sábado, 29 de mayo de 2010

Pacto de Estado

Por fin un gran acuerdo de Estado para España. ¡Y data de julio de 2006!, pero algunos nos enteramos ahora. Se trata del ‘Reglamento de Pensiones a favor de ex parlamentarios’.

La noticia buena es que todas las fuerzas políticas estuvieron de acuerdo en aprobarlo. Con votos a favor de diputados y senadores. La noticia mala es que lo conseguido no forma parte del interés común.

Conocemos los detalles del Reglamento porque el sindicato Manos Limpias ha interpuesto recurso contencioso administrativo en su contra ante el Tribunal Supremo. Ahora es turno del ‘caballo del malo’, que dará o quitará razones.

Conocido de sobra por todos es que nuestro sistema de pensiones actual da derecho, en su versión contributiva, al cobro de la pensión máxima de jubilación una vez cotizados 35 años, en función de la base de cotización de los últimos 15 años de vida laboral. Eso es así para todos los españoles iguales ante la ley. En este caso, la Ley de Seguridad Social.

No hace falta explicar porqué este criterio no se aplica para el caso de senadores y diputados, casta parasitaria que se agarra con fuerza al pilón. Simplemente porque así lo establece el Reglamento en cuestión, que se encarga de discriminar a su favor; buscando el bien de todos a través del bien de algunos, supongo.

Así, a los españoles que se esconden detrás de los leones de la Carrera de San Jerónimo o en el Palacio del Senado, les bastan 7 años de ausencias a plenos y demás debates sin importancia para tener derecho, una vez se conviertan en ex parlamentarios, a la misma pensión máxima que a sus desiguales electores les cuesta 35 años de trabajo.

Para que la fiesta sea completa, nuestros representantes tampoco tienen obligación de abonar, mientras dure su condición de ‘activos bicamerales’, las cotizaciones a la seguridad social; ni las del empleador, Las Cortes, ni las del ‘trabajador’, el político, ambas a cargo de los presupuestos públicos.

La Sentencia del Supremo nos sacará de dudas en cuanto a si el Reglamento de ex parlamentarios vulnera o no el entramado de disposiciones legales y administrativas que le sean aplicables, pero lo que no parece racional es que sean las Mesas del Congreso y del Senado los órganos competentes para regular el sistema de pensiones de sus ‘trabajadores’. En el caso que se les pueda denominar así, claro.

Y no es que no me fíe del Supremo, sino que la ventaja del teatro es que te dicen de antemano que todo es mentira. Siendo prácticos, cuando en un futuro alguien acabe con nuestro sistema piramidal de reparto de las pensiones entre jóvenes y viejos, y lo transforme en un sistema justo que capitalice esfuerzos, mi blog ya no será de este mundo.

Pero cuando alguien intente estirar el chicle del sistema fraudulento actual haciéndonos trabajar más años, aumentando las cotizaciones y recortando las prestaciones, desgraciadamente yo estaré de nuevo en el sitio equivocado en el peor momento posible.

lunes, 24 de mayo de 2010

Especuladores

¿Alguien puede explicarme en qué piensa cuando escucha la palabra ‘especulador’? Y eso o esos en lo que ha pensado, ¿son buenos o malos? Yo estoy dispuesto a jugar a este juego de las etiquetas, pero primero me gustaría comentar algunas cosas.

Para empezar, lo que intentaré explicar nada tiene que ver con estafas, timos, manejo de información privilegiada, ni cualquier otra figura delictiva con la que usted asocie el verbo especular. Las mencionadas constituyen delitos tipificados en nuestro ordenamiento jurídico y, llegado el caso, a los juristas me remito.

Especular no es más que comerciar -dentro del ámbito mercantil o financiero- con ‘algo’ para obtener un lucro, es decir, un beneficio económico. Y ese ‘algo’, objeto del comercio, pueden ser mercancías, acciones, inmuebles, sellos, alimentos, juguetes, medicamentos, etc.

Lógicamente, para conseguir el beneficio económico que se pretende, es preciso aprovechar las fluctuaciones en los precios de esos ‘algos’. Ya sabe, comprando barato y vendiendo más caro. No lo intente hacer al revés, que conseguirá evitar que le llamen especulador a costa de que le cuelguen otras etiquetas más castas pero más dolorosas.

Si algo de lo que he dicho hasta ahora le ha ofendido porque piensa que le acabo de etiquetar como vil especulador, cierre este bienintencionado blog y vaya a purificarse verificando la casilla de su declaración de la renta que recoge sus aportaciones a onegés. Sin ánimo de lucro, claro.

Los que sigan leyendo estarán de acuerdo en que, en sentido amplio, cualquier inversión o proyecto mercantil que intentemos, es especulativo por naturaleza.

En definitiva, especulando únicamente tratamos de anticiparnos a nuestros semejantes, aprovechando nuestra formación. Nuestro ingenio. Nuestra visión. Nuestro criterio. Nuestro perfil de riesgo. El resultado ya lo conocen. El despiadado mercado castiga con pérdidas a los malos y premia con beneficios a los buenos. Esas son las reglas del juego.

Ya sé que aún no le he convencido de nada. Usted seguirá pensando en los especuladores malos. En los muy malvados. Los más malignos de cuantos especuladores existen. Los que desploman los precios. Los llamados ‘bajistas’, aquellos que intentan vender y hacen que se desplomen los precios de los activos de la gente honrada como usted.

Pues bien, para que exista un bajista estaremos de acuerdo que es necesario que exista un alcista. Un espejo. Es decir, nadie vende nada si no hay otro que lo compra. Y nadie podría especular con que el precio de un bien vaya a bajar, y por eso lo vende, si no hay otro interviniente que piensa todo lo contrario, que va a subir, y por eso lo compra.

Es más. Le daré una noticia. Quien hace bajar el precio al que se vende un bien, es el comprador alcista, que quiere pagar cuanto menos, mejor. Para venderlo posteriormente más caro, recuerde.

¿No les suena este razonamiento a lo que ocurre actualmente con nuestro mercado de viviendas? ¿A qué usted prefiere esperar a comprar porque ‘especula’ con que estará más barato más adelante? ¿Y eso no hace que caiga aún más el precio de la vivienda?

Créame, tan especulador es un comprador como un vendedor. Y, afortunadamente, el mercado castiga tan duramente a unos como a otros, pero a los ojos del bien o del mal, sus almas son del mismo color.

sábado, 22 de mayo de 2010

Susto o muerte

Si consigues acabar de leer este artículo seguramente te irás a la cama sin cenar. O lo mismo te atizas un whisky triple con un par de peces de hielo. Y es que la cosa está como para no saber qué camino tomar.

La semana pasada la marca España pasó por serias dificultades. Muy serias. Tanto que los más románticos empezaron a pensar en volver a pagar las copas en pesetas. ¡Pero si antes con dos lagartos yo me tomaba cinco rondas y ahora casi no me da para dos!

Lo bueno de esta situación es que algunos se acaban de enterar que son ricos. Nuevos ricos. Lo malo es que están mal vistos. Y por eso les han puesto en busca y captura. ¡Y yo que pensaba que anhelar la riqueza era una aspiración tan legítima que sólo dejaba un reguero de prosperidad en el camino!

Me temo que nos espera un mal final con estos nuevos principios. Además, ahora es difícil que uno cambie el chip, porque aspirar a estas alturas a ser pobre vocacional tampoco será una tarea nada fácil.

A salvo quedan los ricos de cuna, que ya están acostumbrados a que les obliguen a ser solidarios. No les pasa lo mismo a los pensionistas y a los funcionarios, que les han pasado la factura de la crisis de la que hablaba el telediario durante estos años mientras ellos pensaban que esta juerga no iba con ellos. Y eso que hasta el más desinformado de los españoles estará de acuerdo en que el lío que tenemos encima no se ha producido en las últimas tres semanas.

Quizá alguno se pregunte ahora por qué se crearon en los últimos dos años más de 200.000 nuevos funcionarios mientras se destruían más de dos millones de puestos de trabajo en el sector privado. Y por qué se utilizaron el cheque bebé y los 400 euros con fines electorales. Y por qué se hicieron hoyos en las aceras de los pueblos para luego taparlos con el PlanE.

¿Y algo que decir sobre las medidas de recorte del gasto público aprobadas a base de martillazo-ley? Pues que el show acaba de empezar. Que no dan ni para pipas. Que van en la línea adecuada, sí, en atacar el gasto, pero que son de brocha gorda. Coyunturales. Recortan, pero no reforman. Y habrá que sacar la tijera de podar del trastero. Y quizá cambiar al jardinero para que sean realmente creíbles.

Y algo más. Que el problema de los funcionarios no es su salario, sino el modelo. También deberíamos preguntarnos por qué ‘todo el mundo’ está muy contento de que se rebaje el sueldo a los funcionarios y ese mismo ‘todo el mundo’ está deseando convertirse a la religión laica del funcionariado.

Y que el problema de los pensionistas no es el importe de sus pensiones, sino el monstruoso globo hinchado que habrá que pinchar cuanto antes.

Sin embargo ahora se piensa continuar con la improvisación por el lado de los ingresos, con una subida mal anunciada de impuestos. Craso error. Populismo social. Progresismo improductivo. Y que tiemblen las nóminas de los nuevos ricos, porque el problema de perseguir a los ricos de cuna es que hay que encontrarlos y convencerles que nuestra España no es lo que parece.

Mientras tanto, que nos la vayan peinando, porque ahora nos damos cuenta que mientras nos dedicábamos a debatir sobre la nación y los crucifijos, nuestra única patria creíble se nos iba por el agujero del bolsillo.