Acabo de estrenar mi credencial de endomingado funcionario del INEM, sección de 'opinólogos', y ya me han comunicado que no tengo derecho a subsidio de desempleo, ni siquiera a una simple ración de sopa recalentada; y no me extraña, pues el vulgar negro sobre blanco pocas veces cotiza a la seguridad social.
Ahora lo que me pasa es que sin el caluroso aliento de los desconocidos lectores, la tarea de intentar contar algo parece como un viaje de noche, como un silencio oscuro; sin embargo, no voy a firmar tan fácilmente el acta de mi rendición, y gracias a las páginas de El Diario Montañés voy a enviar mi más sincera felicitación a toda la gran familia del Aula de Cultura La Venencia, que el pasado mes de agosto se vistió de bonito para celebrar su 'catorce más uno' cumpleaños.
Durante todos estos años han constituido la banda sonora original de la cultura de Santander, y desde allí se han extendido, como una gran mancha de aceite, a muchos rincones de nuestra piel de toro; pero la niña bonita del Aula no es flor de un día, sino el fruto del intenso trabajo de la cuadrilla de tenaces emprendedores que la conforman, que han conseguido tejer un ovillo de voluntades para multiplicarse, en calidad y en cantidad.
El Aula se autodefine como una organización sin ánimo de lucro, pero si de ánimo hablamos, holgados van, y no hay mayor lucro que la satisfacción que sienten los 'venencieros' al transformar su trabajo y su ilusión en cultura consumible, en consumo de cultura.
En el medallero del Aula se agolpan las publicaciones, los premios y las distinciones, y a este ritmo habrá que ir pensando en inaugurar una sala museo para engalanar su renovada sede social de la calle de los Acebedos de Santander, a cuyo salón de actos está prohibido que las penas entren.
Pero la vida suele trajinar por senderos caprichosos, y casi siempre deja trozos averiados en el camino. Dolorosamente, durante esta travesía nos han abandonado inolvidables compañeros de viaje, los más cercanos para mi José Ramón Gómez Nazábal y Alberto Gatón Rosón, a quienes dedico una pausa con emocionado recuerdo.
Sonará a rancio tópico, tanto como que los muertos son cosa de la vida, pero sin la aportación de ambos este proyecto tal vez hubiera sobrevivido, aunque de una manera más triste, más tosca, menos sobresaliente.
Me da la impresión que la pleamar triunfadora del Aula aún no ha llegado, y al temerario que pretenda plantar su toalla en la orilla, la briosa marea 'venenciera' se lo llevará por delante, y tan sólo con las únicas armas que conocen, el buen gusto, el estilo, la originalidad y la elegancia.
Por los sueños que aún os quedan por firmar, enhorabuena amigos, y que cumpláis muchos más
Publicado por El Diario Montañés, 15 de septiembre de 2008 ver
Ahora lo que me pasa es que sin el caluroso aliento de los desconocidos lectores, la tarea de intentar contar algo parece como un viaje de noche, como un silencio oscuro; sin embargo, no voy a firmar tan fácilmente el acta de mi rendición, y gracias a las páginas de El Diario Montañés voy a enviar mi más sincera felicitación a toda la gran familia del Aula de Cultura La Venencia, que el pasado mes de agosto se vistió de bonito para celebrar su 'catorce más uno' cumpleaños.
Durante todos estos años han constituido la banda sonora original de la cultura de Santander, y desde allí se han extendido, como una gran mancha de aceite, a muchos rincones de nuestra piel de toro; pero la niña bonita del Aula no es flor de un día, sino el fruto del intenso trabajo de la cuadrilla de tenaces emprendedores que la conforman, que han conseguido tejer un ovillo de voluntades para multiplicarse, en calidad y en cantidad.
El Aula se autodefine como una organización sin ánimo de lucro, pero si de ánimo hablamos, holgados van, y no hay mayor lucro que la satisfacción que sienten los 'venencieros' al transformar su trabajo y su ilusión en cultura consumible, en consumo de cultura.
En el medallero del Aula se agolpan las publicaciones, los premios y las distinciones, y a este ritmo habrá que ir pensando en inaugurar una sala museo para engalanar su renovada sede social de la calle de los Acebedos de Santander, a cuyo salón de actos está prohibido que las penas entren.
Pero la vida suele trajinar por senderos caprichosos, y casi siempre deja trozos averiados en el camino. Dolorosamente, durante esta travesía nos han abandonado inolvidables compañeros de viaje, los más cercanos para mi José Ramón Gómez Nazábal y Alberto Gatón Rosón, a quienes dedico una pausa con emocionado recuerdo.
Sonará a rancio tópico, tanto como que los muertos son cosa de la vida, pero sin la aportación de ambos este proyecto tal vez hubiera sobrevivido, aunque de una manera más triste, más tosca, menos sobresaliente.
Me da la impresión que la pleamar triunfadora del Aula aún no ha llegado, y al temerario que pretenda plantar su toalla en la orilla, la briosa marea 'venenciera' se lo llevará por delante, y tan sólo con las únicas armas que conocen, el buen gusto, el estilo, la originalidad y la elegancia.
Por los sueños que aún os quedan por firmar, enhorabuena amigos, y que cumpláis muchos más
Publicado por El Diario Montañés, 15 de septiembre de 2008 ver
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