Es como un juego macabro de niños. Primero se tira la piedra. Luego se pasa a borrador de papel. Y, definitivamente, se saca la tijera. Necesidad obliga, incapacidades manifiestas aparte.
Y es que no hay para más. Se pongan como se pongan. Por eso le llega el turno del recorte a las prestaciones públicas por desempleo (que suman ya más de 30.000 millones al año en España).
¿Qué le parece injusto? No lo crean. No es más que cuarto y mitad de escabroso que el recorte a los funcionarios, que la congelación a los pensionistas, que la guillotina a la obra pública, o que el abaratamiento del despido. Somos más pobres que antes, y cuanto antes lo entendamos, antes acabará el teatro del manirroto bienestar.
Y eso que ya hace más de doscientos años, Frédéric Bastiat, el genial escritor, legislador y economista, argumentaba que la gente ya se estaba empezando a dar cuenta de que el Estado era demasiado costoso. Lo que aún no terminaban de comprender entonces, ni ahora, es que el peso de ese coste recae sobre nosotros mismos. Pues la letra con sangre entra. Tanto más cuanto mayor es la letra pequeña que esconde el bien común.
Una vez asumido el golpe, pongámonos ahora a debatir si el tijeretazo que se está rumiando es el adecuado en términos económicos. Porque en lo que todos estaremos de acuerdo es que, si vamos a dejar de pagar una parte del seguro de desempleo, intentemos que el castigo sea pedagógico. En definitiva; que sirva de revulsivo para que algunos parados dejen de serlo.
Lo cierto es que actualmente un desempleado con derecho a subsidio percibe el 70% de su base reguladora durante los primeros 6 meses, y el 60% hasta el final de la prestación. Para fijar el periodo con derecho a desempleo se aplica una escala: cuatro meses por año cotizado, y hasta dos años de paro si se han cotizado seis.
Hasta donde hemos podido leer, el Gobierno pretende reducir estos porcentajes hasta el 60% y 50%, respectivamente, así como aumentar los periodos de cotización obligatorios para tener derecho a iguales periodos de prestaciones que los actuales. Algo parecido a los que se viene barajando para la reforma del sistema de pensiones. Es el mismo perro con distinto collar.
Lo comenta hoy Fernando Fernández en su columna del ABC: El camino que pretende andar el Gobierno es justo lo contrario de lo que se debería hacer. O así pensamos algunos.
Porque la lógica, y algunos manuales de economía, te explican que lo adecuado al acometer una reforma o rebaja en el gasto por desempleo es redistribuir las pagas al desempleado, incrementándolas los primeros meses para amortiguar el impacto inicial y para que no caiga el consumo, pero haciendo que la prestación caiga drásticamente a partir de una determinada fecha.
Como he comentado, el objetivo de este sistema es que la reducción del paro tenga un componente ‘educativo’. De esta forma el trabajador inactivo se verá empujado a aceptar nuevos empleos, sin duda asumiendo rebajas salariales, pero la reducción progresiva de su asignación por desempleo impedirá el acomodo del parado al subsidio y, sobre todo, ayudará a que sus cualificaciones profesionales no queden irreversiblemente obsoletas.
1 comentario:
Si, si no saben quién es Voltaire, Rousseau o Montequieu, quieres que sepan quién es Bastiat.
Jua, jua.
Si ni siquiera saben de donde les viene el poder que les concedemos, para que van a leer mas.
En el fondo es culpa nuestra.
Un saludo.
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