sábado, 26 de septiembre de 2009

Cerco al fumador

Aunque a nadie le interese, y sólo a modo de introducción, me definiré como ciudadano pagaimpuestos no fumador. Afinaré algo más. Me molesta sobremanera sufrir el humo por la tiranía del fumador. Y ya puestos, también me molesta el bullicio de los vecinos, los insistentes ladridos de los perros desatendidos por sus dueños, incluso los llantos desconsolados de los niños ante la pasividad de sus progenitores. Y algunas otras cosas que me dejo deliberadamente en el tintero, pues mis filias y fobias no son el tema de hoy.

Dicho esto, me parece infumable la histérica campaña emprendida por el Gobierno de España contra los fumadores. Y es que Sanidad quiere endurecer la ley para prohibir el tabaco en todos los locales públicos cerrados.

Lo que más me molesta es el buenismo, las bienintencionadas nobles razones que se esgrimen para argumentar el antitabaquismo. A ver, que yo me entere. ¿Es que acaso un Gobierno, por legítimo que sea, tiene no sólo el derecho, sino también la obligación de teledirigir los comportamientos privados de los individuos? Yo creía que con los impuestos ya sobraba…..

¿Acaso los fumadores no pueden disfrutar de ningún espacio en este mundo donde puedan fumar sin que les molesten quejas ni persecuciones? Hablo, naturalmente, de lugares donde su humo no moleste a otros. Lugares donde los no fumadores sepan que allí se permite fumar y, por lo tanto, haciendo uso de su libertad, pueden dirigir sus pasos hacia alguno de los innumerables rincones del mundo sin humo. Pero, ¿y al revés?

Además, se confunde a la gente cuando se habla de lugares públicos. Una cosa es que un local esté abierto al público y otra que su propiedad sea pública. Si la inversión es privada, creo legítimo que sea el agente privado quien decida si está permitido fumar o no en él, que para eso lo ha pagado.

A usted quizá le pase como a mí, que le molesta el humo, y en el fondo le parezca bien la medida porque en esta ocasión está ubicado en la orilla correcta. Pero ése no es el debate. Yo critico el afán coercitivo del poder. El insaciable apetito del poder que nunca sabes a qué puerta va a llamar. Quizá mañana sea la suya, si es usted obeso o piensa serlo en el futuro. O bebedor ocasional. O bebedor por convicción. O quizá sea perseguido porque sufra halitosis por dejadez -dicen que más del 50% de la población europea la padece-. O por convicción.

¿Y qué decir cuando la nobleza de las causas deriva hacia el coste económico que supone para la sanidad pública el tratamiento de los apestados fumadores? Verdad a medias. Los fumadores pagan más impuestos que nadie, en concreto soportan con su humo el 6% de los ingresos públicos a través de la carga indirecta incluida en el precio del tabaco. Y, además, mueren antes que los no fumadores, la cual cosa además de cierta, alivia bastante las arcas de la seguridad social en lo que a pensiones se refiere.

¿Y qué me dicen de los impuestos que pagan los hosteleros a costa de los fumadores? No hay que enterrar la nariz en ningún dato oficial para entender que gran parte del ocio fumador es nocturno, y el sector hostelero ya se ha puesto en pie de guerra contra la medida. Máxime cuando hace menos de dos años les obligaron a invertir en acondicionamiento de sus locales para habilitar zonas de humo que hoy se pretenden cargar de un plumazo.

Supongo que las familias cuyos puestos de trabajo se pierdan por el cierre de determinados establecimientos afectados por las humanitarias medidas antitabaco, entenderán que lo hacen en beneficio de su salud.

La medida es un atropello a la libertad individual, y no coincido con los que esgrimen como argumento la salud con mayúsculas, ni siquiera los que defienden su salud como fumadores pasivos. Nadie habla de compartir humos amistosamente, sino de no constreñir libertades y, afortunadamente, hoy no tienen por qué verse enfrentadas ambas si uno no quiere. Este debate no gira en torno a la salud. El debate es sobre la libertad, y, en mi opinión, cada uno debe vivir conforme a las coordenadas que mejor le parezcan y no a gusto de los demás.

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