lunes, 15 de marzo de 2010

Eficacia y eficiencia

Parecen primos hermanos, pero son más bien números primos, de ésos a los que sólo les separa un número par para ser completamente felices. O completamente infelices. Como el 11 y el 13. O como el 17 y el 19. O el 41 y el 43. Hay muchos más.

El problema es que mucha gente los utiliza como sinónimos; como tanto monta, monta tanto; y nada más lejos de la realidad. Y también nada más lejos de la novela de ficción; acuérdese lo que nos contaron en ‘la soledad de los números primos’.

Supongo que dependiendo del ámbito científico al que se apliquen; la medicina, el mundo empresarial, la ingeniería, etc., variará el significado de las mismas. Yo, como casi siempre, me centraré en el ámbito económico.

Pues bien. Como comparten raíz y linaje, portan los mismos genes familiares. Me explico. Siguiendo con nuestro ejemplo matemático, el número par imaginario que les intenta unir es la capacidad. Ambos conceptos miden capacidades, pero una es más femenina que la otra. O visto al revés, la otra es menos masculina que la una.

En economía entendemos por eficacia la capacidad para lograr el efecto que se desea o se espera, pero sin reparar para ello en los recursos o los medios empleados. Suena a prepotencia; a poderío del pájaro gordo. Es una versión moderna del viejo ‘el fin justifica los medios’. Es como la conquista del General al que no le importan las bajas en combate.

La eficiencia es un concepto más elegante. Más distinguido. Más racional. La podríamos definir como la capacidad para lograr el efecto en cuestión utilizando el mínimo de recursos posibles viables. Es la mano izquierda de la eficacia.

La eficiencia es un cociente, una ratio, una relación entre resultados obtenidos (ganancias, objetivos cumplidos, etc.) y recursos utilizados (horas-hombre, capital invertido, materias primas, etc.). Estos últimos también importan, y mucho. Hasta el punto de poder aniquilar el éxito del resultado obtenido.

El secreto está en poner numerador y denominador en justa relación; en óptima armonía, de tal forma que se eviten los dispendios y las malversaciones. Mucho más si los recursos utilizados son públicos.

Lo malo es que corren tiempos en los que está de moda la eficacia. El culto al numerador. Pero la nueva eficacia de nuestras modernas Repúblicas sólo busca tapar agujeros para decir que se han tapado. Y más tarde quiere destaparlos para decir que se han destapado. Y nadie se para a pensar en las inevitables consecuencias del fin. Y, aún más grave, a nadie le importa un bledo el denominador. O sea, usted y nosotros.

4 comentarios:

Peter Mihm dijo...

Tal y como lo cuentas, me viene un ejemplo futbolístico: eficacia sería Florentino Pérez; eficiencia, Monchi en el Sevilla; y el que armoniza ambos, el tándem Beguiristain - Guardiola.

Edu_Rob dijo...

Sí, el ejemplo es bueno, pero el Floren de unos años para acá, ni si quiera es eficaz.

Peter Mihm dijo...

Jajajaja. Al menos ha conseguido que el Madrid funcione bien como empresa: su club de fútbol es el que más dinero mueve de todo el planeta.

En el campo sus decisiones son más discutibles, aunque Xabi Alonso, Albiol y Arbeloa me parecen tres aciertos como tres soles...

JAVI-SHATT dijo...

COINCIDO CON ROB ROY...CREO QUE EL SEMIDIOS FLOREN HA PERDIDO MUCHA EFICACIA DEPORTIVA.EL AFICIONADO LO QUE QUIERE SON TITULOS Y NO QUE EL MADRID FUNCIONE MUY BIEN COMO EMPRESA.ESO NO SIRVE.