miércoles, 10 de agosto de 2011

Vuelva usted mañana

Hace un par de meses que España suprimió la primacía del apellido paterno a la hora dar nombre familiar a la descendencia. La norma aprobada, con rango orgánico, tuvo mucha pelotera parlamentaria.

Finalmente se otorgó poder a los funcionarios del registro civil a la hora de decidir el primer apellido del menor, para el caso que los padres del neonato no alcancen un acuerdo previo.

A mí, con los supervivientes de la isla de Tele5 y los supervivientes de Grecia, Irlanda y Portugal, casi se me pasa comentar la noticia. Vayan mis disculpas de antemano.

Pues bien, como he apuntado, parece que la decisión final estuvo plagada de no pocos sesudos debates en las cámaras legislativas. Así, el partido socialista presentó un proyecto en el que establecía la sabiduría ordinal de nuestro alfabeto como criterio para fijar el orden de los apellidos. Ya saben: a antes que b, ésta antes que c, y así hasta donde recuerde.

Más interesante era la propuesta de esquerra republicana, que sugería que la cuestión se dirimiera por sorteo puro. Al estilo UEFA Champions League, pero sin amaños; supongo. Quizá haciendo corresponder números y letras con alguna fórmula confusa, que bien pudiera extraerse de la terminación del sorteo de la ONCE del día del feliz alumbramiento.

Más justa parece la propuesta del peneuve, que abogaba por la prevalencia del apellido menos frecuente. Quizá con la sana intención de eliminar del mapamundi genealógico a los molestos Rodríguez y Pérez que todavía campan por Euskadi.

En cualquier caso, no me negarán que se trata de un importante paso en materia de igualdad de género, al suprimir la prevalencia del apellido paterno. Porque hasta ahora se podía elegir entre un apellido u otro, sí, pero siempre de común acuerdo; y, en caso de disputa, prevalecía el criterio del hombre de la casa. Inconcebible machismo.

Afortunadamente al final reinó la cordura, y serán los funcionarios del registro civil los encargados de poner orden y paz en el seno de la familia mal avenida. Nada dice la ley si se dejarán oír, con voz pero sin voto, las opiniones de los padres de él, los de ella, los hermanos de sangre, e incluso los familiares en segundo y tercer grado.

Lo que yo me pregunto, a modo de curiosidad venenosa, es cuál será el criterio, caso de tenerlo, que utilizarán los empleados públicos en el ejercicio de sus funciones. Porque, dado lo novedoso de su nueva tarea, el temario de sus oposiciones aún no habrá articulado un sistema objetivo y proporcional. Tampoco ha trascendido si el método científico a pergeñar puntuará o no a la hora de obtener la plaza en el sacrosanto cuerpo de los empleados públicos.

A fuer de ser algo más retórico, ¿Lo harán quizá atendiendo a la sonoridad de los apellidos? ¿Lo echarán a cara o cruz? ¿O a pares o nones? ¿Propondrán un pulso entre los cónyuges? ¿Lograrán generar aun más papeleo y menos productividad en el ejercicio de su función pública? ¿Comentarán sus juicios durante el desayuno reglamentario? ¿Dirimirán la cuestión aludiendo al Salomón bíblico, célebre por su sabiduría?  ¿Sembrará su decisión jurisprudencia para solucionar posibles disputas en el ejercicio de la patria potestad en un futuro?

No sé. Quizá simplemente nos respondan, en el momento de máxima tensión familiar, con el socorrido 'vuelva usted mañana' que acuñó Mariano José de Larra.

lunes, 8 de agosto de 2011

El cigarrillo mañanero

Dicen los expertos que el cigarro que te fumas durante los primeros 30 minutos después de levantarte es el más peligroso. Dicen que mata más que el resto. Dicen que multiplica la nicotina que va a parar a la sangre. Y dicen, en definitiva, que esa calada madrugadora incrementa el riesgo de padecer un tumor.

Quiere ello decir que no sólo importa el número de cigarrillos que aspiras al día. Quiere ello decir que no sólo importa el número de años que llevas fumando. Quiere ello decir que también importa el momento del día, o de la noche, en el que se enciende el primero.

Lo que pasa es que los fumadores suelen tener mucho ‘sentido del tumor’. Y suelen torear estos estudios científicos con ironía y sarcasmo, defendiendo su libertad para buscar el camino más rápido hacia el cielo, o hacia el infierno, a su manera.

Y razón no les falta. Al menos a mí así me lo parece. Porque siempre y cuando aspiren para sí mismos sus malos humos y tengan capacidad suficiente para financiar sus bocanadas, el problema lo tiene quien quiera meterse en los problemas de otros. Que no es mi caso.

A mí lo que me importa es la terrible involución de la estética del fumador. Ésa que ha dejado grabadas escenas de leyenda en los archivos de las filmotecas a base de verdaderos fotogramas de seducción.

Porque, hasta hace muy poco, el cigarrillo que importaba era el de después. El que se iniciaba cuando terminaban los secretos de la carne. El que quedaba unido a una indestructible amistad. El que actuaba de alucinógeno frente a las miserias del mundo.

O el que se ingería de rabia por las cosas irrealizables. O el que seguía el itinerario del fracaso o de la muerte. O el cigarrillo del antihéroe. O el cigarrillo del inadaptado. O el cigarrillo del que saboreaba la pereza. O el del vagabundo de pensamiento. O el de los espíritus atormentados.

Y yo no fumo. Ni he fumado nunca. Y supongo que ya no me dé por fumar. Por eso quizá me da por escribir sobre el cigarrillo de ficción, siendo ajeno a su realidad. Como si fuera un argumento invisible. Y es que, al escribir, te olvidas un poco del mundo.

Espero que no le moleste.

sábado, 6 de agosto de 2011

Con la salud hemos topado

Las 1.300 farmacias de la comunidad autónoma de Castilla La Mancha van a la huelga. La razón es sencilla; parece que la seguridad social lleva sin pagarles las recetas desde enero de este año. La cifra impagada, según leo en la prensa, asciende a unos 125 millones de euros.

La noticia ha causado un gran revuelo ‘social’; de momento parece que la indignación se sitúa sólo en el escenario manchego de las fantasías caballerescas aunque, como bien saben los políticos, el revuelo ‘social sanitario’ es el peor de los revuelos.

Una Castilla La Mancha que, por cierto, los estatutos de autonomía de principios de los ochenta transformaron en lo que hoy es, borrando de un plumazo a su predecesora ‘la Nueva’; recuerden conmigo: Madrid, Toledo, Ciudad Real, Cuenca, Guadalajara y Albacete……..Si Cervantes levantara la cabeza lo mismo hacía discurrir las andanzas quijotescas por lejanos países emergentes.

Volviendo al tema. Porque, hasta ahora, a muy pocos indignados parecían importarles los significativos recortes en los márgenes empresariales que, a golpe de decreto ley, la industria farmacéutica lleva padeciendo desde hace años.

Recortes que, evidentemente, ponen en peligro la subsistencia de nuestro modelo de oficina de farmacia y que, tarde o temprano, acabarán afectando a la calidad o a la cantidad del servicio que prestan.

Pero los farmacéuticos, para el ciudadano de a pie, son como los funcionarios y algunos otros instalados administrativamente en el sistema, y viven como curas. Como curas de los de antes, digo yo, porque seguro que los indignados de la santa madre iglesia también tienen motivos para enfurecerse con sus recortes.

Y por eso les espetan que no se quejen. Que con sus sobras vivirían tres familias. Que peor vive el parado sin subsidio, que tiene que habituarse a resistir con una limosna de 420 euros al mes. Que, si por él fuera, trabajaría en dos turnos de ocho horas al día. Pero como la cosa está tan mal…

El problema es que, ahora, la angustia de las farmacias y sus distribuidores, ésa que hasta ahora se disimulaba bajo sonrisas ajenas, amenaza con trasladarse al pueblo llano.

Un pueblo que se define como inocente. Que cree que abomina las injusticias. Que dice no saber de números. Que le espantan las letras. Que vive como menor de edad gustosamente. Pero que conoce sus derechos mejor que sus deberes. Y que, si hace falta, hasta se alista en tiendas de campaña contra el poder.

Y la amenaza que se escucha es seria: ¡Desabastecimiento de medicinas! Y, claro, por ahí no pasamos. Una cosa es que la industria farmacéutica sufra recortes e impagos, y otra que mi derecho a libre botiquín se vea mermado.

¡Con la engañosa salud hemos topado! La gratuita. La salud que se regala a cambio de la vida eterna. La salud social. La salud repartida en cómodas dosis cada ocho horas. La salud que receta el médico y que la farmacia está obligada a dispensar por imperativo legal.

Infinidad de veces manifiesto en este blog que lo gratis no vale. Que provoca dejadez. Que invita a no implicarse. Que fabrica personas incapaces. Que propicia placenteros ocios. Que crea un falso concepto del servicio público. Y que lo que viene sin esfuerzo, acaba yéndose por necesidad.

En mi opinión, la seguridad social española, tal y como la concebimos actualmente, necesita acometer importantes transformaciones, todas ellas encaminadas a conseguir un servicio eficaz y eficiente a la vez. Pero este camino no se hace al andar, sino con unas enormes tijeras de podar.

Hasta entonces, tan injustos o más son los impagos que sufren los farmacéuticos y sus distribuidores, como el desabastecimiento de medicinas con el que nos vemos ahora amenazados.

Son la misma cara de la misma moneda. La consecuencia de los excesos y el país de los goces. La resaca de la barra libre a la que nos invitaron. Y la secuela de seguir creyendo en los libros de caballería ‘sociales’.