Desfilaba el año 1995 cuando Ariel Rot firmó para Los Rodríguez este éxito del pop en castellano, ‘Milonga del marinero y el capitán’; su letra narraba cómo ambos, marinero y capitán, 'se reunieron en un bar y encargaron otra botella de ron. Ése sería el puerto final y lo fue tanto de verdad, que bajo el mar ahora descansan juntos los dos’.
Paradojas de la vida, el capitán de nuestra España y su marinero en tierra, más tarde o más pronto descansarán en lo más profundo del mar político y, a pesar de su desafinada gestión, empinarán la botella y brindarán con gozo. Infelizmente todos sabemos que la cola del paro no es lugar para ex políticos.
Pero ¿y los demás? Supongo que, al pasar de los años, cuando la crisis por fin dé paso al alivio de luto, cambiaremos el color negro de la ropa por el malva, y tal vez sólo recordemos de esta etapa la vacía sonrisa del capitán, o tal vez el anómalo guiño de ojos del marinero, o acaso únicamente retumbe un atronador silencio. Quizá por aquél entonces, como en una mala película de terror, algún médico de Osakidetza recomiende al ciudadano De Juana una dieta blanda, dado lo avanzado de su edad, o quizá los cualificados españoles del futuro nos estemos peleando por volver a subir al andamio.
Hoy, sin embargo, en estos días en los que España anda anestesiada con las gestas de nuestros ilustres desconocidos deportistas de esgrima y remo en los Juegos de Pekín, aprovecho para recordar aquél excepcional artículo que escribió el ex Presidente Adolfo Suárez en 1982, titulado ‘Yo disiento’. ¡Y quién no lo recuerda! Pues casi nadie; los unos porque no lo vivieron; los otros porque lo han olvidado, y los demás allá porque no han tenido la ocasión o las ganas de leerlo. Por cierto, os animo a poneros en manos del doctor Google y repasarlo; merece la pena.
Pues yo, modestamente, también disiento; del hoy y aún más de ese mañana, pero por desgracia me toca reconducir mis vidas y venidas hacia otro puerto. En mi despedida ni siquiera rasgaré la actualidad, pero no puedo atracar mi nave sin antes agradecer a Manu la oportunidad que me brindó hace meses para unirme a su proyecto, para aspirar a hablar sencillamente de economía, pero no sólo de economía; han sido algo más de cuarenta artículos durante casi un año de colaboración y, con la dosis justa de desahogo, confieso ahora que si siempre intenté contar mi verdad, fue porque la verdad es casi siempre una media mentira.
Desgraciadamente la crisis se ha cobrado otra víctima inocente, en forma de una nueva publicación que se esfuma, pero yo guardaré esta etapa en un cajón, como las joyas que se guardan para épocas de nostalgia.
Ha sido un placer. Hasta poco.
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