Estos días la prensa viene cargada de noticias sobre el desordenado proceso de negociación colectiva que se viene ventilando en España a través de la mesa de negociación a la que concurren, por un lado, los trabajadores, representados a través de los sindicatos, y por otro lado, las empresas, a través de sus representantes patronales. Arbitra el partido un gobierno español sin presente y sin destino.
Aunque no lo parezca, se intenta llegar a pactos que mejoren las condiciones laborales aplicables a la generalidad de los trabajadores. Que falta hace.
El principal objetivo de la reforma es debilitar los caducos macro convenios sectoriales actuales, a cambio de fortalecer micro convenios de empresa, más cercanos a los problemas que se susciten en cada organización, dotándoles así de mayor flexibilidad. En definitiva, se trata de acercar la potestad en la toma de decisiones a sus principales afectados.
Vaya por delante que, caso de aprobarse la pretendida reforma, el nuevo esquema no garantiza la reproducción del empleo por esporas, pero sí traslada la aprobación de las reglas del juego a los principales sufridores del problema, circunstancia que parece razonable.
Para que no le confundan con inútiles destellos de esperanza, les adelanto que toda negociación colectiva que aspire a la conservación real de puestos de trabajo, necesariamente ha de conducir a un único callejón sin salida, es decir, al recorte de las condiciones laborales de los trabajadores; es decir otra vez, a trabajar más y a cobrar menos.
El problema fundamental, a mi juicio, es que, o no nos quieren explicar el juego bien, o a nosotros no nos da la gana de enterarnos. Porque los hay que siguen pensando que la tarea principal de las empresas es generar empleo, como si fuera una especie de maná social decretado. Como si alguien arriesgara su dinero, su esfuerzo y su talento, en beneficio de otros que no quisieron hacerlo.
Y los equivocados no son sólo los indignados de la plataforma del 15 M; el error conceptual es general.
Porque el único cometido que da sentido a una empresa, mercantil, es organizar sus factores productivos lo mejor posible para producir bienes y servicios, por los que los consumidores estén dispuestos a pagar un precio lo suficientemente elevado como para hacer rentable esa organización. Intente montar una empresa y verá cómo estamos de acuerdo.
Y si felizmente la empresa consigue su objetivo, entonces además podrá remunerar a los factores implicados, es decir, a sus trabajadores, compensándoles el tiempo que dedican a producir esos bienes o servicios, en vez de estar de acampada 'real' en la Puerta del Sol.
Por eso, para que las empresas puedan sobrevivir, y sus trabajadores puedan trabajar, es necesario amoldarse a las peliagudas condiciones del mercado. Y no hay otra, por mucho que nos indignemos colectivamente.
Y sólo alguien que no se juegue un puesto de trabajo en el envite, como los representantes sindicales, o el Gobierno, pueden tomarse la reforma de la negociación colectiva como si fuera ‘el juego del gallina’, ya sabe, ése en el que se conduce un vehículo en sentido contrario y el primero que se desvía de la trayectoria del choque pierde y es humillado por comportarse como un gallina.
Y en esas estamos, con unos sindicatos y un Gobierno enzarzados en una escalada en la que no tienen nada que ganar, y en la que sólo el orgullo evita que se echen atrás.
3 comentarios:
Partiendo de la base de que estoy "casi" de acuerdo con todo lo escrito, porqué sólo Gobierno y Sindicatos son los que juegan? No juega también la Patronal? Quién ha roto la baraja? Porqué no nos enteramos (yo por lo menos) de toda la verdad de estas negociaciones?
Cuenta, cuenta que estoy muy interesado..............
Cuando llevas años más o menos cómodamente instalado en el mercado laboral, te pasa, como todo en la vida, que te vuelves egoista, te acomodas y sólo quieres medidas que te perjudiquen lo menos posible y que te permitan mantener el "status quo" (wahtever you want...)actual. Me temo que, si lo que se quiere con la reforma (como últimamente con todas las reformas) es "generar confianza en los mercados" y evitar como sea, la tan "temida" intervenciaón; las medidas pueden/deben ser de gran calado. De lo contrario, entre el circo que es esa negociación y la bomba que puede surgir con los cambios de gobierno en gran parte de las comunidades (C. la M., p.e.), puede, definitivamente, desatarse el tsunami. Esperemos que impere la cordura. Que risa.
El juego de la gallina no es una invención. Al menos no es una invención mía. Es uno más de los que se conocen como 'teoría de juegos'.
No son más que una serie de situaciones (llamadas juegos, aunque de divertimento tienen poco) en las que todos los participantes pueden perder; o sea, que la suma de ganadores y perdedores no es cero.
Si se enfrentan Nadal y Federer, uno gana y otro pierde. La suma es cero.
En este caso los dos jugadores son patronal y sindicatos. Si ninguno da el volantazo para no estrellarse contra el otro, ambos mueren.
Es verdad que en una negociación ambas partes deberían ceder, pero es que en este caso el árbitro debería obligar a ceder a los sindicatos; ¿por qué? Pues porque la otra alternativa hará que se destruyan más empresas y, por consiguiente, que haya más parados.
A nosotros en el banco nos han bajado el sueldo una vez; parece que viene la segunda rebaja preparada, y además, está ya cocinado un alargamiento de la jornada laboral de 38 a 40 horas. Sí o sí.
Es verdad que la mía no es una empresa normal. Pero si otras empresas lo quisieran hacer, ¿por qué no dejarlas?
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