miércoles, 2 de junio de 2010

A por las SICAVs

Desde que los gobiernos bienhechores se subieron a los carromatos en busca de los dineros de los ricos, no hay tertulia que se precie que no saque a colación a las dichosas SICAVs.

Y no es que yo quiera ir a la contra de todos todo el día. Y muchos menos convencerle a usted de nada. Lo que pasa es que no me gusta entonar el himno de los vencidos a cada momento, y mucho menos en honor de los pobres, que bastante tienen con lo suyo, como para aguantar más adhesiones morales vanas.

Al grano. No hay duda que las SICAVs, como sociedades de inversión, son el vehículo preferentemente utilizado por la gente de dinero para intentar hacer más dinero a través de una estrategia de inversión adecuada.

Y también es cierto que si no todos tenemos acceso a este instrumento para invertir, no es por imperativo legal, sino por una razón de cantidad, porque se necesitan, al menos, 400 millones de las antiguas pesetas para poder constituir una. Y el estado del bienestar es tan rácano que aún no nos ha podido asignar por ley una de ellas a cada español. Todo se andará.

Pero éste, creo yo, no será el motivo para quererlas meter mano, aunque se nos note en la cara la envidia insana que nos dan. Parece que el asunto de la discordia tiene que ver con los beneficios fiscales de los que disfruta. Es decir, entiendo que lo que molesta no es que se tengan 2,4 millones de euros de sobra y listos para invertir, sino que los rendimientos positivos que éstos generen no pasen por la taquilla de Hacienda en las mismas condiciones que los que generen las inversiones que pueda realizar usted a través de otros vehículos de inversión.

Verdad a medias. ¿Le suenan los Fondos de Inversión? Pues le diré que las SICAVs y los Fondos de Inversión son, a efectos fiscales, instrumentos de inversión ‘primos hermanos’. Y, aunque con alguna diferencia, disfrutan de la misma fiscalidad mientras el inversor permanece en ellas; Es decir, los rendimientos que obtenga cualquier Fondo de Inversión al que usted tiene acceso, y para cualquier cantidad, tributan en el impuesto de sociedades al tipo del 1%, y no al 30%. Como las malignas SICAVs.

Afinemos un poco más. La supuesta ventaja fiscal de la que tanto se habla, y que ya hemos quedado que la comparten las SICAVs y los Fondos de Inversión, ni siquiera es, en contra del sentir general, una exención impositiva, sino un diferimiento en su pago. Es decir, en cuanto el accionista (SICAV) o el partícipe (Fondo de Inversión) deshacen su inversión, es decir, cuando venden, ambos han de tributar por las plusvalías latentes acumuladas, y lo harán en las mismas condiciones que las del resto de inversiones realizadas por cualquier mortal sujeto pasivo.

En definitiva, parece claro que la única falta cometida por los accionistas de las SICAVs es tener más patrimonio que el prójimo. Nada nuevo. Otra ración de retórica vacía. ¿Y nosotros? Por la reincidencia en nuestra envidia, con 10 padresnuestros y 50 euros al cepillo en la misa del domingo, quedaremos perdonados.

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