A veces pienso que no merece la pena volver a caer como rapiñas sobre las reflexiones que hace en voz alta el Presidente del Gobierno español. Aunque sean irreflexivas. Aunque a muchos nos sonrojen. Aunque a muchos nos de vergüenza propia…... Pues yo vuelvo a caer una y otra vez en su trampa.
La última ya la conocerán: ‘Hemos descubierto con la crisis –dijo en la inauguración de La Conferencia sobre el Empleo de Oslo-, que una persona, cuando está formándose, está trabajando, trabajando para un país’.
Y, por lo tanto, queremos entender -aunque no lo entendamos-, que los parados inmersos en cursillos de formación, no son tales, sino simples asalariados públicos al servicio del PIB español. Funcionarios improductivos del hoy, sin oficio, pero trabajadores de un mañana más formado.
La tragedia que vive España, en forma y número de parados, no tiene parangón en el resto del planeta. No hay analogía posible con ningún otro país del mundo. Por eso ya no pedimos culpables. No pedimos soluciones milagrosas. No pedimos, si quiera, elecciones generales. Ni siquiera anhelamos convertirnos en liberados sindicales o subsidiados eternos. Pedimos, al menos, respeto al drama nacional.
Y también respeto al sacrificio que supone el proceso de formación intelectual. De nuestra educación. De nuestra etapa de preescolar, de educación primaria y educación secundaria; de formación profesional o de formación universitaria, media o superior.
Pedimos respeto a las renuncias que supone cualquier proceso de formación de los individuos, ese periodo en el que se desarrollan nuestras habilidades y nuestras competencias básicas de cara al futuro.
Un futuro en el que hemos de seguir formándonos, por supuesto, pero siendo conscientes que, mientras se es estudiante, mientras invertimos dinero y tiempo en cualquier proceso formativo, no somos más que cargas: Para nuestros padres; para el Estado; para las empresas; para la familia, ó para uno mismo.
Y sólo al llevar a la práctica lo que se intentó aprender, desarrollando una labor, un empleo, un oficio, remunerado a ser posible, cuya finalidad sea producir algún bien o prestar algún servicio, se transforma, el uno en trabajador, y lo otro en trabajo.
Es la causa y el efecto. El antes y el después. El pre y el post. El prólogo y el epílogo. Y ni tanto monta, ni monta tanto.
Será que el Presidente, de tanto hacer trampas con el numerador de la tasa de paro, restando del mismo a los desempleados que acuden a cursos de formación, se ha acabado de confundir.
1 comentario:
Entre dimes y diretes, tanto cambiar la realidad a gusto del consumidor, tanta tergiversación de datos, objetivos, tantas crisis inexistentes, tanta demagogia y tanto vocero que le corea, parece que hasta se cree sus propias basuras. Pienso que sus lameculos particulares, se descojonaran a sus espalda mientras le doran la pildora. ¿O serán tan ... como él?
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