No cabe duda que la escuela económica austriaca, o escuela de Viena, es cuna y referencia del pensamiento económico basado en el respeto al individuo y a su esfuerzo, como contrapunto de las teorías marxistas y keynesianas.
Además, Austria es uno de los países más prósperos y desarrollados de nuestro entrono. Al menos justo hasta el momento de pulsar el botón de ‘publicar’ en el blog. No está el horno para aseveraciones planetarias.
Durante estos días se habla incesantemente del modelo de mercado laboral austriaco, como espejo de nuestros deseos para acometer una más que obligada reforma laboral ‘a la española’. Ya sabe, la que llega tarde, se hará rápido y, posiblemente, acabe mal.
Pero no nos confundamos. Nada o poco tienen que ver los grandes economistas austriacos del siglo pasado con el modelo laboral de este país, puesto en marcha hace menos de diez años, y cuyos frutos no son del todo evidentes. Lo diré de otra forma, si para usted el modelo austriaco es el modelo y soy yo quien no alcanza a verlo nítidamente, mucho me temo que lo imposible será importar sus mágicos logros a nuestro país.
A grandes rasgos. El sistema de protección laboral austriaco propone ir creando, en épocas de normalidad, un fondo que se nutra con aportaciones periódicas empresariales, para utilizarlo en el caso de que la empresa necesitara prescindir de sus trabajadores, de manera que las indemnizaciones por despido que le correspondiera asumir, se satisficieran con cargo al fondo. En definitiva, lo que se quiere es ir devengando poco a poco el coste laboral de las indemnizaciones futuras. En Austria supone el 1,53% del salario bruto del trabajador.
A mí esto me suena huida hacia delante. Me suena a no querer acometer la reforma verdadera. La que debe recortar seriamente las indemnizaciones por despido. Recortar, abaratar o redefinirlas con el eufemismo que más le guste. ¿Sabe por qué? Pues porque suponen un coste laboral para el empresario imposible de sostener. Y ya sabe adónde iremos a parar sin proyectos empresariales. Sólo por esta razón de peso bastaría. Por la misma razón que el Gobierno ha eliminado el cheque bebé. O por la misma razón que se han bajado los sueldos de los funcionarios. Porque no se pueden pagar.
Pero es que además el trabajador ve en la indemnización por despido un derecho adquirido, un consuelo de listos, un seguro que le reportará una importante cantidad de dinero si las cosas van mal, lo cual se convierte precisamente en un incentivo para no querer cambiar de trabajo. Es decir, provoca rigidez, lo contrario de lo que se persigue, que es un mercado ágil, la llave maestra para que se creen empleos.
A usted le habrán dolido estas afirmaciones, seguramente porque se ha visto retratado en ellas, pero sólo trato de explicar que la indemnización por despido no es, o no debería ser, algo parecido a un fondo de pensiones de empleo o a un premio al que más aguante encima de la cuerda floja, sino simplemente una ayuda económica transitoria en caso de despido, un simple puente incentivador hasta que se encuentre un nuevo trabajo.
El sálvese quien pueda no funciona cuando el avión está a punto de estrellarse, y menos aún, hacer oídos sordos a las penas.
1 comentario:
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