miércoles, 21 de enero de 2009

Es el comercio, estúpido

Hoy se ha presentado el ministro Sebastián ante la prensa con su altanería habitual; sin rubor alguno y autoinvestido ministro de economía, ha declarado que el consumo caerá este año un 1,2%, lo que supondrá la pérdida de 120.000 empleos. ¿Su solución? ‘basta con que cada español se gaste 150 euros en producto español en lugar de productos importados para que se palie la tendencia’. Para colmo intelectual afirmó que no se trata de una medida "proteccionista", porque no supone poner trabas a la importación. Gracioso, el hombre de las bombillas.

¿De verdad este hombre ha estudiado donde dice que ha estudiado? ¿De verdad cree que somos tan estúpidos? Voy a intentar explicarme sin caer en un tono irreverente.

Las personas hacen negocios las unas con las otras porque ambas se benefician al hacerlo. Comerciamos con otros porque nos deja tiempo libre ó recursos económicos para hacer otras cosas. No es muy difícil de entender; cuando usted contrata una nanny para que cuide de su bebé, no lo hace porque lo vaya a hacer mejor que usted (seguro que hay momentos que así es, pero no entremos en ese debate), sino porque le permite trabajar durante el día en el trabajo que usted hace bien, y éste considera es el mejor arreglo para su familia.

En circunstancias normales, cuando usted compra un determinado artículo, lo hace pensando indirectamente en el excedente relativo que obtendrá al adquirir aquél producto que mejor relación calidad precio le traslade. Con este menor coste de los bienes resultante de su decisión, se vuelve usted más rico, o menos pobre, y le permite seguir tomando otras decisiones de consumo o de ahorro que revertirán de nuevo en el ciclo económico.

Los oscuros beneficios del proteccionismo a corto plazo son evidentes, y fácilmente explicables como suma de los puestos de trabajo que se salvarán con la incitación ministerial a una mala decisión comercial. Los costes son más sutiles, de largo plazo y complicados de explicar, y esto no es políticamente rentable; es muy difícil contar los puestos de trabajo que jamás se crearán al teledirigir las decisiones del consumidor, ni tampoco sumar los ingresos extras que jamás se retendrán.

Es cierto que el comercio internacional, igual que la tecnología, puede destruir puestos de trabajo, especialmente los poco especializados. Les recuerdo que la especialización es lo que nos hace productivos, y la productividad lo que nos hace ricos. Los mercados globales crean un orden nuevo, más eficaz, destruyendo el viejo orden; nadie dice que esto sea agradable, especialmente para las personas incluidas en el viejo orden; la globalización lo trastoca todo en todas partes. ¡Quietos antiglobales, no se subleven!, antes de maldecirme recuerden que se corta el comercio internacional a un país como un castigo, no como un premio, y el resultado es el bienaventurado modelo cubano.

Los proteccionistas encubiertos como Sebastián, deberían conocer que las industrias protegidas durante décadas del comercio internacional han adoptado malos hábitos derivados de no tener que competir, y han acabado siendo aplastadas por la competencia eficaz de fuera, que no se detiene ante nada ni ante nadie.

Por cierto, tenga por seguro que a quien usted trata de beneficiar adquiriendo los kiwis de Pontevedra antes que los de Italia, no hará lo mismo que usted a la hora de tomar su decisión de consumo.

2 comentarios:

Peter Mihm dijo...

Parece una peli de los hermanos Marx. Vaya sarta de disparates.

Este Sevasahostiar es un crack. ¿Por qué no se mete en un barco con Maleni, Solbes y alguno más... y se van como cerca al Archipiélago de las Tuamotú?

LITROS dijo...

A parte de que es incontrolable, si yo compro a mi primo que tiene una empresa que distribuye calcetines. Bien, como es mi primo le mantengo en su puesto de trabajo y a sus empleados, pero mi primo para reducir costes, compra los calcetines en China en vez de en Albacete, como estaba haciendo.
Asi es la pescadilla que se muerde la cola.