viernes, 4 de junio de 2010

Tormenta fiscal

La culpa no es sólo mía. La culpa también es de Internet, un artefacto aparentemente inocuo que desenfundas sólo para entretenerte y, surfeando por la red, te enteras que el futbolista costamarfileño Drogba se pierde la cita mundialista por una inoportuna lesión. Te quedas abatido. Como si te fuera algo personal en ello. Piensas que la vida es injusta otra vez. Por un momento vuelves a poner al mundo en duda, hasta que, sin saber cómo, acabas en la web de la 'Fundación Ideas para el Progreso', del ex Ministro Caldera, y entonces tienes la certera que lo peor está por llegar.

Este think tank, depósito de ideas de los sabios socialistas, cree tener la solución para evitar la malvada especulación financiera que nos acecha. Y para ello ha creado tres nuevos impuestos. Sólo tres. A mí me ha recordado aquello que decía burlonamente Ronald Reegan sobre cómo solucionan las izquierdas sus problemas económicos: ‘Si se mueve, le ponen un impuesto. Si se sigue moviendo, le suben el impuesto. Y si se deja de mover, le dan una subvención’. El resultado, máquinas de crear pobres.

Vamos con la tormenta de impuestos. Su primera idea grava, con uve, las transacciones financieras internacionales; por ejemplo, en las que incurren los especuladores inmigrantes del andamio que además de tener trabajo, mandan dinero a sus familias. Por aguantar estoicamente sin caer a la tentación del desempleo al sol, pagarán una tasa por evadir capitales. La segunda grava a los bancos, por ser bancos, y la tercera, las plusvalías financieras a corto plazo, por no ganar el dinero a largo plazo, como el común de los vulgares.

Lo más novedoso de estas propuestas es que son más viejas que la orilla del mar. La literatura liberal que las critica surca los mares de este a oeste del planeta, fundamentalmente porque perjudica a todos, pero sobremanera a los países pobres que intentan progresar a través del comercio internacional.

La única improvisación digna de mención con las que se presentan ahora estas lumbreras es que su hipotética puesta en marcha se mide únicamente en función del volumen que se podría recaudar, sin más. Lo que no se dice en este estudio es a qué fines se piensa dedicar ese nuevo dinero; es decir, si se piensa seguir engordando el becerro del estado del bienestar, si se piensa combatir la injusticia en el mundo, o sencillamente, si se piensa malgastar de una manera más vigorosa.

Nada comentan de una necesaria y utópica acción mundial coordinada para que su puesta en marcha tuviera algún efecto real. De nada serviría poner cerco en la zona euro, por ejemplo, si lo rodeamos por EEUU o por Asia.

Tampoco comentan nada sobre las dificultades técnicas para su recaudación, para su gestión y para el reparto de su producto, ni comentario alguno sobre la máquina burocrática que vendría pisándole los talones.

Todo esto huele a confiscación arbitraria. Les daré un consejo, 'abajo esa moral y no perdamos la desesperanza'. Todo llegará.

1 comentario:

Peter Mihm dijo...

Di que sí, la desesperanza a tope. Y la crisis de ideas, como siempre, a punto de reventar la maquinaria.

Me sale como palabra de verificación 'copar'. No me extraña. A mamarnos, que es de lo poco que nos queda.