zona euro no aportan dinero, sino avales. Ni que decir tiene que la posición de riesgo de los avalistas frente a Irlanda, es la misma que si se financiara directamente la operación. Estamos, por tanto, asumiendo el mismo riesgo de impago y el mismo posible deterioro para las cuentas públicas de nuestro país de una forma que de otra.

(Continuará)

jueves, 25 de noviembre de 2010

El lamento del tigre celta (y 2)

Pongámosle ahora cifras y letras al rescate irlandés.

Según parece, el paquete humanitario que le estamos preparando por Navidad los hermanos europeos se cifra en unos 100.000 millones de euros. ¿Le parece mucho?, ¿Le parece poco?, ¿No le parece? Razone su respuesta y siga leyendo.

Si ánimo de abrumarles con cifras. En mayo de este año el rescate a Grecia alcanzó los 130.000 millones de euros. Claro, que Grecia no es Irlanda (toma 1).

¿Y nadie ha pensado en la posibilidad de hacer una quita, como tantas veces hemos visto en los últimos tiempos en el sector privado, a los derechos de los acreedores irlandeses? No se molesten por la idea (de hecho es una 'sugerencia' de la canciller Merkel); era sólo por intentar rebajar la factura al contribuyente europeo, que bastante tiene con lo suyo.

Lo digo porque tengo la impresión de que fueron los acreedores de Irlanda quienes disfrutaron de la provechosa ola de un país cuyos índices de crecimiento económico eran muy superiores a la media de la Unión Europea.

Y seguramente también fueron ellos, sus acreedores, los principales beneficiados de un sistema impositivo anormalmente bajo, y de una burbuja inmobiliaria con grandes retornos para inversores avezados.

Es más, si no recuerdo mal, de aquellos beneficios que obtuvieron durante casi 20 años, yo no recibí directamente importe alguno. ¿Y usted? ¡Maldita memoria!; si pudiera repescar mis extractos bancarios de entonces…….

¿No será que si ahora hay quitas, el marrón irlandés se lo comerá fundamentalmente Reino Unido? Y en el caso griego, ¿no era Alemania el principal implicado? Ya entiendo. Que todos somos hermanos, pero con distintos padres.

Y si el siguiente marrano que se sale de su ciénaga es Portugal, ¿no será España la principal damnificada? ¡Eso no puede pasar, hombre, Portugal no es Irlanda! (toma 2).

Es cierto. Portugal no lleva 20 años creciendo con las espectaculares tasas irlandesas. De hecho, yo diría que Portugal se parece, en este sentido, mucho más a Japón, y por eso lleva más de 10 años con crecimientos por debajo del 1,5%.

Entiendo…… por lo que no paso es que se diga que si cayera Portugal, España sería la siguiente víctima de los malotes especuladores. ¡Que España no es Portugal, hombre! (toma 3)

Venga, pues saquemos entonces pecho. Nosotros tenemos un PIB de 1,1 billones de euros, somos la cuarta economía de la zona euro y representamos el 11% del PIB de la eurozona. Y Grecia, Irlanda y Portugal representan, todas juntas, el 6%.

Además, nosotros no tenemos un problema de sostenibilidad de la deuda como ellos. ¿De qué? Que no tenemos tanta deuda como ellos, hombre. Además, que aquí se están haciendo las cosas bien.

Ya veo. Pero la causa de la quiebra de un país ¿es el elevado porcentaje de deuda pública respecto a su PIB, o es peor que la deuda crezca muy deprisa? Yo ahí no me meto, porque hay gente para todo, y cada uno hace las cuentas a su manera.

Imagínese, los hay que piensan que lo que mata es el plomo de las balas. Y los hay que pensamos que lo verdaderamente mortal es la velocidad de la bala.

Lo dicho, que Gibraltar no es España (y toma 4). De momento.

martes, 23 de noviembre de 2010

El lamento del tigre celta (1)

Cuál es el origen del problema económico de Irlanda, cuánto nos va a costar a los vecinos comunitarios y cómo nos puede afectar especialmente a los ‘pigs’ que aún marraneamos libremente, son las tres preguntas clave para entender y postrarse humildemente ante la agonía irlandesa.

Si consigo responder ordenadamente a estas cuestiones, prometo irme a celebrarlo a un irish tavern. Con una pinta y sin una rubia.

Por partes. El problema irlandés tiene nombre de pecado, la quiebra, y dos apellidos de los de toda la vida, la burbuja inmobiliaria y el sistema financiero arruinado.

Y hasta aquí hemos llegado después de varios intentos de salvación interna, que dieron por finiquitado el sueño de dos décadas de envidiable crecimiento.

Porque, en este caso, no podemos culpar al Gobierno irlandés de inacción; allí no se negó la crisis, nunca se usaron vendas para los ojos ajenos, y el ejercicio de transparencia y reconocimiento prematuro del problema no le ha salvado de morir calcinado.

Es cierto que, en todo proceso maligno, es básico coger la enfermedad a tiempo. Pero, tan importante como un diagnóstico certero y prematuro, es atinar con las medidas de auxilio.

Y a los responsables políticos irlandeses les dio por escupir al cielo, cometiendo el inmenso error de garantizar, en el momento álgido de la crisis, a TODOS los acreedores de TODOS sus bancos, el 100% de sus ahorros. Champán para todos. Barra libre. Y que viva lo gratis.

Esta nacionalización de las pérdidas hizo que se repartiera la miseria entre buenos y malos bancos y, con ella, las entidades en problemas, pero aún viables, dejaron de serlo, al no contar ya con recursos públicos suficientes para salvarles del contagio de las instituciones ya heridas de muerte.

Y la quiebra total del sistema financiero irlandés acabó arrastrando a sus contribuyentes, a TODOS; en definitiva, al país entero. Debe ser muy reconfortante el consuelo de tontos…… de tantos, quería decir.

Algunos nos acordamos ahora de la quiebra de Lehman Brothers, acaecida en ese mismo momento, y la forma en que se dejó caer al gigante americano para que purgaran sus pecados entre sus accionistas, sus empleados y sus acreedores.

Seguramente se perdió una batalla, con la ruina de todos estos, pero se ganó una guerra, la legitimidad del conjunto del sistema y, sobre todo, el triunfo que supone ser considerado responsable de los actos tomados en nombre propio.

Las generaciones irlandesas venideras ya saben el legado que les dejan sus padres. Algo así como 50.000 euros de deuda por familia. Una señora hipoteca que no precisa de inscripción en el registro de la propiedad, porque figura grabada en el DNI electrónico de los más de 4 millones de irlandeses.

(Continuará)

viernes, 12 de noviembre de 2010

El sistema de pensiones español (Parte 5)

Me comprometí, por escrito, a explicar la transición entre los dos sistemas inventados por el hombre para remunerar la vejez. Más en concreto, el paso del sistema de prestación definida y reparto actual, hacia un sistema de aportación definida y capitalización.

Pues allá voy. Y no lo hago porque lo prometido sea deuda, y menos hablando de pensiones, sino porque, de no hacerlo, decepcionaría algunas de sus expectativas; casi tanto como las de los trabajadores y jubilados españoles en materia de pensiones.

Como no soy inventor, me apoyaré en lo ya inventado. En este caso, en el ejemplo de José Piñera, el mortal al que se le atribuye la exitosa reforma del sistema de pensiones chileno en tiempos del innombrable General.

Pues bien. Al señor Piñera se le ocurrió la brillante idea de crear una ‘libretita’. Una simple cartilla, al estilo de las viejas cartillas de ahorros, en la que a todo trabajador se le iría anotando lo acumulado en cada momento para su futura pensión. Viene a ser como el estado de posición de su plan de pensiones privado, con una salvedad, que, en este caso, el sistema sería obligatorio y público.

Y a los que ya lucimos cabellos entrecanos, ¿qué nos apuntamos ahora como derechos consolidados en la ‘libretita’? En otras palabras, ¿cuánto nos deben?, si es que nos deben algo.

Pues nos deben, y mucho. Entre todos, algo así como dos veces y media el PIB anual de España. No me dirán que mantener escondido ese pasivo público, sin que nadie se entere, no tiene mérito.

Pero ya tenemos la moqueta levantada, la enfermedad diagnosticada y cuantificada la deuda. Ya tenemos nombre y apellidos, caras reconocibles; y el enfermo todavía respira. Y sólo hemos necesitado realizar unos  cálculos actuariales.

Pero queda lo más difícil. Que el Estado reconozca explícitamente lo que se debe a cada cotizante y a cada pensionista, en función de lo aportado y de su esperanza de vida. Y que lo anote en nuestra ‘libretita’, a título personal e intransferible.

Para ello Pedro Schwartz propone, por ejemplo, la entrega a cada trabajador o pensionista, de títulos de deuda del Estado por el importe adeudado, al que se irían acumulando posteriores cotizaciones en el caso de los trabajadores en activo. El catedrático también plantea mantener un subsidio mínimo para aquellas personas que no hubieran podido trabajar o ahorrar.

Evidentemente, el camino es doloroso. Existirían mermas en algunas cuentas individuales y, a cambio, nuestra pensión pasaría de estado gaseoso a bien tangible, y la responsabilidad de nuestra vejez saltaría de nuevo a nuestras inexpertas manos.

También es cierto que el paso es más sencillo cuando la Seguridad Social ha quebrado del todo, como había ocurrido en Chile, como ocurrirá en España. Entonces partiríamos todos de cero. Pero a mí no me parece lo más sensato, dada mi edad actual.

Los habrá que, ni aún así, lo quieran. Los habrá que sigan prefiriendo seguir viviendo como hasta ahora, aunque sea imposible. Los habrá que sigan prefiriendo no conocer las reglas del juego. Y los habrá que hablen de dificultades imaginarias o supuestas.

La respuesta no es sólo nuestra, pero también es nuestra.