Me huele a aire turbio del pasado, a juegos de artificio con denominación de origen. De origen, sí, pero de dudosa naturaleza. O mejor dicho, de procedencia conocida pero olvidada por muchos.
Voy a recordar, a modo de introducción tendenciosa, que la antigua Rumasa fue expropiada por el Gobierno de González en 1983; el 23F para más morbo. Entonces 700 empresas formaban el grupo de la abeja, con una plantilla que alcanzaba las 65.000 personas y una facturación consolidada de más de 350.000 millones de las antiguas. Casi nada.
A estas alturas cada uno tendrá su opinión deformada sobre aquella situación y, seguramente, en el juicio personal y paralelo que cada uno hayamos hecho, el señor Ruiz Mateos ya estará absuelto o condenado a perpetuidad. Supongo que limbos y medias tintas queden pocas. No somos muy dados a los matices.
Las hemerotecas y el sumario del caso Rumasa hablan de la comisión de graves delitos -obstrucción a la actividad supervisora del Banco de España, ausencia de auditorías externas, fraude frente a la Hacienda Pública y la Seguridad Social-, así como una arriesgada espiral de adquisiciones e inversiones del grupo que llevó al entonces Ministro, Miguel Boyer, a utilizar la expropiación, en lugar de otras disposiciones de menor alcance -como la intervención a los bancos propiedad del grupo-, como ‘medida de política económica nacional’.
La lucha posterior mantenida en las diversas salas de nuestro ordenamiento jurídico acabó en 1991 con el pronunciamiento del Tribunal Constitucional a favor de la expropiación. Por el contrario, la Audiencia Nacional absolvió a Ruiz Mateos en 1997 de los delitos de estafa y falsedad, a pesar de considerar probadas diversas falsedades e impagos a la Hacienda Pública y la Seguridad Social, aunque por los cambios normativos del código penal no se encontró culpable a los acusados (son éstas las madejas legales tan difíciles de entender por los legos). Las teorías conspirativas que salpimentaron este caso me quedan demasiado lejanas en el tiempo y el espacio.
Y ahora vemos revolotear de nuevo a la abeja de la 'Nueva Rumasa'. Derecho tiene todo el del mundo. Coraje y espíritu emprendedor tampoco le faltan a la familia Ruiz Mateos. Y capacidad, flexibilidad, y resistencia empresarial, les sobra. Pero, pero y pero. ¿Por qué?
Pues porque la Nueva Rumasa anda colocando una emisión de pagarés entre el público a bombo y platillo, y promete un tipo de interés descabellado. Los anuncios en la prensa copan páginas completas, y me gustaría hacer alguna reflexión sobre esta oportunidad de inversión.
La inversión mínima en estos pagarés es de 50.000 euros -demasiado bocado para un pequeño ahorrador-. La rentabilidad prometida es del 8%, cuando los tipos de interés en la zona euro rondan el 1%. Y yo necesito altas dosis de ficción para creérmelo. Son duros a pesetas. Y ni siquiera tenemos las cuentas del Grupo para intentar analizar su solvencia (como no cotiza en bolsa, no está obligada a publicar sus resultados). Nadie paga un 8% para financiarse si pudiera hacerlo a un coste menor. Acuérdense de Forum, de Afinsa, de Madoff, … o si no quieren acordarse, váyanse a matar adrenalina al Casino de Torrelodones.
La CNMV ya ha advertido varias veces, hasta tres, que la única garantía de la devolución de su dinero, más la dádiva prometida, es el patrimonio de la entidad emisora de los pagarés; es decir, Nueva Rumasa no responde con el patrimonio del Grupo en su conjunto, sino únicamente con el de la sociedad anónima emisora. De hecho, ni siquiera no sé qué brandy de Jerez en el que se apoya la publicidad garantiza legalmente nada, pues no existe prenda constituida en ningún registro de Bienes Muebles a favor de los inversores. Y sin prenda no hay garantía.
Para más crónica negra del despropósito, el anuncio de los pagarés incluye expresamente el respaldo valorativo del profesor del IESE, Pablo Fernández, quien tras leerlo en la prensa ha salido horrorizado a los medios negando tal circunstancia. Parece que se ha utilizado un trabajo de valoración realizado con otra finalidad para intentar respaldar en la prensa la emisión. Y díganme ustedes a mi, ¿quién le va a pedir a este señor, por muy profesor que sea, que les devuelva su dinero si la Nueva Rumasa acaba como la Vieja?
Sólo espero que, si alguien invierte en estos pagarés al calor de un tipo de interés extraordinariamente fuera de mercado, y la cara les sale cruz, ahoguen sus penas con un chupito de brandy y no salgan a la calle a pedir responsabilidades públicas ni ayudas a ningún papá adoptivo. Esta vez no cuela.
Voy a recordar, a modo de introducción tendenciosa, que la antigua Rumasa fue expropiada por el Gobierno de González en 1983; el 23F para más morbo. Entonces 700 empresas formaban el grupo de la abeja, con una plantilla que alcanzaba las 65.000 personas y una facturación consolidada de más de 350.000 millones de las antiguas. Casi nada.
A estas alturas cada uno tendrá su opinión deformada sobre aquella situación y, seguramente, en el juicio personal y paralelo que cada uno hayamos hecho, el señor Ruiz Mateos ya estará absuelto o condenado a perpetuidad. Supongo que limbos y medias tintas queden pocas. No somos muy dados a los matices.
Las hemerotecas y el sumario del caso Rumasa hablan de la comisión de graves delitos -obstrucción a la actividad supervisora del Banco de España, ausencia de auditorías externas, fraude frente a la Hacienda Pública y la Seguridad Social-, así como una arriesgada espiral de adquisiciones e inversiones del grupo que llevó al entonces Ministro, Miguel Boyer, a utilizar la expropiación, en lugar de otras disposiciones de menor alcance -como la intervención a los bancos propiedad del grupo-, como ‘medida de política económica nacional’.
La lucha posterior mantenida en las diversas salas de nuestro ordenamiento jurídico acabó en 1991 con el pronunciamiento del Tribunal Constitucional a favor de la expropiación. Por el contrario, la Audiencia Nacional absolvió a Ruiz Mateos en 1997 de los delitos de estafa y falsedad, a pesar de considerar probadas diversas falsedades e impagos a la Hacienda Pública y la Seguridad Social, aunque por los cambios normativos del código penal no se encontró culpable a los acusados (son éstas las madejas legales tan difíciles de entender por los legos). Las teorías conspirativas que salpimentaron este caso me quedan demasiado lejanas en el tiempo y el espacio.
Y ahora vemos revolotear de nuevo a la abeja de la 'Nueva Rumasa'. Derecho tiene todo el del mundo. Coraje y espíritu emprendedor tampoco le faltan a la familia Ruiz Mateos. Y capacidad, flexibilidad, y resistencia empresarial, les sobra. Pero, pero y pero. ¿Por qué?
Pues porque la Nueva Rumasa anda colocando una emisión de pagarés entre el público a bombo y platillo, y promete un tipo de interés descabellado. Los anuncios en la prensa copan páginas completas, y me gustaría hacer alguna reflexión sobre esta oportunidad de inversión.
La inversión mínima en estos pagarés es de 50.000 euros -demasiado bocado para un pequeño ahorrador-. La rentabilidad prometida es del 8%, cuando los tipos de interés en la zona euro rondan el 1%. Y yo necesito altas dosis de ficción para creérmelo. Son duros a pesetas. Y ni siquiera tenemos las cuentas del Grupo para intentar analizar su solvencia (como no cotiza en bolsa, no está obligada a publicar sus resultados). Nadie paga un 8% para financiarse si pudiera hacerlo a un coste menor. Acuérdense de Forum, de Afinsa, de Madoff, … o si no quieren acordarse, váyanse a matar adrenalina al Casino de Torrelodones.
La CNMV ya ha advertido varias veces, hasta tres, que la única garantía de la devolución de su dinero, más la dádiva prometida, es el patrimonio de la entidad emisora de los pagarés; es decir, Nueva Rumasa no responde con el patrimonio del Grupo en su conjunto, sino únicamente con el de la sociedad anónima emisora. De hecho, ni siquiera no sé qué brandy de Jerez en el que se apoya la publicidad garantiza legalmente nada, pues no existe prenda constituida en ningún registro de Bienes Muebles a favor de los inversores. Y sin prenda no hay garantía.
Para más crónica negra del despropósito, el anuncio de los pagarés incluye expresamente el respaldo valorativo del profesor del IESE, Pablo Fernández, quien tras leerlo en la prensa ha salido horrorizado a los medios negando tal circunstancia. Parece que se ha utilizado un trabajo de valoración realizado con otra finalidad para intentar respaldar en la prensa la emisión. Y díganme ustedes a mi, ¿quién le va a pedir a este señor, por muy profesor que sea, que les devuelva su dinero si la Nueva Rumasa acaba como la Vieja?
Sólo espero que, si alguien invierte en estos pagarés al calor de un tipo de interés extraordinariamente fuera de mercado, y la cara les sale cruz, ahoguen sus penas con un chupito de brandy y no salgan a la calle a pedir responsabilidades públicas ni ayudas a ningún papá adoptivo. Esta vez no cuela.
3 comentarios:
O sea, qeu los 100.000€ que pensaba invertir, mejor me los gasto en copas. Si ya lo decía yo.
Joder, Borin, me lo has pisado. Yo estaba pensando si hacerme un pabellón en Cubas de unos 150.000 euros o invertir en Nueva Rumasa. Y ahora ya no lo tengo claro del todo..
Quizá ponga una cancha de unos 50.000 y le dé los otros cien a la abeja. Total, si luego me dan 8.000 euros de intereses... con ese dinero puedo comprarme los 150 balones Spalding que quiero para poder disputar un concurso de triples -con cuatro shatts tirando al mismo tiempo-. Aunque no sé si me va a dar para los carritos y el marcador electrónico... O llamo a Catxuli, al Bigotes o a los Albertos. ¿Cómo lo veis?
Jolín sigo con mi idea de invertir en Cuba, para copas mejor allí, no me robarán. Latinoamérica es mejor sitio de inversión mis 150 mil viajan conmigo a todos sitios, mejor palpable.
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