sábado, 21 de mayo de 2011

Indignados irreflexivos

Hoy es jornada de reflexión. A mí me gusta más llamarla ‘veda electoral’, aunque sólo sea por llamar a las cosas por su nombre. Porque, con el día primaveral que amenaza, no creo que nadie se acuerde de reflexionar sobre el día después.

Además, aprovecho que mañana participaré obligatoriamente en la ‘fiesta de la democracia’, como presidente de mesa electoral, para compartir algunas reflexiones sobre los acampados indignados.

Un inciso previo. El origen de la veda electoral me parece acertado; en su momento se intentaba conseguir que, en el período inmediatamente anterior a la elección, los participantes pudieran reflexionar sin influencias sobre el sentido de su voto.

También existía otra razón más práctica, que pretendía evitar que durante el acto electoral ocurrieran incidentes entre simpatizantes poco dialogantes de diferentes partidos políticos.

Es cierto que el propósito de las prohibiciones legales que adornan un día como hoy tiene ya más valor simbólico e histórico que otra cosa. La consolidación de la democracia, el desapego a la clase política, la onda expansiva de internet, y algunos pequeños problemas del día a día, como el desempleo campeador, hacen que la prescripción sobre el examen de conciencia haya perdido todo su sentido.

Pero, de repente, a unos jóvenes y no tan jóvenes españoles, les da por reunirse en acampada sin monitores en distintas plazas del país. Y lo hacen arrogándose banderas en favor de la democracia. Algunos ‘analistos’ se atreven a definir esta sentada de fin de semana como la ansiada movilización de la sociedad civil.

Y digo yo, ¿no son estos mismos mozos los que se suelen declarar a menudo liberales, apolíticos, genuinamente distintos a la clase política que tanto detestan? Porque detrás de un liberal apolítico al uso se suele esconder, casi siempre, el deseo de no implicarse, la dejación, la deserción de lo que no nos gusta y, sobre todo, el ‘esto no va conmigo, yo soy de otra forma’.

Lo digo porque, a mi juicio, estas reuniones que estamos viendo tienen poco de revolución. Le viene grande incluso el calificativo de revuelta. No se ven propuestas activas. No hay cabezas pensantes. No existen alternativas para encauzar la protesta: ni respetando el actual sistema, haciéndolo girar hacia la constitución de un partido político ‘diferente’; ni tampoco aparecen las suficientes ganas de trabajar para cambiar el sistema actual, si es lo que de verdad se quiere.

El revolucionario, el que quiere cambiar los pilares de un sistema, el que busca un cambio radical y profundo respecto al pasado inmediato, ha de conjugar el verbo renunciar como primer mandamiento. Y necesariamente debe sacrificar lo suyo en pos de su objetivo refundacional.

Pero la spanish protesta se parece más al clásico lamento argentino: ‘Así no nos gusta. Hacedlo bien’. Y se hacen sonar cacerolas. Se brama contra lo injusto; mejor dicho, contra lo que no favorece. Se piden viviendas baratas, hipotecas blandas, empleo, salarios dignos de 14 pagas, sanidad y educación gratuita…… y se utiliza como vudú a los banqueros, que es muy socorrido.

Supongo que el 23 de mayo cada uno volverá a sus casas, y el único rastro visible de estos días habrá que buscarlo en algunos blogs como éste, que se rellenan por puro entretenimiento.