domingo, 30 de octubre de 2011

Amazon.es

Por si hay algún despistado, utilizaré la sagrada ley del compañerismo para informarles de que amazon, la tienda estadounidense líder en el comercio electrónico, tiene su portal disponible en España desde el mes de septiembre.

Es verdad que, en el mundo virtual de internet, el apelativo .es o .com suele tener simplemente un matiz de banderín simbólico, algo que valoran más los intangibles patriotas que los internautas globalizados. Porque lo cierto es que ya se podía comprar en amazon.com -desde 1995-, incluso si usted residía en Bollullos del Condado, provincia de Huelva.

Pero es que, en el caso de la multinacional amazon, su oferta localizada directamente desde España trae consigo importantes consecuencias; la principal, la mejora de la competencia, porque el resto de empresas deberán rivalizar ofreciendo el mismo producto a un precio menor; de lo contrario, serán excluidas.

La cara de la moneda se refleja directamente en el bolsillo de los consumidores, que podremos adquirir lo mismo gastando menos. Porque con amazon.es se acabaron los costes de envío, si es que podemos esperar un plazo de dos a tres días para recibir una de las famosas cajas amarillas de amazon. Sólo los más ansiosos deberán pagar 2,99 euros por recibir su mercancía al día siguiente de efectuar el pedido.

Pero hay otro importante aspecto positivo en la entrada de amazon en España. Porque la compañía americana no se limita solo a vender sus propios productos, sino que cualquier pyme española podrá contratar sus servicios de logística (almacenamiento de mercancía, gestión de pedidos, ancho de banda….), y así comenzar a comercializar sus productos en la red, aprovechando la experiencia y la fiabilidad del gigante del comercio electrónico.

Las empresas que más sufrirán con la entrada de amazon en España serán las más grandes, fnac, casa del libro o el corte inglés, a las que les llega la hora de sopesar su posicionamiento en la red; en definitiva, deberán acostumbrarse a una situación nueva, que no es otra que la de medir sus fuerzas frente a un rival que, con la bizarría de un cosaco, les mira desafiante desde arriba.

Y también deberán redoblar sus esfuerzos las pequeñas empresas especializadas en el comercio online. En este caso, además de soñar diariamente con proezas, deberán volcarse en la atención personalizada al cliente, aspirando a competir en aquellos nichos del mercado a los que, por cuestiones de tamaño, a amazon le sea difícil llegar.

Seguramente las fuerzas sindicales de ocupación nacional acentuarán las cifras de desempleados que provocará la llegada de amazon, olvidando los puestos de trabajo que se generarán a la vez. Pero ya sabemos que determinados agentes sociales contemplan el mundo sin más esfuerzo que el de hurgarse la nariz.

jueves, 27 de octubre de 2011

El precio de la muerte

Hay personas que pagarían por morirse. Hay otras que tienen miedo a morir por no poder pagar la cuenta final. Otros sueñan con una muerte sin lujos, a la medida de su vida.

Y es que cuando no te sobra nada mientras malvives, la muerte se hace aún más cuesta arriba. Ya saben: que si el ataúd, que si la esquela, que si el subsuelo alquilado para reposar en paz cada diez años, que si la corona de flores, que si el tanatorio.

¡Qué agobio; si lo sé me muero sin avisar, y que la herencia se empiece ya a discutir de cuerpo presente!

Aunque bien pensado, para que de nosotros se diga que fuimos en vida grandes personas, la única solución al alcance de la mano es contratar un seguro de decesos, una cobertura para irse con las cuentas saldadas a otra parte.

Es verdad que los seguros son el único producto financiero que se contrata con la esperanza de no tener que usarlo. Pero es que lo de la muerte es un proyecto perpetuamente inminente, y lo que todavía nadie ha inventado es un seguro que garantice la existencia.

Al final, cuando pasa lo que tiene que pasar, el español medio ha pagado durante su vida el entierro de siete muertos. No hace falta ser muy macabro para darse cuenta del negocio que hay detrás de las pompas fúnebres. Quizá por eso España sea el país desarrollado con más tanatorios por habitante. No sé si vivos o muertos. Lo mismo da.

Y por eso los catálogos que nacen de la imaginación para engalanar al muerto ofrecen inventarios de hasta 5.000 artículos diferentes. Que si urnas biodegradables para lanzar las cenizas al mar sin dañar el medio ambiente, que si cristos de resina, que si limusinas para el último viaje, que si diamantes hechos con las cenizas, que si tapizados de seda para vestir los ataúdes, que si maquillajes de estrella de cine para el difunto.

Los muertos no avisan y nunca vuelven, pero el negocio de la muerte no pasa de moda. En España se apuntan 350.000 nuevos muertos todos los años. Y da igual elegir pijama de pino o cenizas a la mar. Si tiene pensado morirse próximamente, prepare 4.000 euros de curso legal. Por menos de eso, quizá le sea más rentable malvivir unos cuantos años más.