Gracias al nuevo acuerdo de financiación autonómica suscrito en 2009 entre Gobierno Central y Comunidades Autónomas, dos fueron las principales consecuencias en el manido tema de las balanzas fiscales. Por un lado, se aumentaron los porcentajes cedidos a las CCAA procedentes de la recaudación del IRPF, el IVA y los impuestos especiales y, por otro lado, nos quitamos la careta de la solidaridad fiscal entre territorios.
Así, si hasta 2009 las CCAA gestionaban y recaudaban el 33% del IRPF, el 35% del IVA y el 40% de los impuestos especiales (alcohol, gasolina y tabaco), en el nuevo modelo de ‘corresponsabilidad fiscal’ la cesta se amplió al 50% del IRPF e IVA, y al 58% de impuestos especiales.
Pero las CCAA, no contentas con estos agasajos, estos días nos hacen partícipes de un nuevo juego, una especie de gymkana regional en materia impositiva. Se trata de buscar rentas altas del trabajo, bautizar a sus asalariados como nuevos ricos, y apelar a su madre, la progresividad, y a su padre, la solidaridad.
Como es ilógico, cada Comunidad fija las reglas del juego progresivo, y nombra a sus ricos como mejor le parece. Los premiados han estado muy repartidos, como la lotería de navidad. A título de ejemplo, las condecoraciones van desde los 60.000 euros en Extremadura, pasando por los 80.000 euros en Andalucía, hasta los 100.000 euros en Cataluña.
De momento el paso adelante lo han dado sólo los gobiernos regionales socialistas, pero no se confíen; nada ni nadie nos puede asegurar que hoy nos acostemos como asalariados medios y nos levantemos mañana como nuevos ricos.
Será difícil, pero alguien debería explicarles a nuestros políticos que si queremos conseguir un incremento en la recaudación fiscal, las medidas a adoptar no pasan necesariamente por el incremento de los tipos impositivos. De hecho, con estos mismos tipos impositivos la recaudación de hace años era muy superior a la actual.
Siguiendo esta línea argumental, recientemente se publicó un interesante estudio elaborado por Goldman Sachs sobre la eficacia de diferentes medidas tomadas por distintos gobiernos con el objetivo de equilibrar sus cuentas públicas. Se concluye que todas las medidas presupuestarias que incidieron sobre el recorte del gasto público, resultaron eficaces, mientras que todas las soluciones basadas en el aumento de los tipos impositivos, resultaron fracasadas.
Ya sé que usted no confía ya en ningún analista, y menos un banco de inversión como el citado. Quizá nuestros dirigentes autonómicos estén en lo cierto y puede que España se convierta en la primera excepción a esta regla.
Mientras tanto, a nosotros no nos queda más solución que escribir un entristecido post. Y ajo y agua. Porque a las rentas del trabajo ni siquiera nos vale el recurso de acudir la picaresca española. Ni siquiera podemos cogernos un tren a Luxemburgo, como los parientes que disfrutan de sus rentas de capital. Así que ya sabe, si usted no es rico, no se le ocurra parecerlo. Y si usted ya es rico, está a salvo.
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